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martes, 21 mayo, 2024
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La verdad, como principio y derecho constitucional

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Por: BENJAMÍN MOCTEZUMA LONGORIA •

Cada día más, la derecha internacional, y la mexicana, en particular, culpan a otros de lo que hacen y son. Fingen enarbolar las banderas que siempre han combatido. Igual de “normal” resulta que muchos de los damnificados de sus políticas se echen a sus brazos y, codo con codo, luchen en contra de sus propios intereses de clase. Hasta esto último pretenden refutar; a saber: la supuesta inexistencia de clases y, en consecuencia, la lucha de éstas por defender sus intereses. Se esfuerzan por tener, en el mismo costal del conservadurismo, a campesinos, obreros, colonos, desempleados y a sus tiranos, verdugos, corruptos y explotadores. No somos iguales.

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A sabiendas de que los pueblos oprimidos tenemos memoria histórica, y que, pese a la apropiación privada del conocimiento, éste se está socializando y es motivo del desarrollo de conciencia social, la derecha internacional ha optado por centralizar las grandes decisiones de políticas públicas mundiales. También asume la directriz de sus embestidas contra los sectores sociales maltratados, potencialmente les representan obstáculos a sus fines de apropiación de las riquezas de nuestras naciones, a la garantía de reproducción y acrecentamiento del Capital mundial (Imperialismo).

En esa centralización de decisiones, hacen un uso más discreto de la fuerza bruta en sus tradicionales Golpes de Estado, disminuye sus cuestionadas invasiones nacionales y, en lugar de la grotesca imposición de dictadores en los países sometidos, opta por los llamados “Golpes Blandos” mediante el uso de “la política” corruptora, el chantaje, la extorsión internacional, las presiones económicas, el aislamiento de las naciones “rebeldes” y otras vías. 

En esas circunstancias, infiltra, compra y somete a poderes judiciales, organismos electorales, partidos políticos, clero, medios monopólicos de la comunicación y subordinan a las derechas nacionales para que hagan las veces de “peones” en la ejecución de los planes de desestabilización, control y saqueo nacionales. Ese es el papel que cumplen personas como Leopoldo López y Enrique Capriles (empresarios petroleros y políticos corruptos) en Venezuela; o Gustavo de Hoyos y Claudio X González (empresarios corruptos, acostumbrados a recibir subsidios a sus empresas y a no pagar impuestos), en México, quienes reciben financiamiento internacional para imponer gobiernos sometidos, haciendo uso de falsas vías “pacíficas”, “legales” y “democráticas”, acciones en las que cumplen un papel muy importante los monopolios de la desinformación y control de la opinión pública, con los que justifican, encubren, formalizan y “legitiman” los golpes blandos en contra de gobiernos nacionalistas. Así operaron en Bolivia con Evo Morales; en Brasil, con Lula Da Silva; en Perú, con Pedro Castillo; lo han intentado en Venezuela, Argentina, Cuba y en México.

Parte de su estrategia es desprestigiar a los gobiernos establecidos, especialmente a los mandatarios y sus familias; desmoronar la calidad moral, ética y política al tiempo que cooptan y suman a sus filas a traidores, corruptos, ambiciosos vulgares a quienes les dan amplia cobertura, como parte de los equipos gobernantes, contribuyen a generar desconfianza, como esos que hablan de “la reconciliación nacional” en México.

En esas circunstancias de mofa, burla, descrédito, mentira, calumnia, difamación, persecución política y mediática, se convierten en los “principios” de la doctrina derechista. Muy atinadamente, nuestro presidente mexicano, parafraseando a Carlos Monsiváis, sostiene que “la hipocresía es la doctrina del conservadurismo”.

Pese a las embestidas de la derecha política nacional, manipulada por la derecha imperialista (principalmente estadounidense y española), el actual gobierno mexicano no persigue a ningún opositor político o mediático, gozan de excedida libertad, mientras ellos acusan de gasolinazos donde no hay, de inexistentes masacres violentas del gobierno, desaparecidos que ellos promovieron, de falta de libertad de expresión, de corrupción, de caprichos presidencialistas, de gobierno totalitario (cuando por primera vez hay respeto a los otros dos poderes), fraude y compra de votos, persecución de las feministas, atentados contra la naturaleza, derroche de recursos en obras suntuosas e inútiles, ausencia de medicamentos a los enfermos de cáncer, cuando ellos inyectaban agua y muchas otras fake news.

Los mexicanos nacionalistas tenemos el derecho de promover la verdad como principio y derecho constitucional, porque no debe ser el engaño la herramienta para acceder al poder. La democracia y el bienestar no sobreviven en una sociedad basada en la mentira, la calumnia, la difamación, la mofa o las llamadas fake news. Esas herramientas de la derecha corrupta y embustera pretenden castrar la capacidad de la reflexión fundada, son contrarias a la auténtica conciencia social y, por lo mismo, una limitante a las libertades plenas. No se puede reflexionar en libertad ahí donde se alimenta con la mentira. Por eso, legislar sobre el derecho a la verdad es un tema neurálgico para la izquierda, como para la derecha. Es cierto que tenemos derecho a saber (Artículo 6) y derecho a expresarnos (Artículo7) pero es menester hacerlo con veracidad.

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