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sábado, 27 abril, 2024
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La campaña velada del Narciso

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Por: QUITO DEL REAL • admin-zenda • Admin •

■ El son del corazón

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Los que no tengan miedo, que pasen al frente a firmar por Salaverna.

Miguel Mancera, en la plenitud del aguacero hostil de su impopularidad, considera que ya llegaron los tiempos en que debe iniciar una larga caminata por la libre, por separado de los viejos aliados del PRD que lo empujaron a la máxima posición política de la Ciudad de México.

El Dr. Mancera tiene claro que la vieja cúpula ya no dirige un partido respetable y que, como tribu, se convirtió en una zalea tan seca como el alma decana de los Chuchos; comprende que ella es un lastre cuyo mantenimiento es políticamente insostenible.

Hoy el doctor prefiere no ser cortés con quienes lo aclamaron con un “Mancera presidente” en el reciente aniversario del partido, y deja actuar a algunos representantes perredistas en el senado que reclaman con preocupación su falta de identidad partidaria y le piden que ya asuma la candidatura presidencial del 18. Lo consideran el nuevo elemento aglutinador para evitar la desbandada partidaria, provocada por el autoritarismo de los Chuchos.

Pero Miguel Mancera desea una candidatura tersa, sin estorbos, y trabaja en diversos escenarios para no tropezar. Ahora está próximo de empresas atípicas, en compañía de nuevos compañeros de viaje, como Jaime Rodríguez, El Bronco; el alcalde de Guadalajara, Enrique Alfaro; el devaluado, inútil y fracasadísimo Gabino Cué, y también el coordinador parlamentario del Movimiento Ciudadano, Clemente Castañeda, a quienes reunió sibilinamente, el 3 de mayo pasado, a puerta cerrada, en las oficinas del Palacio del Ayuntamiento.

Cuatro elementos suspirantes de garganta seca y uno dispuesto a invitarles los tequilas. ¿Por qué tanto misterio? Según el diario Reforma, en esa reunión los políticos revisaron las posibilidades de construir una candidatura presidencial independiente rumbo al 2018.

 

Un galán de catre en catre

Conviene recordar que Mancera y El Bronco se ubican, después del Peje, en sitios avanzados de las encuestas para la presidencia de la República. La opinión casi siempre certera de Federico Arreola, de SDPnoticias, se adelanta con mucha anticipación a la densa neblina y desteje el nudo del misterio: “No es descartable una alianza entre MC, el PRD con Mancera y El Bronco independiente antes de que inicien las campañas de 2018, e inclusive con el proceso electoral ya avanzado. ¿Con qué candidato? Con el que esté mejor posicionado entre Miguel Ángel Mancera y Jaime Rodríguez”.

El doctor, sin echar un vistazo a los apuntes que lo ubican a la baja en la Ciudad de México, ya anda metido hasta las manitas en la disputa presidencial, y lo hace sin remilgos.

Los problemas de la metrópoli no le quitan el sueño. No le importan mucho, porque dejó el grueso paquete de los conflictos citadinos a sus subalternos más eficaces, diestros en marrullerías, descontones y golpes bajos. En primer lugar, a Héctor Serrano Cortés, ex secretario de Gobierno y hoy secretario de Movilidad, cuya perniciosa tradición de golpeador bajo la mesa, concita el temor de los funcionarios más encumbrados de la ciudad.

Serrano no maromea vanamente por las ramas y ahora se dedica a acosar delegados. Es señalado como secreto inspirador de Rubén Venadero en la “toma” de la Delegación Tlalpan, hace cinco días, donde Víctor Manzanares y su Congreso Popular y Ciudadano, clausuraron la entrada del edificio y pusieron en un brete a Clara Sheinbaum.

De unas semanas para acá, hostiga con avioncitos de papel, con lluvia de cáscaras de naranja y robo de mochila a Ricardo Monreal, y éste, sensible y con el corazón ofendido, declaró al diario La Razón (8-5-16), con un lenguaje mesurado: “No conviene la confrontación, aun cuando yo soy de los que sostiene que en política un pleito no es bueno ni ganado, y no me gustaría enfrentarme con los compañeros de una expresión política en la que yo he estado desde 1997”.

Mancera, en brazos de Serrano, tiene garantías de privilegio, sobre todo a la hora de confrontar, no de resolver, los problemas más escabrosos de la Ciudad de México; con este respaldo, se dedica a trabajar tranquilamente para su futuro, al lado de Alfaro, El Bronco et al. La talacha que menos le importa, la de la ciudad, ya está respaldada.

Esta postura cómoda, de adolescente ingrato, angustia a quienes piden dentro del PRD que el jefe de Gobierno se defina, porque corre el tiempo del 2018 y el partido se disuelve, los Chuchos envejecen, los nuevos cuadros se corrompen, y deserta la militancia para irse a Morena o para recluirse en casa.

 

La porfía de Mancera. ¿Quién quita?

Mancera siempre tiene interés en mantener un pie en el PRD del DF, pero advierte que internarse en el Comité Ejecutivo Nacional, es labor sin sentido y sin fondo. Es mal negocio, porque “Los Chuchos, […] no sólo perdieron a Navarrete: su grupo ha entrado en un proceso de degradación que, de acuerdo con fuentes del propio partido, los puede relegar por completo.

“Actualmente, el PRD tiene 25 integrantes en su Comité Ejecutivo Nacional (CEN) y sólo ocho pertenecen a la corriente encabezada durante más de dos décadas por Ortega Martínez y Zambrano Grijalva; 16 son parte de un bloque que no comulga con ellos, y otros dos votos –el del presidente nacional y el del secretario de finanzas– tampoco operan más con los Chuchos” (Shaila Rosagel, en SinEmbargo 6-5-16).

El Dr. Mancera se da a la vida, porque no tiene cimiento en su morada adoptiva. No ve en el PRD una garantía sólida para sus emprendimientos presidenciales; su desdén hacia la institución partidaria que lo aupó, lo revela como un traidor con muchas horas de vuelo. Dice Martín Moreno (6-4-16): “Mancera no sólo le ha clavado puñales a Ebrard por la espalda, práctica común en la política y que ni debería de extrañarnos. Lo grave, es que esos puñales también atravesaron el corazón del PRD, partido que, quiera o no reconocerlo Mancera, lo apoyó con todo en 2012 hasta convertirlo en Jefe de Gobierno”.

Miguel Mancera encontró muy temprano una fórmula para sobrevivir entre trogloditas de la política, hasta amansarlos. Hace como que sí, pero no. Dice que cuándo pero no dónde. Y mientras finge perplejidad, teje a su favor y sin reserva con el sacrificio de los demás. En efecto, esta receta es tan vieja como la tía Canuta, pero le ha dado resultados.

Mancera, finalmente, no es un ideólogo ni innovador de la política, es un pícaro que entendió muy bien la movida y ahora sabe jaquear con maestría. Los Chuchos lo consideraban un bulto político para manejarlo, pero pronto lo tendrán que lamentar. ■

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