La semana pasada escribimos en estas mismas páginas sobre el libro de John F. Kennedy Perfiles de coraje, en el que tomamos como referencia la magnífica definición de Ernest Hemingway: gracia bajo presión. Pues bien, el domingo 10 de diciembre pudimos ser testigos de un perfil que se define, de hace muchos años y posiciones, a partir de su carácter de valentía para asumir posiciones que, tal como los describía en su momento el Senador Kennedy, pueden costarle a sus promotores adversarios en todos los campos. Me refiero desde luego a la zacatecana Julieta del Río. Vaya una nota que clarifique mi conflicto de interés: le aprecio, le admiro y camino hace años, por distintos senderos, pero en paralelo, con ella y sus causas en materia de rendición de cuentas y vida pública.
Julieta dio muestra, como lo ha hecho antes, de no temer asumir una posición en la que cree, y a la que se siente dispuesta a defender en congruencia con sus ideas. El domingo no fue la excepción, renunció a su legítima (muy legitimada) aspiración de presidir el órgano garante nacional en materia de transparencia y protección de datos personales, para apostar por la construcción de consenso necesario al interior del pleno de dicho instituto, pero no a cualquier costo.
Eso estimado lector, es política. Dado que la política no es la búsqueda del consenso a toda costa, sino la gestión del conflicto a través de vías institucionales (como las denuncias ante instancias competentes).
Con su postura y otras participaciones en medios, también mostró que, desde el INAI, también se apuesta por la cultura democrática del debate. No podría ser de otra forma y es valioso por sí mismo: El INAI es quizá la expresión más acabada de las instituciones que trajo consigo nuestra transición a la democracia, por lo que, su deber mismo por naturaleza es no rehuir de las características de dicho sistema, el democrático, sino ir construyendo escuela a la ciudadanía y actores políticos en general de cómo se pueden tener desacuerdos y no por ello romper la fuerza con que actúan este tipo de instituciones.
Los órganos constitucionales autónomos no pueden ni deben ser una expresión apolítica de la administración pública, tal cosa es imposible por definición misma. La cosa pública conlleva necesariamente política. Los llamados OCAs, son una expresión de la iniciativa de la sociedad civil mexicana por acotar el presidencialismo que vivimos en el siglo XX.
Desde luego, está en el contexto la iniciativa por desaparecerlos. Lo mejor que pueden hacer dichas instituciones es luchar y ganar legitimidad social, a través de creatividad, innovación y disrupción. La misma Julieta del Río había presentado un plan de trabajo que apostaba por esto, visionaria y sensible a la agenda pública, no pasaron ni veinticuatro horas en que el vaivén mediático y político le diera la razón. Así es siempre: se adelanta y avanza a un ritmo que no siempre es seguido por colegas, compañeros o aliados.
Cabe pues aquí el reconocimiento a Julieta del Río por su perfil de coraje, auténtico y no de ahora, sino de siempre.
@CarlosETorres_
