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viernes, 17 mayo, 2024
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La ilustración zacatecana más radiante que nunca

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

  • Historia y poder

De las razones más puras que tiene el pueblo zacatecano para seguir hacia adelante, lo ha sido su calendario histórico en donde quiso abatir la patria egoísta y la explotación descarada en la que el pueblo sufría el encono, la malicia, la guerra civil y el desdén hacia el futuro de los pobres para que tuvieran trabajo digno y permanente, no las limosnas ni mucho menos  el discurso del cinismo y la camarilla a ultranza persiguiendo al presupuesto para sus  fines muy mezquinos y particulares.

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A la muerte del poeta Ramón López Velarde acaecida el 19 de junio de 1921 y a escasos 52 días de haber terminado uno de los poemas más bellos de la lengua castellana La Suave Patria-poema que recitaban tiempo después los poetas Jorge Luis Borges y Pablo Neruda-, la consternación nacional y mundial se dejó ver en múltiples comentarios que exaltaban la patria chica zacatecana que lo vio nacer y forjar en una época de tumultos, altas traiciones, pero también de una prosapia elegante, sabia y fecunda de sus moradores centenarios.

Historiadores nacionales como Silvio Zavala y Fernando Benítez citaron en sus magnas obras una y otra vez las magníficas culturas indígenas que cohabitaban nuestras tierras antes de la llegada histórica de los conquistadores españoles y en donde subrayaron los renglones en  el que nuestras naciones indígenas eran aguerridas pero también milenarias, acosadas y acosadoras, fervientes en la chamba y la edificación de complejos habitacionales místicos y de guerra, destacando los zacatecos, los caxcanes, huachichiles y guamares, superando los 300 mil habitantes en un terreno por demás frugal y lleno de climas por someter.

Ello nos debe sentir siempre orgullosos que nuestra gente tiene en su código genético la cultura del esfuerzo que le dieron sus manos callosas en el campo y la minería, en el cultivo y el arreo, la artesanía y el empleo digno, así, miles de historias paralelas encumbraron las cúspides de las revoluciones y los tumultos pese a los exterminios en masa, el monstruo de las epidemias en las insalubridades atestadas, de  la Quemada hasta Nicaragua “hasta aquí el Anáhuac”, la supremacía india a través de los siglos.

Zacatecas: un pueblo que sonríe, un pueblo en su ritual mexicanero  en la abundancia de dones y sus fiestas religiosas o cívicas, el asombro cotidiano ante el desfile de sus héroes, los ojos azules espantados de sus amos y déspotas que huían cargados de botines muy  saqueados de las prodigiosas minas y del esfuerzo de miles que quisieron siempre sobrevivir las intemperies, los fríos congeladores, así, máscaras y bailes, fogatas y francachelas, los códigos municipales del buen orden ante tanto mestizo emocionado y aludido, vilipendiado o afligido.

Zacatecas era pues una ciudad nacional y mundialmente conectada por todos los caminos:urgente resolver los abastos de víveres para miles de mineros y familias españolas y de otros países que se aposentaban convirtiendo los días en semanas y en meses y en años en que perseguían las riquezas, es así que las grandes extensiones de tierras hostiles prácticamente desconocidas eran la noticia nacional de todos los días por los continuos asaltos a las carretas tan soñadas: 6 virreyes tuvieron que afrontar desde el famoso Luis de Velasco hasta el Loco Calleja la osadía de los chichimecas en no doblegarse y a la vez, degustar de tan extrañas comidas y piezas extravagantes como espejos y peines o telas de muchas lugares del mundo.

Al paso de los años nuestra ciudad y estado le dieron fama a un  México abarrotado de promesas pero también de peligros, así surgieron nuestros primeros poetas clérigos, pensadores o evangelizadores capaces de nunca doblegarse ante lo rudo de los caminos y la ilustración zacatecana tomó bríos: arquitectos, artesanos, ingenieros, militares, pensadores y músicos, artistas nacionales de fama mundial y batallas, hechos militares, científicos, o sea, la osadía de los tiempos cumplidos al pie de la letra.

En el censo de 1940, en nuestro país dormían 13 millones de mexicanos en el suelo, 7 millones usaban calzón blanco, seis caminaban descalzos, cuatro millones usaban huaraches y 9 millones usaban zapatos. ¿De las cifras de nuestro Zacatecas que se sabe? Saquemos conclusiones, cuando a los descamisados se les pagaban jornales del miedo, lo que los arruinaba dejando los hogares pues desde1942 a 1964, más de 250 mil zacatecanos fueron contratados para trabajar como semi –esclavos en los Estados Unidos de Norteamérica.

Mientras tanto la singular tarea de nuestros rigores: Dámaso Múñeton y sus diseños y construcciones impactando la vista del mundo desde los recodos jerezanos, Refugio Reyes y su arquitectura popular autodidacta, la gleba de periodistas y librepensadores, el enorme caudal de artistas plásticos, arqueólogos, humanistas, abogados nacionales, músicos deslumbrantes acorde a la fertilidad de una tierra que es orgullo nacional en todos los causes y en todos los caminos.

A la muerte del músico Manuel M. Ponce el 24 de abril de 1948, a sus 66 años, culminaba una intensa labor musical que asombró al mundo por  la gran armonía y belleza de sus obras, el fresnillense que mas allá de un decreto del destino, logró despertar la admiración en todos los sentidos por la crítica mundial y en especial de los círculos musicales alemanes y austriacos, además de los italianos, donde tenía una gran aceptación y fama por su acendrado nacionalismo y parteaguas para los compositores del mundo. Ilustraba pues el entorno inmediato fresnillense.

En escasos 270 años se cumplirán 2 mil años de fundada la gran odisea indígena de La Quemada, lugar emblemático de las etnias zacatecas y que lograron por espacio de 1500 años expandir el conocimiento y la certeza de que las hordas chichimecas no eran nómadas sino sedentarios en un paisaje donde la observación astronómica, el cultivo del maíz y el frijol, la calabaza y la papa, logró que pasaran a la historia como soporte de otras rutas trashumantes indígenas como la de los tenochcas.

La región de los cañones de Zacatecas ha sido portento de innumerables historias en donde sus antiguos pobladores convivían en las armas de la guerra y en contra de su cruel exterminio; Teul, Tlaltenango, Teocaltiche y Juchipila fueron asentamiento de todas las fases caxcanes que despertaban  asombro por sus complejos sistemas políticos y que ante la abundancia de matanzas y “violencias de todo tipo” lograron aliarse finalmente a los ejércitos españoles y sus poderosas razones de expandir el agiotismo, la explotación vil y descarada y obligada de la mano de obra indígena en las profundas minas anegadas.

Me platicaban azarosos don Luz Martínez y don Manuel Rodríguez, nonagenarios del municipio de Genaro Codina, que estando jóvenes se organizaban para matar o atrapar o alejar a las manadas de lobos hambrientos que asolaban su población y sus animalitos. Don Luz me dijo que ponían toda clase trampas o de plano los enfrentaban con piras de fuego. Acotó que un día se enojó con el gran Antonio Aguilar que le prestó un caballo y que el corcel se alebrestó por culpa-dice el-de don Antonio y que incluso fue objeto de un regaño muy serio de parte del charrrocantor, a lo que don luz le espetó que el culpable era él, señaló que ambos sacaron sendas pistolas, pero que no pasó a mayores.

Insisto en que batallo mucho para editar mi libro 5 mil palabras por la Toma de Zacatecas, son datos insólitos y vistos de otra manera de ese acontecimiento que hoy es motivo de jolgorios, discursos y diplomas. Quién sabe. ■

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