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domingo, 28 abril, 2024
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Julián Torres, pionero en la creación de rompecabezas de metal en el estado

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Por: RAFAEL DE SANTIAGO •

■ El oficio lo aprendió de su abuelo; buscaba obtener dinero de las piezas que elaboraba

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■ Sus creaciones pueden servir como terapia para ejercitar el cerebro, señala artesano

La pobreza hizo que Julián Torres creara sus propios juguetes, utilizando su imaginación y materiales como botes de aluminio, hilos y pedazos de madera. Actualmente, hace lo mismo y se ha convertido en un personaje de la entidad, creando rompecabezas que son un reto para la mente humana.

Julián Torres Domínguez es originario de la Ciudad de México y a sus 61 años de edad mantiene vigente el oficio que le heredó su abuelo paterno, y el cual aprendió siendo pequeño: hacer rompecabezas de alambre.

A los 8 años, su abuelo le enseñó a elaborar estas piezas, y ambos salían a las calles a venderlos. De toda su familia, fue el único que aprendió a trabajar el alambre, pues su padre y sus hermanos no mostraron interés por aprender.

“Hubo un detalle que hizo que mi abuelo se fijará en mí. Yo de niño no tenía juguetes, así que no me quedaba de otra que inventármelos. Por ejemplo, doblaba las corcholatas a la mitad, y con eso tenía un silbato. A los botecitos de leche o chiles, y les quitaba la tapa y con un hilito y un palito creaba un balero”, menciona Julián.

Recuerda que con dos corcholatas aplanadas, y con un hilo, podría hacer gallitos peleadores. También jugaba con zancos que elaboraba con dos botes de chile, los cuales perforaba y les colocaba un hilo largo; y con zacate hacía aviones y barcos.

Su adolescencia la pasó aprendiendo a elaborar figuras, técnicas y creando nuevos modelos. Con ello apoyaba a la economía familiar, pues seguía dedicándose a comercializar sus piezas junto con su abuelo.

Al fallecer su abuelo, fue el único de la familia que decidió que se dedicaría a vivir de los rompecabezas de alambre. Con el tiempo, él mismo creaba nuevos diseños diferentes a los que su abuelo le había enseñado.

Julián acudía tres veces al año a Zacatecas, pues aquí vivía su abuela materna y aprovechaba temporadas como la feria, Día de Muertos y Semana Santa para salir a vender sus piezas de rompecabezas, juguete nuevo para muchos zacatecanos.

Aunque era una atracción nueva, Julián antes de vender una pieza, explica a los compradores de qué manera pueden resolver la figura, pero dice que esto va a depender también de la habilidad e inteligencia de cada quien.

Fue en esas visitas que conoció a quien ahora es su esposa. Esto lo motivó a vivir en Zacatecas y dejó la Ciudad de México a la edad de 22 años. En la capital, vivió durante dos años en un hotel de la avenida Hidalgo.

Para elaborar sus rompecabezas, Julián solamente necesita unas pinzas, alambre, palos de madera y algunas cuentas de colores. Algunos le llevan hasta 15 minutos en elaborarlos, otros en menos de cinco minutos.

Entre sus figuras están bicicletas, cocodrilos, dinosaurios, patos, aviones, letras del abecedario, pistolas. Tiene piezas con diferente nivel de dificultad, están los sencillos, dificultad media y los que son difíciles y tiene 550 modelos diferentes.

“Ahora la televisión y la tecnología les han robado la imaginación a los niños. Ahora todo quieren hacerlo inmediato, jugar videojuegos o en un teléfono en donde sólo mueven los dedos. Por eso este tipo de juegos como el rompecabezas, tienen el propósito de hacerlos pensar. La finalidad es enseñarles a los niños y adultos que no se rindan ante un problema y que las cosas con dedicación y paciencia pueden lograrse”, dice Julián.

Dice que la gente al pensar cómo sacar la pieza, ejercita su mente, y eso puede ser una terapia para ejercitar el cerebro; además de ser una terapia ocupacional. Incluso un médico le comentó que era un remedio para prevenir el Alzheimer.

Incluso hay padres de familia que usan los rompecabezas que les compran a sus hijos, para sacar el estrés de la monotonía del trabajo, y le confiesan a Julián que esto les ayuda incluso a recordar tareas pendientes que se les llegan a olvidar.

Lamenta que sus hijos no piensan aprender a elaborar rompecabezas, aunque tiene la esperanza de que uno de sus nietos siga sus pasos, y no se pierda la herencia que heredó de familia, pues esto es un oficio noble que busca que las personas pasen un buen rato, se entretengan y se diviertan.

Para Julián, sus piezas y sus creaciones son parte de su vida, y ha sido su modo de vivir, pues de este oficio ha logrado sacar adelante a sus hijos, darles estudios, alimento y vestido. Además de que ama su trabajo.

“Yo creo que hay que amar lo que hacemos. Y es lo que debería hacer la gente, no buscar un trabajo que te obliguen a hacerlo, sino encontrar algo que hagas con alegría. Mientras no estoy vendiendo sigo haciendo figuras. Cuando salgo hasta a mis citas al seguro me llevo mi alambre para trabajar, al cabo se tardan en atenderlo a uno”, menciona Julián.

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