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domingo, 19 mayo, 2024
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Malala: contra los talibanes del horror y por la educación

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Por: LUIS ALBERTO BARQUERA • Araceli Rodarte • Admin •

En estos días aciagos, entre los más largos y tristes de nuestra historia, me alegra y me ilumina el día la figura de Malala Yousafzai, la niña paquistaní que se llevó un tiro en la cabeza en 2012 por ejercer su derecho a la educación y que ahora recibe el premio Nobel de la Paz. Atesoro algunas de sus ideas:

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  1. “Teníamos dos opciones, estar calladas y morir o hablar y morir, y decidimos hablar”.

Tenemos una larga historia de crímenes y corrupción que se realimenta cada minuto que pasa.  Nuestra bola de nieve cada vez es más grande y más negra. Lo que pasa hoy, no es cosa de ayer ni de antier, sino de la noche de nuestra historia, de la falta de democracia, de la falta de controles institucionales, del incumplimiento de la ley y la impunidad.

No han sido suficientes innumerables recomendaciones de las Naciones Unidas al gobierno de México, tampoco las incontables voces que han señalado la injusticia desde el poder.

Por otro lado, continuamos con una desigualdad insostenible, que sin embargo continúa todos los días como si nada pasara.

Guerrero es el estado 31 en materia de garantía de derechos de niños, niñas y adolescentes, de acuerdo con el Semáforo Municipal de los Derechos de la Infancia; el 32 es Chiapas. Sólo en Guerrero 215, 862 niños, niñas y adolescentes de 5 a 17 años permanecen fuera de la escuela.

Algunos de los que logran traspasar la barrera de la educación básica y la media superior, así como de la muerte prevenible, sólo tienen la opción de la Normal de Ayotzinapa: parte del mundo sin opciones para los jóvenes de Guerrero es la “opción” de este fósil viviente, en lugar de una opción educativa de calidad que signifique un horizonte de futuro para ellos y sus familias.

Es cierto que son muchos años de acumular barbarie e injusticia. Entre hablar o morir, decidimos hablar.

  1. “La mejor forma de luchar contra el terrorismo y por la educación es a través de la política. Por eso lo elegí, porque un médico solo puede ayudar a una comunidad, pero un político puede ayudar a todo un país”.

La mejor forma de luchar contra la narcopolítica y la desigualdad educativa es la política del constitucionalismo de los derechos.

Nuestro referente es el artículo 1º constitucional. Nuestra obligación es la lucha pacífica, si es que no queremos reducirnos a bestias.

En este sentido, la Ley General de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes, que esperamos se apruebe en la Cámara de Diputados, es un instrumento que nos acerca, después de 25 años, a las disposiciones de la Convención de los Derechos del Niño, y a un marco legal que puede dar lugar a la construcción de sistemas nacional, estatales y municipales de protección integral de los derechos de niñas, niños y adolescentes, y de medidas especiales de protección cuando sus derechos han sido vulnerados.

Lo más relevante es que el Senado se abrió y el debate ocurrió. Esto es un buen ejemplo de lo que podemos lograr y de lo que debemos hacer en los distintos ámbitos de la vida nacional.

El artículo 1º constitucional, y ahora Ley General de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes, nos deben ayudar a transformar el país.

La garantía de los derechos humanos es la regla a la que deben someterse los titulares de deberes: desde el Presidente de la República, pasando por los operadores de la seguridad y la justicia, hasta cualquier otro funcionario del gobierno con una responsabilidad pública. El gobierno está obligado a garantizar educación para todos y todas. A los ciudadanos, los titulares de derechos, nos toca demandar la garantía de éstos, impulsar el debate, transformar a los partidos políticos, enriquecer la vida pública y exigir una educación de calidad.

  1. “Los terroristas pensaban que podrían cambiar mis objetivos y frenar mis ambiciones, pero nada cambiará mi vida excepto esto: la debilidad, el miedo y la desesperanza. La fuerza, el poder y el valor nacieron”.

La debilidad, el miedo, la desesperanza nos inmovilizan como sociedad. La idea de que no se puede hacer nada para cambiar a México es falsa, pero se hace verdad cuando dejamos que prospere con el alimento de la indiferencia, la ignorancia, la estupidez y la complicidad con la corrupción. Ahí está Elba Esther Gordillo, una criatura que el Estado creó y la corrupción engordó, al igual que a innumerables monstruos llamados gobernantes, funcionarios y policías talibanes del horror, como los de Guerrero, por ejemplo, mientras nos quedábamos mirando.

Si me preguntan, me siento débil, muerto de miedo, sin esperanza.

Pero también, si me preguntan, no puedo quedarme cruzado de brazos. ¿Por qué? Por ejemplo, no acepto que la CNDH reconozca 24,800 desaparecidos y sólo haya emitido 17 recomendaciones.

No acepto como sinada que en Guerrero, en 2012, 30.6% de las muertes de adolescentes de 12 a 14 años y 60.4% de 15 a 17 años fueran causadas por homicidio. No lo acepto porque cuando escucho la voz de Marie Claire Umuhoza, de Rwanda, acuso de recibido a la pregunta: “vosotros, que sois miembros de la humanidad, ¿porqué habéis dejado que pasara esto?”

No acepto que tengamos más de 6 millones de niños fuera de la escuela y que muchos de los que asisten no aprendan en ella. No acepto que no se trasladen los recursos humanos y financieros a donde más se necesitan. ¿En qué se gasta el dinero de México?

No lo acepto porque aquí tengo a mi hijo y a mi hija, a mi mujer, a mi hermano y a mis hermanas, a mi abuelo, a mis amigos y a mis amigas, a mis compañeros y compañeras de lucha.

Gracias, Malala,  porque me convoca el candor de tu valor: “La voz tiene poder (…) no se trata de combatir el terrorismo con la violencia sino con las palabras”.

Ojalá nos alcance hablar, hacer política, usar nuestra palabra para hacer de México un lugar decente para vivir. Lo primero es decir NO, NO acepto que esta sea la normalidad de la vida, que se repartan inequitativamente las oportunidades educativas y que nuestro destino lo forjen los talibanes del horror. Si no nos alcanza, como a muchos que murieron en el intento, por lo menos podremos decir que no fuimos cómplices de matar y de tirar a la basura el potencial de millones de niños y niñas de México. ■

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