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sábado, 18 mayo, 2024
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Sí, sí es discriminación

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL • admin-zenda • Admin •

No se engañen. Decir los heterosexuales sí pueden, y los homosexuales no, es discriminar. No hay más. Asumir que una preferencia sexual define a una persona, que eso lo convierte en apto o no apto para algo, es un juicio y también una discriminación.

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Tienen derecho a pensarlo sí; tienen derecho a decirlo, quizá; depende del dónde, del cómo, del por qué y del para qué, pues el derecho a libertad de expresión no es equivalente al derecho a discriminar.

Tienen derecho a hacer una marcha para decirlo, no lo sé. Después de todo se trata de presionar para que se le niegue derechos a una minoría. Pero supongamos que sí, que pese al artículo primero de la constitución que reza: “queda prohibida toda discriminación motivada por (…) las preferencias sexuales, (…) o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas”, tienen derecho.

¿Alguien los molestó?, ¿Los reprimió la policía? ¿Los medios fueron presurosos a interrogar a los automovilistas a los que les bloquearon el libre tránsito?, ¿les impidieron los granaderos llegar a las plazas públicas como se hace con maestros, campesinos, y demás grupos sociales con algo qué reclamar?, ¿les echaron agua, o pintura, o los balearon como ha ocurrido con marchas del orgullo gay? No, en lo absoluto.

Las protestas en respuesta a la marcha que organizó el Frente Nacional por la familia se limitaron a expresiones en redes sociales, manifestaciones pacíficas y un besotón en Yucatán entre activistas homosexuales. Una respuesta absolutamente moderada y pacífica de quienes ven atacados sus derechos con estas marchas, como lo confirma la Comisión Nacional para Prevenir la Discriminación (ver… http://www.conapred.org.mx/index.php?contenido=boletin&id=901&id_opcion=103&op=213 ).

Dicen que el asunto no era contra los homosexuales, sino a favor del “diseño original de la familia”, cualquier cosa que eso signifique. Dicen que la idea es “proteger” a la familia pero no explican de qué, o de quién.

¿Qué familia tradicional está siendo atacada?, ¿a quiénes les están diciendo que no son una forma válida de familia?, ¿cuántos homosexuales, transgénero, transexuales o bisexuales han salido a marchar para decir que los heterosexuales están enfermos, desviados, desorientados, o desequilibrados?, ¿quién ha emprendido una campaña para decir que la familia tradicional es antinatural, o que los heterosexuales no deberían de tener hijos por “su estilo de vida”? No hay a la fecha, y esperemos que así siga, nadie que haya muerto por divulgar estas ideas como sí hay quien ha sido asesinado por tener una orientación sexual distinta. ¿Quién entonces es el que necesita protección?

Reitero, no se engañen. El Frente Nacional por la familia ha manifestado abiertamente que la organización de las marchas que se logró en 75 de las 110 ciudades que pretendían, busca frenar la reforma que permitiría acceder al matrimonio igualitario.

El principal argumento es su preocupación de que las familias homoparentales adopten, pues aseguran que un hijo merece un padre y una madre. Ignoran que entre los requisitos para la adopción NO está ser heterosexual, y tampoco estar casado. Si una persona homosexual se interesara por adoptar, en este momento lo podría hacer si pudiera satisfacer los exigentes criterios que se utilizan para determinar quién es apto y quién no.

Ignoran quizá que el mayor interés por facilitar el matrimonio igualitario en todo el país como lo ordenó la Suprema Corte de Justicia de la Nación, es permitir el acceso a todos los derechos que da contraer un matrimonio civil, que incluye poder dar seguridad social a la pareja, compartir créditos en Infonavit, recibir pensión en caso de fallecimiento del otro, ser el familiar responsable en caso de accidente, herencias, y un largo etcétera.

La puerta de acceso para todos esos derechos es el matrimonio. Sí, esa palabra construida social e históricamente y de la que nadie puede sentirse dueño con el mismo egoísmo con el que una niña odia a su tocaya por sentir que ésta usurpa su nombre.

Los matrimonios igualitarios son asunto civil en el contexto de un Estado laico. Nadie está solicitando a una religión u otra que acepten la unión entre personas del mismo sexo. La exigencia es que se le permita a un sector acceder a eso independientemente de las creencias religiosas (ideológicas también) de cualquier grupo.

No obstante, esto no significa que la discusión sea entre ateos y religiosos. La gran mayoría de quienes están a favor de los matrimonios igualitarios -tengan preferencia sexual por sus congéneres o no- son creyentes. Y algunos de ellos hasta pertenecen a la estructura formal de sus respectivas iglesias.

Es el caso de Guimel, el grupo LGBT judío que participa en la marcha del orgullo gay con una bandera arcoíris con la estrella de David al centro, de la Comunidad Cristiana de Esperanza, iglesia Cristiana que se pronuncia en sus redes sociales a favor del matrimonio igualitario, y también de algunas figuras destacadas de la iglesia católica como el presbítero David Fernández, rector de la Universidad Iberoamericana.

A ellos habrá que sumarse la voz de Raúl Vera y Alejandro Solalinde, quienes se han pronunciado contra la homofobia y no salieron esta vez a las calles, pero lo han hecho muchas otras veces para apoyar a trabajadores en lucha sindical, migrantes, o perseguidos políticos.

Por si estos no fueran suficientes, el Papa Francisco, el mismo que “le hizo el feo” a Norberto Rivera en su visita a México ha sido el primero en decir que él, máximo jerarca de la iglesia católica, no es quién para juzgar a los homosexuales, y ha afirmado que los cristianos les deben una disculpa a ese sector por su actuar discriminatorio a lo largo de la historia.

Pero nada de esto parece importarles a quienes entre el ejemplo de Bartolomé de las Casas y el de Tomás de Torquemada prefieren al segundo. La historia los pondrá en su lugar. Quizá Dios también. ■

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