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viernes, 10 mayo, 2024
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Felicidad

■ No hay un camino a la felicidad, la felicidad es el camino. Buda Gautama

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Por: ÁLVARO GARCÍA HERNÁNDEZ •

La felicidad constituye hoy una aspiración ofertada como un bien limitado que se logra por instantes, a cuentagotas y aisladamente; pudiéramos ubicarla como un anhelo poco palpable por el común de la gente o predestinada solamente para algunos mortales con cierto grado de iluminación. Históricamente hemos sido instruidos más para el sufrimiento que para la felicidad; erróneamente, y como estrategia de contención social, algunas corporaciones políticas y religiosas, han preestablecido al dolor como mecanismo para acceder a la gloria, a la eternidad y a la supremacía espiritual. Paulatinamente la generación de la tristeza tendrá que ir cambiando, al igual que el discurso y la forma de controlarnos, ya que la felicidad será reclamada por la población cuando se convenza de que ésta es posible en grandes magnitudes y en esta misma vida terrenal sin mediar sacrificios extraordinarios o poseer virtudes casi celestiales. Haciendo una regresión histórica, para Platón la felicidad es posible en la medida que el hombre pueda contemplar la esencia de las cosas, lo cual se refiere a ver con el intelecto más allá de la ilusión que nos ofrece nuestros sentidos; su discípulo Aristóteles consideraba a la felicidad como el Bien Supremo del hombre y el fin al que, naturalmente, todos estamos inclinados; Kant la definía como el estado de un ser racional en el mundo, al cual, en el conjunto de su existencia, le va todo según su deseo y voluntad. Para el Budismo Tibetano, las cinco reglas de la felicidad son: libera tu corazón del odio, libera tu mente de preocupaciones, vive humildemente, da más y espera menos; en el hinduismo los devotos de Ganesha invocan el siguiente mantra para alcanzar la felicidad: Om Dvimukha Ganapataye Namaha. De acuerdo con Sócrates, el secreto de la felicidad no se encuentra en la búsqueda de más, sino en el desarrollo de la capacidad para disfrutar de menos, para este pensador griego, la felicidad no viene de recompensas externas o reconocimientos, sino del éxito interno, por lo que al reducir nuestras necesidades apreciaremos, con mayor claridad, los placeres más simples. Para el filósofo chino Lao Tzu, si estás deprimido, estás viviendo en el pasado; si estás ansioso, estás viviendo en el futuro, y si estás en paz, estás viviendo en el presente. Tzu afirmaba que la razón de la felicidad es vivir el presente, ya que los que piensan en el mañana o evocan con nostalgia el ayer, sólo provocan vivir con estrés y dejan de disfrutar el momento y la verdadera existencia. Regresando a lo terrenal, en el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, del 26 de agosto de 1789, se dice que: considerando que la ignorancia, el olvido o el menosprecio de los derechos del hombre son las únicas causas de las calamidades públicas y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer, en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre, a fin de que esta declaración, constantemente presente para todos los miembros del cuerpo social, les recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes; a fin de que los actos del poder legislativo y del poder ejecutivo, al poder cotejarse a cada instante con la finalidad de toda institución política, sean más respetados y para que las reclamaciones de los ciudadanos, en adelante fundadas en principios simples e indiscutibles, redunden siempre en beneficio del mantenimiento de la Constitución y de la felicidad de todos. En datos más recientes, tenemos que la ONU ha determinado que el mejor método para medir el progreso y la calidad de vida de un país es la felicidad de sus habitantes; se remembró al país Bhután, quien introdujo en los 70 el “Índice Nacional Bruto de Felicidad”, para determinar el bienestar y el progreso de un país en oposición al PIB. El citado índice integra la medición de los niveles de salud pública, la estabilidad laboral, la calidad del medio ambiente, así como el goce pleno de los derechos humanos. En este contexto, México necesita visualizar en el futuro inmediato a la felicidad como una estrategia de desarrollo integral y sostenible; el gobierno y la población deben tener como fin fundamental de su actuación y su diario acontecer, lograr plenamente la felicidad para lo cual, la inseguridad, la corrupción y la pobreza, serán las pestes a exterminar si se quiere lograr dicho cometido. Ya en lo individual, vivir el presente y reducir las expectativas de acumulación nos puede ayudar construir un nuevo paradigma de felicidad que nos haga sentir plenos y en armonía con nuestro entorno. 

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