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viernes, 3 mayo, 2024
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Las becas se convierten en un vicio cuando no hay vocación para el arte, afirma escritor

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Por: ALMA RÍOS •

■ Se genera una burocracia, ciertos formatos y opciones sólo para ciertos géneros: Espartaco

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■ El Estado debe abrir convocatorias sin corruptelas y elegir obras para su publicación

El pago de los derechos de autor a buen precio, la publicación de la obra y su distribución en escuelas y librerías, que “a mucha gente le puede parecer un sueño” ya existió en México, la colección Lecturas Mexicanas de la SEP, recordó para Acentos, Daniel Espartaco Sánchez (Chihuahua, Chihuahua; 1977).

El escritor de cuento, poesía y novela señaló como preferente esta opción a la asignación discrecional de becas o estímulos a los creadores, que propuso, se convierten “en un vicio cuando no hay vocación para el arte”.

Como puntilla para el análisis de la política del Estado mexicano de ofrecer estímulos a la creación artística, concretamente en el caso de los escritores, Navarrete Ortiz, jefe de Información de La Jornada Zacatecas y conductor de la serie, trajo a colación la lectura que analistas han hecho exhibiéndola como dañina al generar con su individualismo, una competencia “no siempre muy sana” entre la colectividad de escritores, provocar la homogeneización en temas y estructuras, y por tanto, producir “intelectuales orgánicos y estériles” que pierden su esencia como artistas, esto es, su capacidad de crítica.

“Si tú finalmente estás solicitando una beca no porque quieras crear una obra que vaya a tener una repercusión en tu entorno o en el país sino para tener dinero, de entrada estás en el camino equivocado”, dijo Daniel Espartaco.

Propuso el autor de Cosmonauta (Feta, 2011), un filtro que califique en estos casos si la obra puede ser relevante o tendrá una repercusión o importancia. Y acotó que es difícil medir la calidad literaria porque detrás de la selección de quienes tendrán una beca “hay un elemento humano”, gustos, ideas muy determinadas de los jurados.

En Argentina, trajo a colación, no existen becas a la creación artística, pero señaló, “los escritores tienen trabajo”.

“Yo he conocido escritores en Argentina que tienen un puesto en tal lado o en otro, es una sociedad que está diseñada muy diferente a la nuestra. Es mucho menos gente”.

El Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen (2005) en cuento por El Amor del milenio, habló de su caso personal, siempre subempleado, “nunca me han dado un puesto importante, siempre he cobrado por recibos” y como freelance, agregó, “nunca me pagan a tiempo, me pagan cuando quieren, lo que quieren”.

No hay en México una cultura de respeto al trabajo, sentenció, lo que genera una necesidad, ante la cual las becas tampoco son la solución, “en lo más mínimo”.

Expuso entonces su preferencia a que como política pública, antes de que se dé dinero por escribir un libro como actualmente sucede con las becas, el Estado abra convocatorias sin corruptelas, en las que se elijan obras para su publicación, actualizando lo que ocurría con Lecturas Mexicanas de la SEP, colección cuyo tiraje era de 100 mil ejemplares.

“Imagínate si yo vendiera 100 mil ejemplares de mi obra, yo no necesitaría ninguna beca”. Lo que implicaría difundir la buena literatura y sus autores. Y al tiempo compensar las inequidades del mercado como lo hacen los estados socialdemócratas.

Al respecto Carlos Navarrete aportó que se ha permitido desde las políticas públicas que el mercado se apropie de todo y haga trizas a los escritores en el mundo real de las ventas y las diminutos porcentajes por regalías, donde además, las pequeñas editoriales independientes han sido absorbidas por los grandes consorcios y desde las instituciones se promueve la homogenización y estandarización de la oferta
editorial.

“Es casi un onanismo extraño el que se vive entre los creadores, se leen y a veces ni se leen entre ellos y se quedan esos textos publicados en las bodegas de los institutos de cultura o las casas de cultura”, dijo el conductor de Acentos.

Los escritores estamos funcionando “como si fuéramos pequeños productores (…) llega una trasnacional gringa o española con una competencia desleal, con ciertos productos con los que no puedes competir”, comentó por su parte Daniel Espartaco.

El escritor dijo que la respuesta del Estado ante este escenario ha sido asistencialista más que una verdadera política pública donde se promueva la literatura mexicana y el arte en general, de manera efectiva.

Aunque las becas nacieron “de una idea positiva” generan una burocracia, ciertos formatos, y opciones sólo para ciertos géneros, lo que de entrada “limita a un espíritu creativo joven”, que quiere probar muchos otros.

Aquí dijo, “si tú como autor te casas con un género porque el Estado te dijo (…) entonces eres un autor que básicamente no vale la pena”.

Él mismo no está casado con una idea o género, pues escribe crónicas, historias, novelas, “pero hay gente que dice yo soy esto”, dijo.

Habría entonces qué ver hasta qué punto se escribe por vocación o como producto del “moldeo” de un sistema de becas, expuso, aunque acotó como difícil generalizar “todo este asunto”.

Ante la disyuntiva de escribir para tener una beca o por vocación, recordó Navarrete los casos paradigmáticos de Fernando Pessoa y Franz Kafka, quienes tuvieron trabajos burocráticos y aburridos, dijo, con los que se mantenían pero a la par mantenían “esa pulsión de escribir, de estar vivos a través de las letras”.

Si Kafka viviera ahora en México, respondió Daniel Espartaco, “sería un freelance” que se la pasaría como el protagonista de Un artista del hambre, que el propio autor checo escribió, “muy mal, sin tiempo para escribir” porque se la pasaría llenando solicitudes de empleo, recibos, declaraciones ante Hacienda, haciendo colas, etc., “porque no hay trabajo”.

Hay también gente que quiso escribir y cuando se vio confrontada con la realidad tuvo que escoger y optar por un empleo, “no sabemos quiénes son ellos hoy en día”. Pero asimismo los que hicieron ambas cosas.

“El asunto se vuelve personal” y los estímulos podrían servir “muy bien a alguien que verdaderamente” escribirá con o sin beca. Así contó una anécdota propia, en que luego de ser rechazado como becario cuando ya llevaba avanzado un libro, terminó publicándolo al ganar con él un premio.

“Entonces un amiga mía que había ganado la beca me escribió y me dijo: ¡Ay Daniel con ese dinero del curso ya vas a poder escribir tu libro de la beca. Le digo no, gané esto con el libro de la beca…sigo escribiendo, nada me va a detener. Y si hubiera perdido el concurso, porque he perdido miles de concursos, hubiera seguido escribiendo y hubiera publicado el libro de todas maneras”.

Las ventajas de fracasar…o temerle

al éxito “como a la peste”

Siempre se busca la publicación, ganar los concursos, las becas, los reconocimientos, “y por eso me acordaba de la frase de –Samuel-Beckett que me parece muy interesante: Da igual, prueba otra vez, fracasa otra vez, fracasa mejor”, dijo Carlos Navarrete para instar a la plática ahora sobre el tema del fracaso, que Daniel Espartaco ha abordado en el blog de Letras Libres.

Aquí el comentario del autor fue, “sí mira, yo cada vez que veo a alguien muy joven que se gana un premio o una beca no puedo sino sentir como una especie de…no sé cómo llamarlo…alegría malsana. No, pues este muchacho ya lo perdimos…”.

Finalmente agregó, el éxito temprano te lleva a ser acomodaticio, “es algo con lo que están de acuerdo muchos autores”.

Si se tuvo un éxito escribiendo un libro sobre ficheras, entonces el segundo se hará sobre judiciales… y en lugar de seguir un camino propio “vas a moldearte a los gustos de los demás y sucede con las becas, volviendo al tema”.

“¡Ah!, pues me gané una beca porque escribir un libro de poemas sobre decapitados por el crimen organizado, la gente te aplaudió, dijo –que- eres lo máximo y entonces seguiste con este tema pero no era tu tema, ¿no?”.

Por el contrario, el fracaso llama a buscar “tus temas y te vuelve como a prueba de balas”, además de encauzar hacia el camino propio. Mientras que “el éxito…siempre es por aquí –dijo aludiendo a una ruta impuesta-, hay que temerle al éxito como a la peste”.

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