Es un signo inequívoco que en estos días del último informe significativo del actual Gobierno estatal se vea incandescente la oleada de sangre que genera el crimen organizado en varios puntos neurálgicos del territorio. Recordamos la prioridad del gobierno al inicio de su administración: la seguridad pública. Y como un acto fáctico de evaluación a la política de seguridad aparecen cuerpos, cabezas e incontables episodios de extorsión a la población, no obstante los más de 5 mil millones de pesos invertidos en la construcción de las unidades regionales de seguridad, cuarteles y contratación de policías. Y ahora corresponde responder la pregunta: ¿para qué sirvió tan altísima inversión de recursos públicos? ¡Para nada! Pasaron los años y hoy mismo estamos invadidos por la misma negra amenaza. Los retos en la cobertura educativa se vinieron abajo con el ascenso de los ninis: 124 mil. Y en el caso del empleo, nos enfrentamos a un escenario parecido al Gobierno Federal con Ayotzinapa: la mentira. El gobierno de Peña habló de una verdad que ahora se ha caído en pedazos; y con el mismo signo en Zacatecas preguntamos: ¿los 30 mil empleos son la verdad histórica de la política económica del estado? En seguida surgió el desmentido, y se vio que no son más que 19 mil, y ni hablar de la calidad de los mismos. El común denominador es gasto ostentoso de los gobernantes, ventajas enormes para los inversores extranjeros y precariedad para los trabajadores y la población, además del explosivo crecimiento de los rumores sobre el enriquecimiento ilícito de diversos servidores públicos.
¿Cuántas asignaturas pendientes quedan? ¡Todas! La calidad de la educación se fue al sótano, las mediciones, especialmente en bachillerato, son un siniestro. A la UAZ ni se le apoyó ni se le exigió. Y las autoridades de la Máxima Casa de Estudios (que también hicieron su informe) padecen de los mismos síntomas: altos ingresos por no resolver nada. El enfoque de seguridad alimentaria en los programas para estimular la producción del campo no logró cambiar el régimen agroalimentario. Y el escenario del año próximo es muy difícil: los recortes son inminentes a un estado altamente dependiente de los recursos federales.
Son las circunstancias en las que arranca ya el proceso electoral para la renovación de la gubernatura, presidentes municipales y Legislatura. Los actores políticos ya están hasta pintando bardas. Ya dieron muestras de su obstinada voluntad de llegar al poder, pero ninguno ha presentado a la fecha un proyecto de desarrollo que muestre su voluntad de transformar la situación zacatecana. Desear el poder no es sinónimo de querer cambiar la realidad. Vendrá un proceso de dispendio de recursos públicos, compra de votos, acarreos, promesas vacías, basura en las calles con fotografías de políticos sonrientes y miles de spots atormentado nuestros oídos. Pero la esperanza —de que la clase política construya caminos a la prosperidad— seguirá guardada en la caja de pandora.
