La minería aparece en la historia de Zacatecas como fundadora: fueron las exploraciones mineras las que atrajeron población y regularon los asentamientos coloniales. Pero la minería no solamente fue importante en la colonia española, antes, se tuvieron importantes enclaves teotihuacanos de minería no-metálica. Es decir, la minería acompaña siempre la historia de Zacatecas. Sin embargo, ahora mismo esta actividad tiene varios cuestionamientos esenciales porque crece a base de inversión extranjera (fundamentalmente canadiense), sin impacto en el conjunto de la economía regional y sobre un modelo que los economistas llaman de “acumulación por desposesión”. Cosa que ocurre en gran parte de la minería en el mundo y que, por lo mismo, se cuestiona este tipo de formas de explotación de los recursos naturales que han llegado a la paradójica conclusión de calificar de “maldición” a la existencia de riquezas naturales en los países del sur del mundo global contemporáneo.
Hoy, Zacatecas tiene en los servicios y en la agricultura la base de su economía: esta última rebasa 25 por ciento del valor producido y una tercera parte de la población ocupada. En contraste, la minería se nota desligada de la economía del estado, ya que en Zacatecas no se produce lo más importante de su proveeduría sino las cosas secundarias como guantes o pequeñas piezas de molino; mientras los productos más importantes de maquinaria, equipo y refacciones son traídos de Estados Unidos y Canadá. Y no sólo: los tratos esenciales se hacen con Gobierno Federal (no con Godezac) y las actividades de la minería que aportan más valor agregado se hacen fuera de aquí. La extracción y beneficio se realizan aquí mismo, pero la fundición y afinación se hace en otros estados y en el extranjero. Cosa que ocurre también porque la pequeña minería (y para allá va la mediana) prácticamente está difuminada, y casi la totalidad de la presencia de esta industria es acaparada por los grandes consorcios globalizados. Estos últimos se llevan las grandes ganancias y dejan la sobre-explotación del recurso, contaminación de mantos acuíferos y sobre-uso de agua.
Así se pinta la injusta situación: las ganancias de las grandes empresas son enormes, y los daños ecológicos acompañados de desposesión de las comunidades campesinas quedan como herencia a los zacatecanos. La ganancia se transfiere a sus casas matrices dejando empobrecido el territorio; por ejemplo, según estudios de académicos de la UAZ, en El Peñasquito de la corporación Goldcorp (en Mazapil), el valor total de sus reservas puestas en mercado (de hace 5 años) ascendía a 40 mil 965 millones de dólares; el costo de producción después de impuestos era de 16 mil 135 millones de dólares; con ello, la ganancia neta por la explotación de este fundo minero sería de 24 mil 830 millones de dólares al término de sus operaciones (calculadas a dos décadas). Pues bien, el grueso de esta riqueza se va sus casas matrices y fuera de nuestro estado. Así, se comprende la trágica paradoja de tener tanta riqueza en el subsuelo con territorios empobrecidos. Es el efecto de los gobiernos neoliberales al servicio de las corporaciones multinacionales e indiferentes a sus pueblos.
