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sábado, 27 abril, 2024
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Breve historia no lineal de la UAZ

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO •

Si la UAZ es noticia, nos gustaría que lo fuese porque en ella se desarrollan actividades de investigación, docencia y extensión, no porque en ella se hacen fraudes. En Newsweeken español de 27/02/17 aparece un amplio reportaje titulado Universidades en el triángulo de la corrupción, que debe leerse junto a los que ya presentó La Jornada Zacatecas, en los que la UAZ es agrupada junto a todas las universidades que se han utilizado para robar al erario público. La mecánica del fraude es ya bien conocida: las agencias federales lanzan convocatorias para que las universidades presenten proyectos que puedan realizar, se les otorga el recurso pero las universidades no hacen el proyecto, subcontratan a menores precios empresas “fantasma” que no realizan investigaciones serias, sino plagios o cualquier otra cosa. Durante toda la trama el dinero se va repartiendo en diferentes cantidades, desde pequeñas hasta grandes a personas físicas y morales ajenas a los temas de los proyectos. En suma, se defrauda para robar. En la UAZ la pieza clave de la operación fue Edmundo Guerrero Sifuentes, director de la Unidad de Contaduría durante el rectorado de Armando Silva Cháirez y secretario administrativo de la UAZ con el Rector Antonio Guzmán Fernández. Al enterarse del asunto, Guzmán declaró que los convenios hechos en la administración de Silva Cháirez son “…responsabilidad de quien los ejecuta” (Imagen 20/02/17), i.e. de Edmundo Guerrero Sifuentes, a quien le comentó que debería retirarse de su cargo. A la fecha no lo ha hecho y Guzmán Fernández no ha tomado la decisión de retirarlo utilizando las facultades que le confiere la Ley Orgánica en su artículo 21 fracciones II, III, IV y el Estatuto General, que en su artículo 69, fracción IX a la letra dice: “Nombrar y remover libremente a los Secretarios General, Académico y Administrativo…”. Debería haber ejercido la remoción de Edmundo Guerrero Sifuentes debido a que justificar las acciones enumeradas por la Auditoría Superior de la Federación está más allá de lo posible. Empezando por la declaración hecha de que el personal de la UAZ haría ese trabajo y no lo hizo. O, si la fe en su funcionario es mucha, debería haberlo removido con la esperanza de restituirlo libre de toda culpa, y en todo caso fortalecido como un gran gestor de recursos para la UAZ. Pero al no retirarlo no se deslinda de él y sus manejos, buenos o malos, volviéndose cómplice. ¿No lo retira porque Guerrero Sifuentes fue generoso con sus “donativos” a la campaña del Rector Guzmán? Lo que es cierto es que son aliados políticos, y la cercanía de las elecciones del Spauaz implica que no pueden romper, en estos momentos, con la facción de la Unidad de Contaduría que los apoya porque podrían perder el sindicato, lo que arruinaría el endeble rectorado de Guzmán. Si leemos con algo de calma el libro Mil años de historia no lineal (Gedisa, 2012, México), de Manuel de Landa, notaremos que uno de sus constructos conceptuales es el “ensamblaje” competitivo de dos formas de organización humana. Por un lado la autoorganización espontánea de lo social en grupos pequeños, por otro la organización vertical jerárquica de amplios conglomerados humanos mediante burocracias que distribuyen riqueza. Ninguno de los dos está ausente a lo largo de la historia humana, que no es narrada ya como el ascenso del Estado-Nación hacia la forma democrático-liberal, sino como la coexistencia y competencia de ambas formas de organización que, ensamblándose a lo largo del tiempo, dan forma a la sociedad humana, que de esa manera está descentrada, i.e., carece de una organización centralizada que determine su forma, equilibrio y desequilibrio a lo largo del tiempo. En la UAZ podemos ver esa competencia y quién lleva la ventaja. Por un lado está el aparato burocrático de la administración central, cuyo proyecto de dominación consiste en concentrar facultades de distribución de riqueza para repartirla entre los universitarios como medio de control, por el otro están los universitarios dispersos y descentrados que, en ocasiones, logran autoorganizar su resistencia. Si vemos que la rectoría ya arrebató al sindicato, con la venia de su comité ejecutivo, el reparto de años sabáticos, becas para estudios, promociones de nivel y categoría, procesos de basificación, condiciones de ingreso y adscripción del personal, que son los elementos básicos con los que se construyen buenas condiciones laborales, y que ya suprimió la librería universitaria y docima a su conveniencia las prestaciones que se entregan en dinero, tendremos claro que el aparato centralizado de control de los universitarios está fortalecido. Pero también que esa fuerza deriva de la debilidad impuesta al sindicato a través de los testaferros que el Grupo Universidad coloca de Secretarios Generales en representación de sus intereses. Ahora bien, se puede creer que porque ese grupo controla la rectoría y el sindicato son “invencibles”. Eso es parte de las ilusiones que se propalan desde la burocracia para bien de la burocracia. No se les puede ganar, quizá, pero la oposición frontal mediante la autoorganización de los universitarios puede modular y desvirtuar el proyecto de utilizar a la universidad como lavadora de dinero. Esa es la historia no lineal de la UAZ. ■

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