La Gualdra 506 / Río de palabras
ARGUMENTO
La ausencia de Dios es el vacío infinito que sostiene al mundo. Es algo extraño que nos amenaza ineludiblemente. Hacia donde dirijamos nuestros pasos, lo que nuestro ojo encuentra, lo que registra nuestro oído: está en el aire [y es] lo que habrá de aniquilarnos, hagamos lo que hiciéremos.
TRÁNSITO
[ Carne colgada del cielo
para que yo pueda verme en lo que soy.
Cuelguen ese cuerpo lastimado,
quiero verlo amar y sacudirse
en la densidad de su sangre.
*
Vaciado
cuelga
en su pesadez
el hombre
que se ha quedado con el corazón abierto.
*
He sido bautizado por estas visiones,
como un cuerpo en exposición
que ha sido coronado por los nervios.]
∞
LAS PUERTAS DEL CIELO no parecían cerradas pero
¿cómo librarse de lo que no desaparece?
∞
Es el rabioso resuello y son sus golpes contra el mundo.
Ya está avanzando hacia ti desde algún sitio.
Arriba, sin detenerse, se alinean las constelaciones mientras alguien escribe obsesionado: destrucción.
Lo vi ascender y se quedó su espectro:
un hombre revolcándose en mis sábanas sucias de excremento y de sangre.
Eso, pensé, debe ser el destino: unir los hechos como puntos; decidir cuál es la siguiente estrella y avanzar conscientes de que el deseo es lo único a lo que llamaremos «elegir».
Él no consentía que mis yemas lo rozaran porque se le torcía el cuerpo lastimado por el éxtasis.
Si hubo un hilo fue el semen para acortar el espacio y llegar al siguiente punto
inquietos por descifrar la imagen que se recortaría al final contra la gasa del cielo.
∞
Al principio era el tedio.
Un terreno desordenado en la memoria
a donde bajaron las aguas ácidas y erosionaron.
El mundo Ha sido modelado por el rencor.
Insiste él que esto es un sueño.
Eso que se escucha es la sangre.
Y repito obsesionado: destrucción.
La manada anduvo por las inclinaciones del terreno para llegar a beber de las aguas estancadas.
Sin mesura
pusieron la lengua sobre la podredumbre.
Sin mesura
se atragantaron con el agua enferma.
Sin mesura
metieron al lodazal las patas.
Sin mesura
entraron de cuerpo entero en el estanque.
El día
surgió del flujo nocturno y fue así
como en el éxtasis
se dispusieron las aguas
negras del sufrimiento.
∞
LATE EL CORAZÓN MONSTRUOSO EN LA CABEZA
»Eso que se escucha es la sangre que no ha vuelto a subir la torre del templo que mi padre consagró al entendimiento.
Sin el flujo de la sangre se cerraron las puertas.
∞
»Eso que se escucha es la sangre al establecer los vínculos aullantes.
El trueno que precede a la iluminación es lo que oímos estallar en la cabeza:
penumbra isquémica. Dice el diagnóstico que extravía a mi padre en el terreno desordenado de la mente.
∞
Aullar para que se abra la herida, de la boca; para dejar que el estanque se aclare por el rayo.
Porque el aullido es un gozne, es una hoja, es una puerta que conduce a un instante
de reposo.
∞
»La luz encendida de la sangre no llega a ese rincón del templo que mi padre consagró a la reflexión.
Eso que se escucha es el trueno…
que infarta una pequeña parte del cerebro.
∞
[Que cuelguen carne del cielo
para que yo pueda verme.
Cuelguen ese cuerpo agonizante,
para perder el aliento y sacudirme
la pesadez de la carne.
*
Vaciado
el cuerpo
sin densidad
es un hombre
suspendido
con el corazón roto.
*
He sido bautizado por esta visión,
como un hombre lastimado
que expone la corona de los nervios.]
* Gustavo Iñiguez (Valle de Guadalupe, Jalisco, 1984). Autor de los poemarios Vocación de animal (Mantis Editores y Secretaría de Cultura de Jalisco, 2016); del cuadernillo Instalación doméstica (Sombrario Ediciones, 2019), además de Colección privada El gabinete de las maravillas (Mantis Editores, 2020)
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