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domingo, 28 abril, 2024
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Tomás Mojarro, más allá del valedor zacatecano

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

  • Historia y poder

Es uno de los personajes del siglo pasado y siempre con mucho qué decir.

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Mucho qué dilucidar y denunciar.

Sus programas de radio, sus artículos periodísticos, sus novelas y cuentos, sus talleres y su fama de querendón y charlador al extremo.

Es zacatecano y es nuestro, patrimonio tangible de esas generaciones que le dieron a la patria chica el orgullo de haber nacido en medio del desastre pero también de la lucha por salir de las grandes pobrezas que agobiaban y agobian aún a las amplias capas de la población.

Nacido el 21 de septiembre de 1932, en Jalpa, la gran numerología argentina –la mejor del mundo, la indiscutible, la veraz y pendenciera- lo describe como un ser creativo, con inclinaciones sociales, muy emotivo y sujeto a los altibajos emocionales y que desde niño le advertía que podía triunfar –y lo hizo- en cualquier línea expresiva donde tenga que utilizar la palabra, y en el ámbito publicitario, editorial, periodismo.

Su esencia es que tiene buen juicio y criterio de valores, tienen el don de mando y de dirigir a los demás, con capacidad y tacto para los negocios, desean ser ejecutivos o jefes, que debió aprender organización y cooperación y que a veces carecía de poder de voluntad para continuar y “quieren dinero y poder material” pero no para la fanfarronería o el hartazgo sino para sus múltiples hazañas de convertir a la palabra en instrumento de denuncia y enseñanza.

De su nombre sale también su imagen, es decir, como la gente lo ha visto: de buen vestir y algo excéntrico, frio, reservado y excluyente, perfeccionista, introspectivo, distinguido y su misión en la vida o su destino fue prodigarse en la comunidad, ser compasivo y aunque asumió desde muy pequeño muchas responsabilidades –tiene la clave personal número 7: tendrá contrariedades, luchas y obstáculos pero poseerá una gran percepción psíquica que lo rescatará- ha sido maestro por naturaleza y con el don de trasmitir sus conocimientos.

Sus programas de radio desde la Ciudad de México alcanzaron la audiencia de millones de personas y sus relaciones y experiencias abundantes con la izquierda comunista en el país le atrajo muchos sinsabores pero también el orgullo de pertenecer a las generaciones que lograron avances en la libertad de expresión, la libertad a presos políticos y a la denuncia constante  de que los mexicanos somos “peritos en fracasos” pero también  los más queridos en el mundo entero.

Hace poco platiqué brevemente con su majestad, de su amigo Emmanuel Carballo, del emblemático Cañón de Juchipila y frío o reservado me contestaba y  cuando le recordé de su gran matrimonio con la actriz María Rojo y de volada esbozó una sonrisota, volteó a verme y murmuró unas palabras emocionado, luego se alejó un poco de mí y más de rato le dije que ya estaba el gobernador por ahí sentado como simple ciudadano y sin guaruras, dispuesto a escucharlo y entonces el maestro optó por entrar al gran teatro Calderón a dictar su conferencia y de la cual poco –es la verdad- pude entenderle debido a su rapidez o cambio de temas. De cualquier modo y manera, un deleite y un ejemplo: el valedor zacatecano que vislumbró y vislumbra aún con la energía de sus hermosos 83 años a debatir y enseñar, a corregir y a poner en alto el nombre de Zacatecas en el firmamento nacional de las buenas letras y la pulcritud y el amor al país desvanecido. ■

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