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martes, 7 mayo, 2024
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División de poderes, ¿luego entonces?

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Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz •

La división de poderes en México vive momentos protagónicos en nuestra agenda pública. Más especulación que análisis ha resultado de la histórica plenaria del grupo oficialista en el Senado, en la que el zacatecano Ricardo Monreal, al defenderse de las voces que lo hacían responsable del desaire de los miembros del Gabinete presidencial, que no tuvieron empacho en ignorar el diálogo con sus compañeros, emitió una cátedra que, como pocas veces en la historia reciente de ese Poder, resonaba no sólo por sus conceptos, sino porque lo podíamos corroborar: se notaba y corroboraba un distanciamiento cierto entre el Poder Ejecutivo y una de sus bancadas en el Congreso. Tan clara y evidente la distancia que ni unos ni otros tenían elementos para negarla y, pareciera claro, tampoco voluntad para lanzarse a ejercicios de retórica opacos que, en búsqueda de negar la lógica, dan fuerza al trascendido. Más allá del episodio eminentemente anecdótico, es importante destacar que hay una evolución democrática en la forma en que se ha gestionado ese conflicto: la división de poderes funciona, a razón de su diseño mismo, contemplado en los papeles federalistas de Hamilton, Madison y Jay, es decir, el poder se controla a sí mismo a partir de la legítima y democrática lucha por el poder. La condición humana como límite a sí misma. No tengo noticia de una muestra tan clara de autonomía del Poder Legislativo (o una fracción de éste), desde la bancada oficialista en la historia reciente de México.

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Pero no sólo ha sido este episodio el que nos permite acercarnos al nacimiento de una nueva era en la división de poderes en nuestro país. El propio presidente, López Obrador, ha manifestado esta semana que recién culminó, su decepción por las personas ministras que ha propuesto al Senado para su designación al máximo tribunal de nuestro país. Tampoco tengo registro de un deslinde tan claro y tan en bloque de parte de un presidente en ese sentido. Se dice (creo haberlo leído en la recientemente resurgida Novela criminal de Jorge Volpi) que el ex presidente Calderón se arrepentía de su nominación del hoy presidente de la Corte, Arturo Zaldívar, pero no de un desmarque tan público como el hecho en la mañanera del 2 de septiembre.

Y sin embargo… la división de poderes en México ¿cómo siempre? Mientras que en el Senado la división de poderes se veía con un histórico fracaso del poder ejecutivo en imponerse aún en su propia bancada, en la Cámara Baja de nuestro Congreso las cosas marchaban en la confirmación de la tradición del madruguete, pues mientras transcurría la noche, en ese órgano del Estado en México, se decidía, por mayoría del bloque oficial, a ignorar la reforma Constitucional por ese mismo Poder aprobada en este mismo sexenio y a tomar una decisión jurídicamente costosa, pero que quizá políticamente les era inevitable: la de militarizar, de plano, desde el ámbito administrativo y de ahí en todos los demás aspectos, la seguridad en México, en un momento cuya complejidad puede que no permita elegir entre “buenas”, sino apenas entre las “malas y muy malas” decisiones. No es defensa, sino un ejercicio de comprensión. El tema es otro: ¿Luego entonces y la división de poderes? Quedan dos instancias para evitar la mala jugada legislativa de aprobar una Ley que a todas luces contradice el texto constitucional (no he leído un solo constitucionalista o jurista serio que diga algo distinto): el Senado, en el que el propio coordinador Ricardo Monreal, ya ha adelantado que, por su condición académica va en contra de tal despropósito (aprobar legislación secundaria, sin reforma la Constitución) y cuyos votos podrían sumarse a una oposición que complicara su aprobación en la Cámara Alta. La segunda instancia, y última, es la Suprema Corte de Justicia, que si bien, puede tardarse un rato, no tiene mucho margen para dar razón donde no la hay. En la periferia quedan claros los elementos políticos (diferenciándolos de los jurídicos) de esta decisión: una nueva confrontación con el Presidente o la más perversa: pasarle a este Poder el costo de una decisión indeseable para el ejército. Pero dichos puntos no hacen peso en una sentencia, sí acaso sí histórica y para un libro de memorias.

¿Luego entonces, y la división de poderes en México? En el lugar que le corresponde por antonomasia: por verse.

@CarlosETorres_

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