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domingo, 28 abril, 2024
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‘Emulsiones y alcohol’. A 20 años de la fotografía de Juan Antonio Sánchez, ‘el Kuajanais’

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Por: VIVIANA VARGAS •

La Gualdra 607 / Artes visuales / Fotografía

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Un ordenamiento político, económico y artístico marca el inicio de la década; en el contexto de Zacatecas entre 1980 al 2000, en esta provincia con un tamaño, estructura y crecimiento poblacional pequeño, su transformación cultural, religiosa y social afectó directamente la producción fotográfica de Juan Antonio Sánchez, alias el Kuajanais o Jean-Antoine, como solían llamarlo sus allegados. Él puso a la fotografía dentro de una realidad social, que no es más que una puesta en escena; hizo que el mundo girara y pusiera el dedo en un Estado que no tenía gran reconocimiento en la fotografía durante esos años; aunque ya estaba Pedro Valtierra y su recién fundada Agencia de Fotógrafos Cuartoscuro, no había nadie más con ese reconocimiento.

Este año es su aniversario luctuoso número 20, por eso mencionaré unas palabras muy generales respecto a su trabajo a partir de una visión personal con respecto a lo que fueron sus años de trabajo sin pausa; dos décadas en la historia de la fotografía zacatecana que combinan aquello relacionado al significado del mensaje de Juan y la interpretación del espectador. Tomé como fuente lo dicho por las personas que convivieron con él, que conocieron su trabajo, sus proyectos y, sobre todo, su forma de ser.

Juan no quiso hacer foto documental, pensaba que era propaganda (y aun así trabajó de fotorreportero para diferentes periódicos locales, qué ironía). Fue muy criticado por su fotografía de desnudo (que mostró en el suplemento cultural El Unicornio en aquellos años), por dedicarse a fotografiar cuerpos femeninos cuando el país vivía su gran devaluación (él fotografió más mujeres que Warhol a hombres).

Juan Antonio Sánchez fue un adelantado, defendía el entorno, su ambiente, abrió la fotografía al cielo, cambió su línea del horizonte, construyó puntos de fuga y perspectivas para destacar sus fotos de sombras y de texturas; jugó con la composición y captó formas abstractas en un solo disparo. Luego realizó un arduo trabajo en el laboratorio; ponía el negativo en la ampliadora y cada impresión era una foto nueva permaneciendo fiel a lo que sentía con respecto a esa imagen; hubo personas que vieron ese proceso y que dan cuenta sobre cómo le dedicaba días enteros.

La mitad de sus fotos era postproducción (dependía de sus ideas, sus enamoradas y sus cambios de humor), ése era su proceso creativo; a eso él le llamó “Fotomurales y virados selectivos” y con ello recorrió varias partes de la República Mexicana y algunos países más. Logró becas para creadores con trayectoria por el Fondo Estatal en el área de Artes Visuales, realizó exposiciones, hizo catálogos, vendió y malbarató obra y fundó el Centro de Investigación Fotográfica en la calle Dr. Hierro 403 en el Centro Histórico de Zacatecas.

Se tienen evidencias visuales de sus bocetos de cuando se adentró a realizar escultura con material de fierro policromado, de cuando hizo grabado y cuando pintó con gis y acuarelas; él dedicó su tiempo a la incansable tarea de buscar proyectos que llenaran su mundo con sombras y texturas, con puertas y ventanas, dejando una gama tonal exquisita; que cuentan de los hechos y procesos creativos tal cual los estuvo sintiendo. La fotografía que realizó Juan Antonio la clasifiqué en seis géneros: documental, retrato, desnudo, arquitectura, paisaje y abstracto, de los cuales en esta ocasión se muestran tres de forma muy general (documental, desnudo y arquitectura).

Desgraciadamente, su muerte llegó el 7 de febrero de 2004, cuando tenía apenas de 39 años, a causa de una cirrosis hepática por un alto consumo de alcohol (no lo digo yo, lo dicen los cómics que dibujó Manuel Denna en “El señor de los pistillos”) y eso dejó mucho de qué hablar. No llegó a una maduración total que deviniera en catarsis, pero dejó una parte de su interés creativo en un archivo visual de negativos de 35 mm -la mayoría en blanco y negro-, algunas diapositivas a color y fotografías impresas que aún se pueden comprar en cierta galería local; pero, sobre todo, dejó en claro que romper los paradigmas que se dictaban en la realización de fotografía en los 80s y 90s lo ayudó a despuntar su creatividad sin límite y a innovar en temas y cosas respecto a la fotografía que hicieron volver la mirada a Zacatecas; eso perdura en la actualidad. A final de cuentas, lo que queda es el retrato de un hombre que luchó día a día por seguir su sueño. La fotografía y él eran uno. Nadie puede decir lo contrario. Descansa en paz, papá.

 

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_607

 

 

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