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domingo, 19 mayo, 2024
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Los riesgos de la democracia

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Por: Rodrigo Reyes Muguerza • admin-zenda • Admin •

El día de hoy tuve que salir de México por cuestiones de trabajo. Durante el vuelo me decidí a terminar el libro Ciudades Desiertas, de José Agustín. Cuando me acercaba al final, la persona sentada a mi izquierda me preguntó si había visto la película. Le dije que no y con un acento marcado me explicó que el protagonista era Gael García. Le pregunté de dónde era.  De Colombia, soy de Colombia.

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Cuando le pregunté qué hacía en México, me dijo que era reportero. Quise saber su opinión sobre el referéndum que tuvo lugar en su país el domingo pasado. Bueno ya sabes, es una cuestión complicada que está polarizando aún más al país y eso no lo necesitamos. Me explicó que el acuerdo de paz que el gobierno colombiano firmó con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en la Habana tenía que ser “ratificado” por la ciudadanía. Así lo decidió el Presidente y qué podemos hacer. ÉI  continuó diciéndome que en su opinión cosas tan delicadas como la paz de un país no se dejaban en manos de cualquiera – para eso lo eligieron (al Presidente Santos), sino para que tenemos representantes-. El triunfador en el referéndum fue el no. Es decir, la gente no aceptó los términos bajo los cuales el gobierno y las FARC negociaron la paz para el país.

Mi conversación con mi nuevo conocido duró una media hora más hasta que me quede sin preguntas y él sin interés de seguir hablando de mi libro. Yo seguí pensando en el significado de respetar el resultado de un proceso democrático. Mientras estudiaba un posgrado en Inglaterra los habitantes de la isla decidieron, después del llamado a las urnas por parte del entonces primer ministro David Camerón, dejar la Unión Europea (UE). Ambos episodios han sido catalogados como descalabros para la forma de gobierno más aceptada en el mundo: la democracia.

Es irónico que quienes defienden la democracia también protesten contra los resultados. Parece ser que la democracia es una buena forma de hacer las cosas cuando nuestras opiniones son las que prevalecen y no cuando esto es distinto. Churchill dijo que le bastaban cinco minutos con el votante promedio para darse cuenta que estaba mal con la democracia. Es cierto, esta forma de decidir le da voz a todas las personas, incluidas las que por diversos motivos están en desacuerdo con nosotros. En lo personal creo que una de las variables que hace tan imperfecta a la democracia, en especial en estos tiempos, es la apatía.

En ambos casos, durante el referéndum colombiano y el británico, las encuestas predijeron tendencias totalmente contrarias a los resultados. Nadie pensaba que el “no” ganaría en Colombia y que los ingleses iban a decidir dejar la UE ¿Qué pasó? ¿Fallaron las encuestas? Propongo dos hipótesis. La primera es que ante tan amplios márgenes de diferencia la gente que iba a votar por el “sí” o por quedarse en la unión, decidió no participar. La apatía ganó. La segunda, es que vivimos en ambientes en donde pensar diferente está mal visto y aquellas personas con tendencias más conservadoras prefieren mentir a los encuestadores. Precisamente, en un artículo escrito para el diario El País, Héctor Abad escribió que el caso colombiano no se trató de una falla de los encuestadores. Lo que realmente pasó fue que la gente mintió. Les daba pena aceptar el sentido de su voto. En un país donde la libertad es uno de los principios rectores, la libertad misma está siendo disfrazada.

Los casos de Colombia y Reino Unido, junto con otras fallas en las predicciones, obligan la reflexión sobre qué tan real es la ventaja que tiene Clinton sobre Trump. Si pensamos que la situación es similar ¿deberíamos de estar preocupados sobre el resultado de la elección que tendrá lugar en noviembre en los Estados Unidos? ¿O esta vez las encuestas no nos fallaran? Nadie en su sano juicio escogería la guerra y no la paz, la unión en lugar de la fragmentación o a un maniático racista y misógino en lugar de cualquier opción que represente un panorama más alentador. Nadie escogería esas opciones, al menos no públicamente.

Es difícil predecir el futuro, lo que resulta evidente, lo que nos ha golpeado en la cara es que la democracia tiene fallas que permiten ir en contra de lo que parece la mejor opción. Esperemos el caso sea diferente para las elecciones presidenciales en el país del norte, que la apatía no les gane a los votantes estadounidenses y que las falsas promesas de la democracia no venzan a la realidad. ■

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