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sábado, 18 mayo, 2024
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Televisa, el fin

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Por: MANUEL ESPARTACO GÓMEZ GARCÍA •

México es un país de una clase modesta muy jodida,
que no va a salir de jodida. Para la televisión es una
obligación llevar diversión a esa gente y
sacarla de su triste realidad y de su futuro difícil.

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Emilio Azcárraga Milmo

M ás allá de cualquier crítica, que de pronto pueda generar este fragmento de una conversación sostenida entre Emilio y la revista Proceso, hace dos décadas, para mí, es obligatoria hacer la siguiente pregunta: ¿acaso Emilio mintió, será acaso que equivoco el diagnóstico en la expresión?

¡A todas luces no! A veces somos susceptibles a la franqueza, no nos gusta, la toleramos poco y más cuando quien la profiere tiene un grado jerárquico, económico, social o educativo superior, o simplemente cuando de manera espontánea surge un enemigo en común, que convoque a la inexistente (casi) unidad nacional. Por ejemplo, Trump. El caso es que somos de piel muy sensible ante expresiones como la del “tigre” Azcarraga, sin embargo analicemos el contexto en el cuál la dijo y la realidad nacional actual, para culminar nuestra introducción.

México es un país con una numerosa clase modesta, es decir, la mayor parte de los mexicanos, aproximadamente 90 por ciento, ósea, unos  noventa y tantos millones, viven en la pobreza y de ahí, un gran grupo vive la pobreza extrema o alimentaria, curiosamente de este gran grueso, un gran porcentaje tiene televisión por dos razones, porque el propio gobierno se las dio, por medio de algún programa asistencialista o bien, fruto de un gran esfuerzo adquirieron el aparato, pero al final, millones de mexicanos pobres (o jodidos) tienen televisión. Luego entonces, las televisoras son un negocio, yo diría, fueron un enorme negocio que va en caída libre, sin embargo, de esto nos ocuparemos más adelante, por lo pronto, la ley del mercado, la de la oferta y la demanda en el marco de la célebre frase, dejaba ver que si hay una clase marginal con una realidad tan compleja como la del obrero, con largas jornadas, y lugares de trabajo reducidos, sin luz e insalubres habría que ofrecerles por medio de la antena y de su televisión un producto que aletargara a la conciencia, el opio óptico, por llamarlo de alguna manera, un producto que no significara ningún esfuerzo mental, sencillo, de fácil consumo, que fuera marcando estereotipo y complementando a una sociedad mexicana inculta y con necesidad de ídolos de estudio de televisión.

El mercado de las telecomunicaciones es complejo, de unos años para acá, los grandes consorcios televisivos han ido modificando sus productos y sus criterios de venta, en el caso del gigante mexicano, Televisa, la crisis ha sido su constante desde hace ya algunos años, no hay material o producto que tengan o de reciente creación, que no haya manifestado pérdidas para la empresa, hace apenas un año, ante la intentona de Carlos Slim de participar en la televisión y de la amenaza, hoy realidad de las plataformas digitales por Internet como Netflix, Televisa modificó su barra de programación y recorto la nómina, también termino las exclusividades que mantenía con “estrellas” del espectáculo, que no eran otra cosa que los intérpretes encarnados del opio óptico, eran pues, los protagonistas tan idiotas como El Chavo del ocho por ejemplo, donde había todo tipo de personajes y actitudes que no caben en el México de hoy, que no debieron caber nunca y que desgraciadamente marcaron a varias generaciones con sus estereotipos, tal vez por eso, de manera natural, al existir un producto por Internet más amplio y menos estúpido, un gran segmento de la gente que veía televisión emigró; sin embargo, quienes no contaban con acceso a Internet permanecieron, y son ellos los que le dan soporte a la muy mal trecha televisión mexicana, representada por Televisa o TV Azteca, este segmento poblacional oprimido por la crisis económica paradójicamente sigue siendo el sostén financiero de los “monstruos” latinoamericanos, y ponen más vigente que nuca, la expresión de Emilio Azcarraga Milmo.

Hay que decir una cosa para no contradecirnos, la caída de Televisa no se debe a que México haya incrementado sus niveles de competencia, de producción, de intelectualidad, de fortalecimiento financiero, ni nada por el estilo, más bien, todo lo contrario; sin embargo, los productos llegan a su fin y este ha sido el caso. A últimas fechas, las modificaciones de Televisa y los recortes de personal han sido dignos de llamar la atención, han “cepillado” a personajes que antes eran inamovibles, ya ni si quiera nos referimos a la barra de comedia o de deportes, sino a la barra de noticieros que fue la última en caer, se sostuvo de la popularidad de sus actores hasta el final, pero como piezas de ajedrez, cayó López Doriga y lo siguieron los demás. Parece ser, que, si bien no es el final de Televisa, o se renueva completamente o se muere, pero ha de ser tan difícil perderle la fe a la fórmula de idiotizar a los mexicanos, que la última “gran premier” ha sido… otra telenovela, esta vez… Política… de nuevo. ■

 

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