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sábado, 18 mayo, 2024
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¿Es la violencia el único camino?

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Por: P. Aurelio Ponce Esparza • admin-zenda • Admin •

Las noticias sobre actos violentos continúan siendo una constante en el diario acontecer de la sociedad, Oaxaca sigue en el ojo del huracán y aunque ha habido encuentros entre los maestros de la CNTE y Gobernación, al perecer no se llegó a acuerdos que pongan fin de una vez por todas a los bloqueos y manifestaciones violentas, que han provocado una verdadera crisis de seguridad y humanitaria en este Estado de la República.

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Pero no sólo es Oaxaca, las manifestaciones de violencia se extienden, lamentablemente, a lo largo y ancho del país: somos un país violento. En Zacatecas se dio a conocer en días pasados que al final del semestre se contabilizan 190 muertos por causas dolosas y aunque la Procuradora diga que el 90% fueron a causa de luchas entre grupos delictivos, eso no aminora en nada la gravedad de esta cifra, son 190 personas que murieron de manera violenta, una sola persona debería ser ya motivo para que la titular de la Procuraduría se cuestionara y revisara el trabajo de la institución que ella preside. Por otro lado ése es el número de que se tiene registro, pero ¿y las fosas clandestinas encontradas recientemente cerca de Pánuco? ¿Cuántas más existen en el Estado?

Vivimos una cultura de la violencia. Nunca como hoy fenómenos como el bullying se han vuelto cotidianos ¿qué motiva a un niño a usar la violencia contra otros niños?  Y qué decir de los feminicidios, fenómeno de ayer y de hoy que sigue siendo un duro golpe para nuestra sociedad, que se gloría de ser avanzada y civilizada. El ser humano es la única especie de la naturaleza que ejerce tan despiadada violencia contra los de su misma especie ¿Y todavía nos decimos superiores? Sólo nosotros tenemos clínicas abortivas, espacios dedicados exclusivamente a destruir la vida que se gesta, médicos que traicionan su vocación para servir a los intereses de un Estado que ha perdido el rumbo.

Nunca como en esta época, cuando se exaltan los derechos de las mujeres, somos testigos del incremento de la prostitución y de la cosificación de la mujer, presentada como instrumento  de deseo, como pieza de cambio, como mercancía. En esta época de libertad el sexo nos ha esclavizado, nos ha vuelto irracionales guiados únicamente por el deseo. No es  casualidad que vayan en aumento los divorcios, que cada vez  haya más madres solteras, que se pida el aborto como solución a una vida de excesos irresponsables. Pero  ¿Qué culpa tiene el niño? Aún en el caso de violación ¿se combate la injusticia cometiendo otra injusticia? ¿Se resuelve un crimen cometiendo otro?

Nunca como en esta época cuando tenemos instituciones para defender los derechos humanos se cometen tantas violaciones contra los derechos humanos, a los grandes adelantos científicos y técnicos no corresponde un adelanto ético y moral, el ser humano no reconoce la dignidad de sus hermanos. Nuestros niños y jóvenes son educados en sus derechos, pero no en sus responsabilidades. Se promueve el uso del condón como la garantía de “sexo seguro”, como si un pequeño trozo de látex pudiera sustituir la responsabilidad del único ser racional de este mundo.

Algo no estamos haciendo bien. Nuestra sociedad debiera aprender de la experiencia de Europa en donde se está demostrando que el progreso científico y técnico no es garantía de felicidad; y que la libertad sin educación y formación no conduce a la verdadera realización del ser humano. El dinero no puede comprarlo todo, el ser humano es mucho más que sólo alguien que trabaja y consume. Nuestra vida tiene sentido, el ser humano es por naturaleza alguien que espera, que está abierto a la trascedencia. Cuando la falacia de la realidad que vemos pretende ocupar toda nuestra atención algo comienza a desviarse. La ideología pretende sustituir a la biología, la violencia se justifica, la corrupción se vuelve cultural.

La violencia no es el único camino, somos capaces de algo mucho más grande, nuestra sociedad necesita dar un salto de calidad, pero no la sociedad en abstracto, sino cada uno, cada ciudadano desde su propio lugar en el todo que nos ocupa. Necesitamos una reforma educativa, pero real, concreta, en el aula de cada escuela, en la mente y el corazón de los maestros de México. Necesitamos una reforma laboral, que deje de ver a la persona como objeto de compra-venta, que ponga como centro a la persona y no las frías ganancias económicas. Necesitamos una reforma política que garantice una verdadera democracia, sin compra de votos, sin manipulación, sin demagogia, con políticos con vocación de servicio, dispuestos a servir a su pueblo y no a servirse de él.

Ninguna reforma será suficiente mientras no estemos dispuestos a trabajar por una cultura de la vida. ■

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