La Gualdra 364 / Festival Internacional de Poesía Ramón López Velarde 2018
Éramos muy bellos.
Hacíamos que se tocaran con dedos de aurora la tierra y el cielo.
Nuestros rostros tenían un extraño fuego y sin serlo en absoluto
éramos como inmortales.
Vivíamos en el vértigo, en la cresta de la ola, en el corazón
del tiempo.
Luego la muerte, que era entrar a una vida más viva de nuevo.
Teníamos poderes, simples como el agua, claros como los cielos.
Podíamos hacernos uno o dos, como el día y la noche,
como el agua y el sueño.
Y borrar nuestros rostros un instante y sentirnos ajenos.
Bañarnos en el agua de la mar o en los espejos.
Y a falta de palabras nos llenábamos de tréboles, de tiempo,
de besos.
La noche arrojaba su ceniza en la lámpara y nos hacía palpar
lo más viviente del sueño.
Nos gustaba ir al otro lado de las cosas, entrar en el jardín
de las delicias sabiendo que todo pecado se limpia con el agua
pura del deseo
Nuestros cuerpos eran musicales, frutales
Nos gustaba bebernos, absorbernos
Entrar en el bar de la vida o del averno
Éramos muy bellos
Lo éramos
*Durango, 1958.