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viernes, 26 abril, 2024
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Traducir el silencio: Manuel Iris

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Por: Armando Salgado •

La Gualdra 363 / Entrevistas / Poesía

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Manuel Iris (Campeche, 1983). Es Licenciado en Literatura latinoamericana por la Universidad Autónoma de Yucatán, maestro en literatura hispanoamericana por la Universidad Estatal de Nuevo México (EEUU), y doctor en lenguas romances por la Universidad de Cincinnati (EEUU). Sus poemas han sido incluidos en varias antologías, como Postal de Oleaje, poetas mexicanos y colombianos nacidos en los 80, publicada al mismo tiempo en México y Colombia, y Espejo de doble filo: antología de poesía sobre la violencia México-Colombia. Las ediciones del movimiento poético de Maracaibo, Venezuela, publicaron La luz desnuda, primera antología personal (2016). Manuel Iris proyecta en su escritura la búsqueda continua de sentido de la que todos somos parte en este mundo complejo. Como poeta habita las posibilidades del lenguaje para hablar de la existencia. Su obra nítida además de sólida nos permite ver a través de sus poemas y hallar al escritor de carne y hueso que apuesta su porvenir por la vida misma.

Armando Salgado: Háblanos sobre Manuel Iris: ¿de qué manera influye en su escritura el constante tránsito por distintos espacios geográficos, desde el sureste mexicano atravesando otras entidades de este país, hasta la ciudad de Cincinnati donde eres un aclamado catedrático?

Manuel Iris: Mi condición siempre en tránsito entre México y Estados Unidos, entre el español y el inglés, entre la nieve y el trópico, es fundamental en mi persona y en mi escritura: yo pienso en mí mismo como un tránsito constante, un presente siempre avanzando. Si bien algunas creencias y obsesiones estéticas son constantes en mi vida (mi amor por la poesía, mi creencia en la belleza como una forma de lo espiritual, por ejemplo), en cada una de ellas reconozco cambios de un momento a otro. Creo que todo, siempre, es una transición. Cambiamos

constantemente para convertirnos en lo que éramos al principio. Perseguimos nuestra esencia. Todos mis libros apuntan al hecho de que las cosas no son, sino que están siendo. Por ello soy un poeta de pocos, pero siempre distintos, libros.

Por supuesto, todo lo que he dicho es resultado de observar mi trabajo a distancia: no programo, no planeo la trayectoria de lo que escribo.

AS: Eres un referente hispanoamericano y tu experiencia se refleja en los galardones que acabas de recibir, compártenos tu opinión: ¿qué representa ser el poeta laureado de la ciudad de Cincinnati, y a la par recibir dos reconocimientos en el International Latino Book Awards, en Los Ángeles California?

MI: En estos precisos momentos históricos, cuando el sentimiento anti-inmigrante se recrudece y se hace cada vez más violento y vulgar en el país en el que radico, los reconocimientos que mencionas no solamente me pertenecen a mí sino a todos los hispanos en Estados Unidos, y en nuestros países. Son reconocimientos a la belleza de nuestro idioma y a las posibilidades de nuestro arte. Yo casi nunca escribo sobre temas políticos, pero existir del modo en que lo hago es un acto de resistencia, es una declaración de que nosotros, los humanos, nos definimos por las cosas que amamos.

Ser el poeta laureado de una ciudad americana en la que hay muy pocos hispanos es un honor raro y hermoso. Es una de las cosas más importantes que me han pasado en la vida, y es el inicio de mi carrera literaria en Estados Unidos. Es un nombramiento que me da esperanza: significa que hay espacios, incluso ahora, en los que la generosidad le ha ganado a la xenofobia y al racismo. Significa que la poesía todavía puede abrir espacios, y que el idioma universal es la belleza.

Los reconocimientos del International Latino Book Award me dan confianza en una nueva faceta de mi escritura: la de traductor de mi propio trabajo. Todas las versiones inglesas de mis poemas han sido escritas o revisadas por mí. Siempre es emocionante y complejo traducir, y hacerlo con el propio trabajo es un ejercicio de relectura muy profundo. En general, todo esto que mencionas es el resultado de querer ser lo que soy en el lugar que sea. He tenido mucha suerte y he estado rodeado de gente maravillosa. Lo agradezco todo.

AS: ¿Qué puentes unen tu obra poética desde Cuaderno de los sueños publicado por Tierra Adentro en 2009, continuando con Los disfraces del fuego editado por Atrasalante en 2015 y recientemente Traducir el silencio/Translating silence impreso por Artepoética Press en New York en 2018?, ¿qué otros títulos tuyos nos sugieres leer y dónde los encontramos?

MI: Mis libros son muy distintos los unos de los otros. Sin embargo, los emparenta el estilo y ciertas obsesiones temáticas: la belleza, el amor, la muerte, el tiempo y la escritura misma. Mi poesía, en todo momento y sin distinción de libros, siempre se basa en la certeza de que la belleza es un modo de vislumbrar una realidad más allá de la realidad conocida. El Cuaderno de los sueños es un libro de juventud escrito con la piel y la intuición literaria, en el que yo trataba de demostrar que era un poeta y de saldar cuentas con los autores que entonces eran el centro de mi canon personal: Bonifaz, Chumacero, Rilke, Lizalde… Los disfraces del fuego es un libro que habla menos de literatura y más de la vida luego de la vida, de la trascendencia, de mis vislumbres. Es un libro que no escribí con la piel sino con la certeza de que toda piel es una repetición de algo anterior, y de que la abandonaremos para regresar al silencio. Traducir el silencio/Translating silence reúne las versiones inglesas de los dos libros anteriores, y algunos poemas hasta ahora inéditos en los que la vida cotidiana aparece. Poco a poco, mi poesía ha ido cambiando su centro.

AS: Cincinnati: Historia personal (Cuadrivio, 2018) se presentó en días pasados en la Ciudad de México. Siendo tu nuevo libro, ¿qué nos ofrece a diferencia de tus otros títulos?, ¿por qué consideras que es una excepción entre las cosas que escribes?, ¿hay relación entre este poemario y tu faceta como padre?

MI: Cincinnati, historia personal es un libro en el que he recopilado poemas que tienen esta ciudad como escenario. Hablan de mi primera década aquí y del tránsito de ser completamente extranjero en ella hasta a aceptar que es mi sitio, mi casa. Es una excepción porque es mi único libro que puede ser leído como directamente testimonial. El nacimiento de mi hija es posterior y es el combustible de lo que ahora escribo, de libros futuros.

AS: En charlas muy amenas has expresado tu amor por el sureste mexicano, la familia detrás de ti: ¿recuerdas tus primeras lecturas?, ¿hubo alguien que detonará en ti el gusto por leer?, ¿cómo fue tu infancia?, ¿por qué el amor resuena en tus poemas?

MI: Yo escribo y vivo con la guayabera puesta. Soy yucateco, campechano, peninsular. Mi patria son las voces de mi madre cantando mientras cocina y de mi padre platicando mientras toma su café. Escribo esta respuesta a pocos días de la muerte de mi padre, que fue mi abuelo: mi papá Tomás. Él no fue un hombre de letras, pero fue un ser humano extraordinario, lleno de sabiduría y generosidad vital. Un hombre amoroso y recto. Él ha sido una influencia literaria en mi vida porque literatura es vida, y viceversa. No creo en una cultura literaria sino en una cultura abarcadora al servicio de la literatura. Cultura como experiencia vital y no como experiencia académica o lectora. Cultura como existencia.

Mi gusto por leer fue detonado por la necesidad: durante largos viajes en mi infancia no tuve otra opción que comprar libros y leer en el camino. Primero fue La vida de Tom Sawyer, luego El Corsario Negro (Salgari es hasta ahora un autor que quiero mucho), y luego otros libros. No recuerdo cuándo me hice consciente de que me gustaban los libros, y los poemas. Fue algo natural. La literatura me sucedió porque fue una extensión de otras cosas, como el hecho de que mi abuelo era un gran conversador y un maestro del arte de inventar y contar historias: según sus relatos fue boxeador, torero, cazador de tiburones y explorador de la selva. Todos sus nietos nos sentábamos en el suelo a escucharlo por horas, incluso cuando ya éramos mayores. Un hombre formidable.

Por cosas como la que he contado mi infancia fue muy bella, bajo el sol de Yucatán y de Campeche. Siempre cerca del mar. Siempre con muchos amigos y con el amor de mi familia, que es muy numerosa. La personalidad de mi abuela, bailadora de salsa y cantante de boleros, ha marcado mi propia personalidad. Yo creo mucho en la felicidad y en el amor como materiales poéticos. La primera es más escasa, por supuesto, pero existe cuando menos por momentos. No he dejado —no deja nadie— de ser el niño que fui.

AS: Compártenos tus obsesiones, ¿las hay en Manuel Iris?, de igual manera, ¿qué haces frente al futuro que parece inadmisible?

MI: Tengo una buena colección de obsesiones y creencias poéticas. Entre las primeras están el tiempo, la muerte, la belleza, el deseo y la escritura misma. Tales son los temas de los que escribo. Por otro lado mis creencias poéticas, eso que llaman muchos la poética personal, siempre están cambiando. Tengo, ahora mismo, dos certezas constantes: 1) la poesía es un acto de comunicación con uno mismo, los otros y la trascendencia y 2) cada poema es una traducción del silencio. Con lo primero quiero decir que si esos tres tipos de comunicación no suceden al mismo tiempo, la poesía no esta sucediendo. Con lo segundo, afirmo que la poesía trata de decir con palabras cosas que están más allá del lenguaje.

Creo que la poesía es lenguaje tratando de salir de sí mismo, de llevarse hasta sus propios bordes existenciales, y no solamente lingüísticos. La experimentación léxica me parece interesante, pero no me ocupo mucho de ella: lo importante es la búsqueda de sentido en un universo que a veces parece no tenerlo. La poesía no es una exploración del lenguaje, sino una exploración del universo y del sentido del mismo por medio del lenguaje.

Respondiendo todo lo que preguntas, te digo que frente al futuro solamente hay dos posibilidades: la esperanza y la desolación. La primera exige luchar, hacer lo propio. La segunda tiene, a su vez, dos posibilidades: la depresión y el cinismo. Frente a todo esto, elijo la esperanza a pesar de que siempre hay una nueva decepción en el mundo. Elijo el presente y elijo el individuo.

Amo a los humanos individualmente. Pero no creo en la humanidad como género, y no tengo mucha esperanza de que sobrevivamos por mucho tiempo. Con todo, creo que el tiempo que nos quede por vivir hay que vivirlo amando, viviendo de verdad.

Victoria del amor

[Yo] que me niego a reconocer los hechos…

Rafael Cadenas, Derrota

Yo que me enamoro de mujeres inauditas

que comprendo más que nadie a los que lloran en los aeropuertos

que he visto ya todos los rostros del amor cuando se marcha que he dicho “para siempre” y he soltado sus manos que todavía sostengo que el amor existe que he sido amado, odiado y olvidado por la mujer más justa

que me río de mí que soy el “pasará” , “no es mi intención”, “todo es mi culpa” que aún creo en la esperanza que lucho por tener una sonrisa presentable que a veces compadezco a quien espera algo de mí que no merezco nada que escribo de vergüenza que llego a mis poemas como quien se cae

me levantaré del polvo para decir tu nombre

y sonreír con expresión de enfermo, todavía.

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