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viernes, 26 abril, 2024
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Memoria de mis tristes participaciones en concursos escolares

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Por: EDUARDO CAMPECH MIRANDA* •

La Gualdra 352 / Promoción de la lectura

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1.

“Tres carabelas de España/a traer riquezas van/salen del puerto de Palos/y navegan en el mar/en el mar los marineros/y Colón el capitán…”. Esas palabras que aún sé de memoria las dije en cuarto grado de primaria, frente a un micrófono que me generaba más pavor que tener convocada a toda la población estudiantil de la Escuela Primaria Guillermo Prieto. Mi esfuerzo memorístico sólo alcanzó hasta lo que acabo de compartir. El resto del poema cayó al olvido. En ese instante y para siempre. Las risas al unísono no se hicieron esperar. La maestra, presurosa, me proporcionó un jalón de brazo para sacarme de escena.

2.

Entonces estudiaba el tercer grado de primaria en la Escuela Cuauhtémoc. Desde mis primeros años de alfabetización me había caracterizado por una buena, casi excelente, ortografía. Este rasgo no pasaba desapercibido por mis maestros. De tal manera que el profesor Guadalupe me envió al concurso del tema en su etapa de plantel. Más de una ocasión lo vi alardear que él “tenía el gallo” que representaría a la escuela. Hay palabras que son más comunes usarlas en el lenguaje oral que en el escrito y viceversa. En mi vida me había percatado cómo se escribe el nombre del rey azteca. Al iniciar el certamen y llenar el formulario de inscripción, un desafortunado “Cuahutémoc” sentenció mi descalificación inmediata. Los reproches magisteriales no se hicieron esperar.

3.

Cobaez plantel Zacatecas. Fue la sede de oooootro concurso. Ahora de oratoria. Participé en dos ocasiones: la primera, recién desempacado de la Ciudad de México. El tema fue la extensa permanencia de Fidel Velázquez al frente de la CTM. Me dijeron que fui descalificado por la manera tan irreverente de realizar la crítica al líder sindical. Dos años después volví, pero me habían avisado un día antes que participaría. En la víspera tuve que decidir si preparaba el discurso o me iba a echar unas cheves. Les puedo decir que estuvieron buenísimas, heladas. Al llegar al concurso, solicitaban dejar una copia del discurso en manos del jurado. Cuando llegué mi turno, dije que lo traía en la cabeza y no podía ejecutar tal indicación. Llegué a la final, hubo empate en primer lugar. Una chica que sabía de “pe” a “pa” lo que tenía que decir, como autómata. Desde luego no pude hacer lo mismo, aunque el sentido fue el mismo que en la primera ocasión. ¿Resultado? Perdí por “improvisar”.

4.

Ahora, a la distancia, puedo decir que, salvo el de ortografía donde me quedó grabado para siempre que también la “h” puede ir después de una vocal, ninguno de ellos desarrolló en mí la competencia lingüística (para hablar en términos modernos), ni nada por el estilo. Gran parte de mi vida académica padecí las clases de Español o Lectura y Redacción. Ahora, con todo y nuevo modelo educativo, este tipo de eventos siguen reproduciéndose. Infantes y jóvenes que escriben poesía sin haber leído un solo poema. Mueve más un punto en la calificación que una yunta, dicen.

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