En México existe una extensa y arraigada cultura del alcohol. El consumo de bebidas fermentadas se remonta hasta los antiguos pueblos que habitaron estas tierras. El tequila es emblema nacional y en nuestro país se encuentra una de las más grandes cerveceras del mundo, además de una gran producción de bebidas locales, tanto destiladas como fermentadas. Imposible sería entender nuestra cultura, historia y tradiciones sin el consumo de bebidas alcohólicas.
Pero ese es el lado amable de la historia, la otra realidad es el descontrolado consumo de alcohol, especialmente entre los jóvenes y las terribles consecuencias que se siguen. Según estadísticas, 4 de cada 10 escolares han consumido alcohol, siendo la edad promedio de inicio en el consumo los 13 años, aunque se han reportado casos de niños de 8 años que ya lo han consumido.
Especialistas en el tema advierten también sobre el aumento en el consumo de drogas ilícitas, como mariguana, metanfetaminas y cocaína en la población de 12 a 19 años, hombres y mujeres. Otro dato relacionado con el consumo de alcohol y que evidencia uno de sus efectos es que los días jueves, viernes y sábado por la noche, se movilizan alrededor de 200 mil conductores en México bajo influencia del alcohol y por este motivo mueren al año aproximadamente 24 mil personas en accidentes viales.
En Zacatecas no es la excepción, el consumo de alcohol es una realidad fuera de control, especialmente en el ámbito universitario. Son mayores de edad cierto, pero eso no garantiza la madurez suficiente para tomar responsablemente, ninguno de ellos recuerda aquello que las botellas traen en letra pequeñita: “El abuso en el consumo de este producto, es nocivo para la salud”.
El centro histórico de la ciudad está plagado de antros, bares y restaurantes disfrazados para vender alcohol. El jueves se ha convertido en día obligado para salir de antro, que no es otra cosa sino consumir alcohol sin control ni restricción, pero ¿por qué el jueves? Porque un gran porcentaje de estudiantes universitarios provienen de los municipios y el viernes regresan a casa. Estos jóvenes emigran a la ciudad y al hacerlo se enfrentan con una realidad muy distinta a la que vivían en sus pueblos de origen. La mayoría de ellos tiene que renunciar a sus valores para encajar así en el ambiente de la ciudad.
Es sabido por todos el estilo de bienvenida en las distintas facultades de nuestra máxima casa de estudios, existe todo un ritual en el que indudablemente se contempla el consumo exagerado de bebidas embriagantes. Para muchos de estos jóvenes, poco o nada acostumbrados a consumir alcohol, significa enfrentarse a situaciones verdaderamente comprometedoras y riesgosas, pues literalmente los obligan a embriagarse. Muy lejos está de ser una inocente broma de bienvenida o novatada. Y claro, las autoridades universitarias dirán que lo realizan fuera de las instalaciones de la Universidad. No es asunto suyo.
La venta de alcohol se ha convertido en un negocio redondo, pues no sólo está el ámbito de los establecimientos en donde se vende y consume alcohol, de los que está repleta la ciudad, sino de las distintas tiendas de autoservicio que tienen una venta descontrolada de bebidas embriagantes, estos establecimientos inundan la zona conurbada Zacatecas-Guadalupe, hay uno casi en cada esquina, la mayoría de los cuales con permisos para vender alcohol sin ningún tipo de restricción de horario. ¿Quién otorga esos permisos?
Lo peor del asunto es que el alcohol es sólo la punta del iceberg, pues el consumo de otras drogas, como la marihuana y la cocaína, es igualmente una realidad fuera de control. Hace algunos días trascendió en medios nacionales un reportaje periodístico sobre la venta y consumo de drogas en la UNAM. Se daba cuenta del alto índice de consumo entre los universitarios y se evidenciaba la existencia de grupos delictivos, que controlan la distribución al interno de la máxima casa de estudios del país. ¿Qué pasaría si una investigación semejante se realizara en las universidades de nuestro Zacatecas? ¿Cuál sería el resultado?
