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viernes, 26 abril, 2024
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La Tauromaquia de Alfonso López Monreal: el misterioso subconsciente del toreo

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

La Gualdra 307 / Exposiciones / Arte

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La Tauromaquia de Alfonso López Monreal está compuesta por 33 grabados inspirados en la fiesta brava; esta colección de gráfica que presenta al público el próximo día 6 de septiembre en el Museo Pedro Coronel en Zacatecas, es una producción artística que implicó dos años de trabajo: fue él mismo quien realizó desde el proceso de grabado en metal hasta la impresión final de cada una de las imágenes. Cada grabado tiene un tiraje de 50 piezas numeradas y firmadas, 40 de las cuales se destinaron a la conformación de carpetas y 10 se destinan a la venta individual. El mismo día de la inauguración d­­­­­e la exposición en la que se exhiben las piezas, se llevará a cabo la presentación del libro del mismo nombre; los comentarios estarán a cargo de Genaro Borrego, Juan Antonio de Labra y Alberto Huerta. A este cuarteto de personajes, incluido el autor, los une la pasión por la más bonita de todas las fiestas: la de los toros. A propósito de esto, platicamos con López Monreal.

 

Jánea Estrada Lazarín: ¿Por qué 33 grabados?

Alfonso López Monreal: Son 33 grabados porque Goya así presentó su Tauromaquia; es decir, hizo 40, pero 7 por alguna razón los rechazó.

 

JEL: 200 años después de haberla presentado Goya, presentas la tuya. ¿Con qué técnica está realizada?

ALM: Él presentó 33 grabados en 1816. Las técnicas que utilicé son las que siempre utilizo, agua fuerte, agua tinta y mezzotinta básicamente, aunque en algunos hay collage, barniz blando, buril y lavis.

 

JEL: Hay que mencionar que tu trabajo no es una interpretación de la Tauromaquia de Goya; digamos que es tu propia interpretación de la fiesta brava, aunque haya similitudes en algunas técnicas utilizadas y el número de las piezas, ¿cierto?

ALM: Así es, poco tiene que ver con la de Goya; pero indudablemente que hay cierta influencia. Todos los artistas tenemos influencias, algunos las aceptan, otros no. Él es una de mis influencias, así como otros grandes artistas con los que me siento familiarizado, cuyo trabajo me ha impactado, él es uno de ellos, Giacometti es otro; entre los mexicanos está José Clemente Orozco y sus maravillosos dibujos, y José Luis Cuevas, que acaba de morir recientemente.

 

JEL: ¿Podría considerarse que eres un seguidor de Cuevas?

ALM: De él propiamente no, pero sí de esa vertiente artística. Además, tengo que decir que fue el artista que me apoyó cuando llegué a París en 1975 y que me hizo grabador. Un periodista mexicano amigo mío -Raúl Pérez López Portillo- quien vivía en Europa en el exilio y que hasta la fecha sigue viviendo en Madrid, me compartió su teléfono. Me pasó varios contactos, curiosamente el que dejé para el final fue el de Cuevas y fue el único que me recibió con una gran generosidad y me recomendó para que trabajara en el taller de Hayter, que fue donde pasé trabajando mis años parisinos.

 

JEL: ¿Tú tenías la intención de ser grabador?

ALM: No, qué esperanzas… yo iba con la ilusión de estudiar y aprender pintura. En Zacatecas no había escuela de grabado; bueno, hicimos grabado con José Guerrero en el IZBA, entonces traíamos esa semillita, pero ni siquiera era grabado en metal. En Guanajuato quise aprender grabado pero el primer día el maestro me corrió [ríe].

 

JEL: Pero después de eso te fuiste a Barcelona y a Irlanda y seguiste trabajando en talleres de grabado…¿Eres más grabador que pintor?

ALM: La gráfica me dio todo, me dio disciplina, la iniciación a las artes de manera formal… y me dio de comer, también algo muy importante, por eso le tengo un gran cariño. Básicamente soy grabador y después pintor.

 

JEL: Yo entiendo por una parte tu pasión por los toros, que es indiscutible, y por otro lado el compromiso con el arte y con el tributo que tú puedes hacer a través de él a la fiesta brava, cuyo vínculo con el arte es ineludible también…

ALM: Eso es precisamente lo que me interesa, es lo que he vivido desde niño. El vínculo de la fiesta brava no sólo es con el arte, sino con la vida misma. Se comprenda o no, se acepte o no, es parte de nuestras tradiciones; muchas de nuestras expresiones cotidianas provienen de la tauromaquia, cuya estructura tiene una parte de mitología, de eroticismo, tiene también un acercamiento con esa línea delgada que separa la vida de la muerte.

 

JEL: ¿Qué es lo que tú ves en esa tradición que te apasiona?

ALM: Yo digo lo que yo veo. Para eso es el arte. Ahí está la obra… si pudiera expresarlo con palabras no hubiera pasado dos años de mi vida haciendo estos grabados. Me dediqué hacer todos los procesos, desde pulir la plancha, cortar el papel, hacer la imagen, grabarla, estamparla… Le llamé “Tauromaquia” por Goya, como ya mencioné, aunque otra Tauromaquia bellísima es la de Picasso… En la mía, más que los momentos de los toros en el campo o en cualquiera de los tres tercios, muestro mi propia interpretación, algo más íntimo; quise representar la fiesta de adentro hacia afuera, en donde se involucra la experiencia propia, la relación de lo simbólico con la vida diaria a todos niveles, hasta el religioso, que no puedo negar.

 

JEL: Las disciplinas artísticas se manifiestan en la celebración de una corrida de toros, hablemos por ejemplo del teatro…

ALM: El teatro está presente desde el principio; desde que se están vistiendo en su cuarto de hotel los toreros hay todo un ritual, se están caracterizando, todo está enfocado a lo que va a suceder; el teatro te acerca al momento de la verdad, es el arte el que te acerca a la muerte.

 

JEL: Estamos hablando entonces de lo sublime, de lo que te confronta, lo que va más allá de la belleza…

ALM: Así es, cero hipocresías. Yo abiertamente digo que la fiesta de los toros me gusta, abiertamente digo que como carne, que soy pecador, que me voy a morir, que admiro a la gente valiente, a la gente que se atreve a hacer cosas, a la que pasa años y años –y no me refiero sólo a los toreros- en aprender un oficio para después enfrentarse a algo de lo que no se tiene certeza. La relación de la vida con la muerte…

 

JEL: Tus grabados está llenos de musicalidad, ésa que también está presente en las corridas…

ALM: Espero que sí. La música en los toros se puede ver de la forma más simplista, ahí están los pasos dobles, la banda, pero en las corridas hay música también cuando el capote se desliza en la arena: si hay temple se escucha de una manera y si no lo hay se escucha de una forma muy diferente –como disco rayado-.

 

JEL: Los silencios también son fundamentales… lo mismo en la música, la poesía, el teatro y por supuesto, en los toros…

ALM: Sí, en las plazas no hay cosa más bella que escuchar, después de esos silencios, al unísono un “Oooole”. Dicen que en la México se da uno de los más bellos del mundo, pero cada plaza tiene su sonido, su musicalidad y sus silencios. La gente en los toros participa de un momento artístico y estético sin igual, porque la gente se queda callada y de pronto se manifiesta al mismo tiempo como si alguien la estuviera dirigiendo. La frase “Le están sonando los cascabeles”, dicha cotidianamente cuando alguien está muriendo, hace alusión a los cascabeles de las mulillas de arrastre, por ejemplo.

 

JEL: ¿La danza también se manifiesta en las corridas?

ALM: Es todavía más obvia. Un torero que no se ha pasado horas y horas frente al espejo viéndose torear, nunca va a depurar el sentido estético de la verticalidad, por mencionar otro ejemplo. Para que el torero dé un gran pase, con temple, debe tener un movimiento de cintura acompasado, que se complementa con un movimiento de muñeca dificilísimo y además, un sentido claro de las distancias.

JEL: Para seguir en esto, hablemos de la fotografía, de las artes visuales y los toros.

ALM: Captar el momento preciso… Yo por ejemplo hago cosas basado en lo que me marca, en las cosas que recuerdo por eso, que me afectaron y ya pasaron por un filtro -que es el artista mismo-. La fotografía es el instante. Hay sobre esta fiesta imágenes maravillosas… nace un poco también con la tauromaquia ese afán de perdurar en la memoria a través de la imagen. Goya cumplió también con eso al momento de perpetuar los momentos más importantes de la fiesta cuando no existía la fotografía todavía. Cuando ésta surgió nos hizo ver cosas que pasan tan rápido que ni siquiera nos percatamos en el momento.

 

JEL: ¿Y la poesía?

ALM: La poesía es la expresión más profunda. En la poesía como en las artes plásticas se habla con el alma. Por ejemplo, mucha gente piensa en que el buen pintor es aquél que tiene facilidad para dibujar nada más, pero serlo implica mucho más que eso, requiere de algo más. Hay toreros que han tenido una vida muy especial y lo demuestran en el ruedo. Hay toreros que hacen poesía en el ruedo. Hay toreros poetas, pero también hay grandes poetas que han escrito sobre la tauromaquia. El torero poeta, para mí, es Morante de la Puebla: es poesía pura.

 

JEL: Hay mucho de poesía en tu Tauromaquia, en todos los grabados que la conforman…

ALM: Ojalá y fuera así. El mayor halago que puede tener mi trabajo es que vieran en él algo de poético. Creo que los artistas somos un poco poetas frustrados… tenemos que encontrar un medio de expresión, el fundamental es el lenguaje, es el que te lleva a los niveles más altos de filosofía. Los artistas lo intentamos a través de la poesía, la pintura, la música… Considero que en el fondo a lo que aspiramos todos es a llegar a esos niveles de lo poético, de la expresión pura del alma. Mi Tauromaquia es una expresión muy personal, es un poco autobiográfica como es toda mi obra; nos sucede a todos los artistas, querámoslo o no. He pretendido con ella expresar esos sentimientos y vivencias que tuve en la infancia, en la adolescencia y que tengo ahora en una madurez “más madura”; mi interés es reflejar eso sin ponerle demasiada presión. Mi madre, por ejemplo, está presente en estos grabados; ella se llamaba Dolores y hay varias dolorosas en estos grabados; con ella iba a los toros desde niño… mi abuelo nos llevaba a mi mamá y a mí a la Plaza San Pedro, luego ella me acompañó hasta sus últimos días a la Monumental, íbamos juntos al mismo lugar en el que sigo estando cada corrida; aún conservo el capote de paseo que diseñé y en el que ella bordó con sus propias manos mi nombre. La presencia de la mujer también es recurrente, porque la mujer no es sólo la representación de la mamá, es también la de la amiga, la amante…

 

López Monreal llegó la primera vez como aficionado a una plaza de toros de la mano de su madre, como muchos de nosotros, los que asistimos y amamos a la fiesta brava. Hay cosas que se heredan y nos marcan. Los silencios de la plaza, la poesía de un capote en la arena, la danza y el sonido de los duendes cuando aparecen. Los personajes que actúan en esta fiesta, sus imaginarios, dolores, pasiones y alegrías, derrotas y triunfos, su erotismo y esa relación tan estrecha entre la vida y la muerte permeada de religiosidad, misticismo y arte, están plasmados en 33 grabados de este artista zacatecano que el próximo 6 de septiembre “partirá plaza” en el Museo Pedro Coronel para compartir con el respetable su Tauromaquia: el misterioso subconsciente del toreo.

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-307

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