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viernes, 26 abril, 2024
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La pobreza de agua y la mancha ecocida que nos asedia

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Por: La Jornada Zacatecas •

Durante los dos últimos siglos se pensó que el ritmo de la civilización era continuo e inacabable. Fue la idea del “progreso ilimitado” que reguló el comportamiento de las sociedades. Esta idea fue en extremo nociva: ahora nos tiene en la orilla del desastre. Específicamente con el elemento que constituye el signo mismo de la vida: el agua. Es increíble constatar que este planeta que bien pudo llamarse no Tierra, sino Agua, sólo puede usar el 1 por ciento de ésta para el consumo humano: agricultura, ganadería y empleo doméstico. Y del total del agua que usamos, gastamos 8 de cada 10 litros en producir alimentos. Y de estos 8 litros, el 60 por ciento se desperdicia, mientras que en el consumo urbano, la mitad es tirada por fugas. Así las cosas, caemos en la cuenta de que el agua es un elemento finito y limitado, que si no se cuida y conserva puede ser causa de muerte y desolación en la vida humana.

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Los principales acuíferos del estado de Zacatecas, el Aguanaval, el Calera y Chupaderos están en problemas serios. Un pequeño acuífero vecino de ellos, el Bañuelos, ya prácticamente quedó seco. Es el destino que les espera a los otros acuíferos si no se toman medidas radicales en su recarga y en la manera de aprovecharlos. Zacatecas depende del agua subterránea, no hay cuerpos de agua superficial significativos, como humedales, ríos o lagunas para mantener el consumo estratégico del estado. Así que dependemos de cómo evolucionen las lagunas, pero dentro de la tierra. Y eso depende del potencial de recarga. Pero si crecen las zonas urbanas y se tapa con cemento los espacios de filtración, estamos cometiendo un brutal suicidio civilizatorio. Las ciudades se asentaron donde había agua, así que destruir la fuente del agua es devastarse a sí mismos.

Esta situación vandálica, se debe a que han prevalecido los intereses privados e inmediatos a la llamada Voluntad General. Esta última no es la suma de las voluntades individuales, sino la voluntad que conviene a la sobrevivencia y bienestar de todos. Por ello, la conservación del agua conviene a todos aunque las voluntades fragmentadas sean omisas o destruyan el medio ambiente. La pregunta del millón es, ¿cómo hacer para que la voluntad general se convierta en decisiones públicas que orienten, finalmente,  la manera en que se protege o no los recursos naturales? Hay una respuesta: auténtica democracia. Esto es, sin democracia verdadera estarán en riesgo los recursos que son vitales no sólo para el desarrollo sino la sobrevivencia de la especia humana. Como el 85 por ciento del agua dulce se utiliza en la producción de alimentos, si hay escasez de agua, la consecuencia es evidente: disminuye la posibilidad de producir alimentos. ¿Qué escenario se vislumbra ante la escasez crónica de alimentos? Y si seguimos destinando grades masas de agua a las mineras, pequeños grupos humanos se harán super-ricos, pero el resto de la población caerá en pobreza de agua; es decir, la posibilidad ecocida avanza como mancha sobre nosotros.

 

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