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viernes, 26 abril, 2024
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Chuck Berry

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

Más allá de si te gustaba su música o no. Son de esos hombres que la vida pone de vez en cuando como para ejemplificar. Porque verlo en el escenario con su guitarra era algo así como un poema que nadie se atrevería a escribir porque necesitaría mucha música para hacerlo. Hombres así. Quizás te mandan un mensaje. Una lección. Hacer lo que realmente quieres. Así era como disfrutaba tocar. Quiero decir que Chuck Berry a través de la música intentaba decirnos algo. Un mensaje de esos cifrados que sólo acabas de entender cuando disfrutas alguna de sus tantas presentaciones en vivo. Y que te llevas al altarcito. El concierto y la lección.

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Hombres así sólo podrían morir haciendo lo que realmente les gusta. No hacían falta tantas preguntas. Basta con ver cada uno de sus gestos. Basta con seguir cada uno de sus pasos sosteniendo la gran guitarra chillona. Con admirarse porque si la muerte los persigue desde que nacen buscan escapar, jugarle una que otra broma, haciendo lo que realmente les gusta. Es importante recalcarlo. De alguna manera, como asegura Julio Cortázar en su cuento “El perseguidor”, igual que Miles Davis, Chuck Berry también perseguía al tiempo, y lo hacía de la mejor forma que lo puede hacer un hombre así: feliz.

Son tan íntegros con sus palabras y sus acciones que no necesitan perorarlo para que los demás les crean. Es más: ni siquiera se esfuerzan. Saben que no tiene caso hacerlo cuando pueden conectar el instrumento musical y hacer explotar el escenario. Cansados. Bañados en sudor. Porque a final de cuentas otra lección que te llevas es que se trata de rock and roll. Y aquí el milagro.

Sus primeros aprendizajes de guitarra fueron a través de un libro. La escena es hermosa. Sentado en cualquier sitio de su casa en St. Louis Missouri. Para él las páginas de ese libro significaban todo menos literatura. Tal vez el camino para su gran sueño porque hombres así siempre tienen uno. Por eso se sobrepuso al arresto cuando junto con dos amigos cometió un delito a robo armada. Con una condena nada despreciable de tres años en prisión. Ahí, entre las paredes del reformatorio, él continuó con lo que se había propuesto y forma un grupo de canto, además de que entrena como boxeador. Box y música. Aquí están dos claves que le podrían servir a Martin Scorsese para hacer una película de la vida de Chuck Berry. Al menos a mí me gusta imaginar la historia. Algo más para el altarcito.

Ignoro por qué los medios de comunicación siempre se refieren a un ascenso a la fama cuando alguien de tal talla muere. Es decir, la fama está en su vida misma, en su talento, en lo que hacen para continuar siendo lo que se han propuesto contra todas las adversidades que se les puedan presentar. Hay distintas formas de hablar de la fama. Pero suponer que hay un ascenso nos lleva a suponer, también, que hay un descenso, lo cual a mí me parece la peor de las percepciones de los grandes. Porque de ocurrir, el descenso, sigue siendo parte de un ascenso, es decir, no están en carreras de automóviles donde en algún momento la gasolina comience a escasear y entonces se vean en la necesidad de disminuir la velocidad; al contrario, visto así, Chuck Berry no quitó el freno del acelerador y se estrelló cuando supo que era hora de asistir a una gran reunión en alguna de las tantas estrellas que de vez en cuando aún alcanzamos a admirar en el firmamento.

Viejo loco de sonrisa chimuela. Si la guitarra la tocaba como quien hace el amor al despertar debió haber conseguido miles de orgasmos. Eso no lo sabremos porque se trata de música, otra vez: de rock and roll, y lo que menos debemos hacer son preguntas. Es mejor si guardamos silencio y ponemos algo de alguno de sus discos. Seguro las preguntas vendrán de Chuck Berry. Y nosotros lo imaginaremos feliz. En el cielo. En el infierno. Qué más da. Me gusta creer que en cualquiera de los sitios ya tenían preparado un amplificador y una guitarra para él, y un micrófono. Desde alguno de los dos lugares toca. Seamos pacientes. Con esfuerzos quizás alcancemos a escucharlo. Nosotros se lo agradeceremos. Buen viaje.  ■

 

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