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viernes, 26 abril, 2024
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Entre la ropa

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Por: EDGARDO HERRERA* •

La Gualdra 283 / Río de palabras

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“Levántate para que oigas aullar

al perro asirio”.

Federico García Lorca

 

Desde hace algún tiempo, con cierta calma y deseando equivocarme, ando en búsqueda de un pájaro blanco con el cual comparar las alas que encontré en el armario.

En el proceso, y debo reiterar la calma y paciencia que he abonado en la búsqueda, he observado garzas y alcatraces con la esperanza de hallar alguna similitud, gallinas blancas y patos en el mercado. Pero nada, ninguna de las que he visto se asemeja en algo al par que encontré por casualidad entre la ropa.

Fue un suceso extraño. Buscaba una camisa en el ropero cuando vislumbré un ligero resplandor. Una pelusa fina escapaba entre las perchas y se quedaba adherida en la ropa. Desocupé por completo el armario y las vi, apoyadas en el rincón. Las tomé con cuidado y me sorprendió el blanco de las plumas y la suavidad de la textura. Sin embargo, me asombró aún más cierta cantidad de sangre que manaba de alguna especie de cartílago que sobresalía de la parte de atrás de las alas. Goteaba de manera constante. Revisé el rincón del armario donde estaban recostadas y descubrí una gran mancha de sangre seca sobre la madera. Se me vino a la mente un gran dolor, imaginé el momento en que fueron cortadas de tajo del cuerpo, segada de un golpe la hermosa posibilidad del cielo, la prodigiosa capacidad de volar.

Imaginé a esa pobre criatura mutilada, deambulando por ahí con los muñones ocultos en la espalda, olvidando de a poco su antiguo conocimiento de las alturas. Lentamente volví a ponerlas en su sitio, las oculté entre la ropa y me pregunté a qué tipo de ave pertenecerían. Sin embargo, omitía lo más importante, no quería llegar a eso, ni siquiera quería pensar de qué modo y porque razón se hallaban esas alas ocultas en mi armario. Traté de recordar lo más antiguo de mi existencia, la infancia recorrida en la vieja casona del pueblo, pero no encontré ninguna alusión o recuerdo relativo a ellas. Llegué a la rápida conclusión de que no eran mías. No quería que lo fueran, me encontraba demasiado cómodo con mi balanceada porción de luz y oscuridad, ¿pero, a quién pertenecían y por qué estaban en mi cuarto?

De un momento a otro no quise saberlo. Es demasiado molesto tratar de recordar, cuando se es niño y se es bueno y otras cosas demasiado lejanas.

Es por este motivo que desde hace algún tiempo busco a un pájaro. Alguna criatura para apuntar con el dedo, un ser que me haga olvidar y quite de mis hombros la culpa de haber perdido la inocencia.

 

*Colombia.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_galdra-283

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