La Gualdra 279 / Río de palabras
Para Lilia.
Camino. Camino aprisa. Más aprisa. Troto. Corro. Salto. Tropiezo. Sigo corriendo. Administro el aire que entra a mis pulmones. Siempre adelante. Sin voltear a ver a mis perseguidores. Puedo escuchar sus gritos. Gritan como endemoniados. Con sus gritos tratan de intimidarme. Meter miedo. Provocar el terror. Intento no escucharlos. ¡Me vale madres que se desgañiten! Vienen armados con palos y cuchillos. Sus miradas están cargadas de rabia. Resbalo en el suelo arenoso. Caigo. Me arden las rodillas. Se me clavaron los granos de arena. Las piedrecillas. Los fragmentos de ramas. Me levanto. Tomo impulso y sigo corriendo un poco descontrolado, dando traspiés, zigzagueando. Ellos se ríen a carcajadas. Las escucho más cercanas. Maldigo. Sí, maldigo: ¡Chingada madre! Me empieza a doler el estómago. El clásico dolor de caballo… Me detengo. Trato de tomar aire… Despierto…
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