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viernes, 26 abril, 2024
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Un breve paseo por el Museo de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público

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Por: Violeta Tavizón •

La Gualdra 279 / El Templo de las Musas

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Hace unos días conocí un museo del que ya había escuchado pero que nunca me había dado la oportunidad para visitarlo.

El Museo de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público se encuentra en la calle de Moneda en el Centro Histórico de la Ciudad de México, justo frente al Palacio Nacional. El edificio es muy importante ya que está erigido sobre los basamentos de la pirámide de Tezcatlipoca, incluso en la planta baja es interesante ver cómo se exhiben algunos vestigios prehispánicos. La primera construcción colonial sobre aquellos basamentos donde ahora se encuentra este museo, datan de la década de 1540 cuando primero se construyeron las casas de los soldados Martín López y Andrés Núñez, y posteriormente la residencia de fray Juan de Zumárraga que a su vez sirvió como vivienda para los legos del arzobispado.

Ya para el siglo XVIII, tanto por su ubicación como por su estilo, el inmueble fue considerado uno de los emblemas de la arquitectura virreinal. Así también se convirtió en un lugar icónico dentro de la vida cotidiana de los hombres y mujeres que habitaron la Ciudad de México ya que ahí se albergó el poder de la Iglesia, el arzobispado.

En el siglo XIX el edificio, como muchos otros en México tuvo diferentes usos. Se convirtió en cárcel, en fábrica de cigarros y posteriormente en oficinas de gobierno. Sin embargo, fue hasta 1939 que el Instituto Nacional de Antropología e Historia lo declaró Monumento Nacional. Hace algunos años este inmueble fue destinado a albergar la colección de arte de la Secretaría de Hacienda, ya que muchos creadores entregan parte de su producción artística a esta institución, como pago por especie para que les sean condonados los impuestos.

Pero regresando al museo, a pesar de la rica historia del continente que lo abraza, el deterioro del inmueble es notable: la humedad, la falta de limpieza, las instalaciones eléctricas expuestas, el domo y la mala colocación de un escenario que nunca supe para qué se utilizaba.

En cuanto al aspecto curatorial, por lo que pude darme cuenta no tiene (o al menos ese día no estaban abiertas) salas permanentes y en lo particular me parece que no se explota la historia del edificio, ya que no se explican aspectos vinculados a los basamentos prehispánicos que tiene o a la riqueza de los ornamentos de cantera barrocos que se pueden vislumbrar. Considero que la información es pobre, en el sentido de que aún se presentan de manera muy tradicional, únicamente con su cédula introductoria y el cedulario de objeto. Una de las muestras que se exhibían y que me pareció por demás interesante el tema, El príncipe de los ingenios: Miguel de Cervantes Saavedra, exposición colectiva en diversas técnicas y miradas hacia el mismo tema.

Lo que realmente vale la pena resaltar es la museografía de las exposiciones temporales. Los colores son arriesgados, siempre contrastando con la blancura de los muros de las salas, además de que tienen una excelente iluminación y una buena selección tipográfica.

Hay otras exposiciones que el visitante puede admirar, entre ellas la titulada Un legado, Benjamín Domínguez, que muestra la maestría de este pintor chihuahuense nacido en 1942, quien al trabajar como museógrafo en el Museo Nacional del Virreinato, convivió por mucho tiempo con el arte barroco novohispano. Esto salta inmediatamente a la vista ya que podría dominar a su estilo como barroco surrealista, una interesante combinación en la que el estofado, la vestimenta barroca, los claroscuros y los personajes enmarcados en un ambiente onírico, dan una nueva mirada del estilo barroco.

Otra gran exposición fue Purificaciones del pintor jalisciense Ismael Vargas quien a partir de la pintura, la escultura y el arte objeto empapa al visitante de una muy particular manera de resignificar el arte popular y a las técnicas tradicionales como óleo sobre tela, el vidrio soplado, o la escultura en piedra o en madera tallada, policromada y estofada.

Finalmente en la planta baja se encontraba una estupenda exposición de Guadalupe Morazúa, en la que a partir de la abstracción, el juego cromático y las texturas transforman su propia realidad en escenarios que a partir de la percepción de cada persona, crean una atmósfera que niega la forma del objeto el cual da paso a la decreación del mismo para hacer algo nuevo.

La excepcional selección de obra artística que pude ver en este museo, amortizó la decepción de percibir un inmueble que aparenta (al menos a la mirada juiciosa del visitante) cierto abandono y falta de planeación.

 

*Curadora.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_guakdra_279

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