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viernes, 26 abril, 2024
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La mediación inútil

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Por: EDUARDO CAMPECH MIRANDA* •

La Gualdra 273 / Promoción de la lectura

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Me encuentro frente a un reducido grupo de estudiantes de posgrado en temas literarios. En particular, la enseñanza de la literatura. Uno de ellos muestra desdén por la mediación lectora, finalmente su trabajo cotidiano, como docente, no requiere de otras perspectivas y visiones fuera de la academia. Uno más está ahí porque hay una obligación de estar. Otro más ha entendido y tiene claro el papel que juega el mediador en la formación de lectores, y que la democratización de la cultura y la lectura pasan por formación de públicos, vaya, por la creación de demanda.

Les sugiero que hagan un somero recorrido por su proceso lector. Quien es docente no encuentra sentido adquirir herramientas, conceptos, perspectivas desde la mediación lectora: las condiciones frente a un grupo de adolescentes no son las mismas que en una sala de lectura o una biblioteca. Le doy la razón… a medias. Supongo que de parte de esta persona hay un interés, y hasta un amor, por las letras. ¿Se habrá propuesto alguna ocasión contagiar del gusto por la lectura a sus más de cuarenta alumnos?, ¿contagio o imposición?, ¿la letra sigue entrando con sangre? Dime cómo haces lectores y te diré como te hiciste.

Si hay algo que hermana a muchos mediadores de lectura en este país, se llama pasión. Los mueve la necesidad de compartir una pasión, la suya: por la lectura. No son muchos, es cierto, pero cada uno de ellos –desde su trinchera- realiza un gran trabajo. Desde unos jóvenes mayas que recorren la península de Yucatán en su Bibliomóvil y llevan la lectura a comunidades muy alejadas, hasta los que han hecho de los libros la mejor arma para combatir la delincuencia. Pasando por quien desarrolla Apps para leer en dispositivos móviles.

Percibo un poco de soberbia en la imposición. Ésta atenta contra muchos conceptos que rodean el acto lector y que se recitan de memoria en cada evento público-masivo en torno a los libros. Uno de ellos es la autonomía, pero hasta dónde existe tal autonomía si, por un lado, el mercado va dictando temas, autores, estilos, y por otro están los mismos lectores consumados que minimizan y desprecian lo que no es parte de su canon personal-grupal. Una autonomía cercada por la oferta, los estereotipos y prejuicios, además de los mitos (considero a estos últimos tan peligrosos como el no leer o leer lo mismo).

Reflexiono todo esto porque uno de los estudiantes que aludí en el primer párrafo, recordó con pesar cómo (en un esfuerzo “bienintencionado” por formarlo como lector) lo obligaban a transcribir, las veces que fuera necesario, “El soldadito de plomo”. Tal vez esta práctica haya conseguido una meta: jamás olvidará la narración de Andersen. Tal vez, quien tenga a la academia como único camino para formar lectores ha olvidado todas las sensaciones que experimentó en voz de la madre, el padre, la abuela, un adulto. Tal vez sea más sencillo tomar lista de asistencia y hacer preguntas textuales.

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-273

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