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viernes, 26 abril, 2024
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Tortas japonesas

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Por: HERÓN EDUARDO DOMÍNGUEZ •

Si en su visita a nuestro país, a finales de los treinta, André Breton creyó a México un país surrealista por buenas razones (un pasado milenario “enterrado pero vivo”, un régimen revolucionario, etc.), por malas o peores ese mote no sólo ha perdurado, sino se ha tornado peyorativo.

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Pero si México, en este último sentido, resulta un país surrealista, Zacatecas tiene méritos bastantes para ser considerado el estado “surrealista” por excelencia. ¿Por qué?

¿Por qué no?

El agua, por ejemplo, el vital elemento por antonomasia, cuya posesión es motivo de conflictos y su escasez de miseria; ¿de qué nos sirve, ahora y aquí?

Suelen las universidades constituir una suerte de cerebro colectivo, un proveedor de fórmulas para encarar las problemáticas pública y privada, pero; ¿de qué nos sirven ahora y aquí?

Suele la obra pública ser una retribución al contribuyente del cumplimiento de sus obligaciones fiscales y el satisfactor por excelencia de las necesidades colectivas, pero; ¿de qué, por decir algo, el Palacio de las Convenciones, el Centro Cultural Toma de etc. o el edificio de la procuraduría nos sirven ahora y aquí?

A un territorio situado en el fin del mundo sus yacimientos auríferos y argentíferos catapultaron al grado de convertirlo en California, la primera economía dentro de la primera economía del planeta. Yacimientos semejantes, empero, ¿de qué nos sirven ahora y aquí?

Y así podríamos seguir.

Pareciera ser que por estos contornos los bienes no sirven para remediar los males, sino como dicen dijo el ínclito Luis Echeverría, todo lo contrario.■

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