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viernes, 26 abril, 2024
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La amistad (Una añoranza)

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte •

La misión de la humanidad es la sociabilidad habitada en armonía.

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En la vida ocurren todo tipo de situaciones que al acumularse en experiencia van conformando lo que pareciera la construcción de viviendas particulares. Los cimientos se van diseñando con las acciones de la primera edad. Cuando se va abandonando poco a poco el nido paterno con los primeros juegos entre los amigos del vecindario y los parientes cercanos y lejanos de esa etapa de la vida que permiten a los curiosos descubridores ir construyendo sus rutas afectivas y empáticas a través de sentimientos diversos  como la competencia de los juegos infantiles, la formación de equipos, de solidaridad, de compartimiento…, lo que con el paso del tiempo suele denominarse amistad.

Después se va creciendo, viene la etapa en que el ser humano, hombre y mujer, va transformando su persona y su personalidad a través de la adquisición de repertorios que van a definir su postura ante el mundo. La etapa entre los trece y los veinticinco años, cuando el cerebro va poco a poco tomando su tamaño final y desarrollando las funciones para las que va a estar capacitado en la vida. Se viven las audacias más extremas, a nivel individual y de grupo; muchas veces cuando las situaciones a las que se enfrentan los individuos son tan extremas, que permiten que se afiance un tipo de relación que va más allá de la relación cotidiana, como enfrentar una catástrofe natural en forma colectiva; la identificación con grupos más amplios a través de la defensa de los ideales como en los grupos combativos, desde la más primitiva que defiende los derechos territoriales y de identidad de una barriada o comunidad, la conformación de, la formación de grupos de ambos sexos o mixtos que se asocian en pequeños gangs que se apoyan para conseguir parejas de corte sexual en otros territorios, equipos deportivos o académicos con alto grado de dificultad para su ejecución  hasta los extremos de participar en grupos que defienden los ideales filosóficos o principios de identidad étnica o histórica. Es difícil, muy difícil decirlo o identificarlo, identificar cuáles son los principios o fundamentos que determinan una verdadera amistad. Pudiera decirse que es la convivencia afectiva que perdura a través de la convivencia cotidiana que se da entre dos o más personas a lo largo de períodos prolongados de tiempo, o por compartir gustos por eventos que se dan periódicamente, o simplemente por haber participado en algún evento trascendental durante un corto período de tiempo en algún tiempo y espacio específico, como asistir a un concierto de gran impacto, un congreso, peregrinación o manifestación, donde las circunstancias de convivencia por un breve período, afianzan relaciones amistosas interminables. Tengo un amigo costarricense a quien le tengo un gran afecto y he aprendido a estimarlo y respetarlo con el paso del tiempo, sólo porque coincidimos durante cuatro o cinco horas durante un concierto de Bob Dylan en la Plaza de Armas de Zacatecas, allá cerca de 2000. Gracias a las redes sociales sigo sabiendo de sus andanzas y el está al pendiente de las mías y nos pasamos mensajes brevísimos por ahí cada 5 años y estoy seguro que la amistad prevalece.

El pasado sábado 17 de septiembre del año en curso tuve el gusto de atender a una “Reunión de Amigos” en mi querido Jerez, convocado por Raudel Villaneda y Arturo Mercado y sus distinguidas esposas, entre otros (no quiero faltar al respeto a muchos otros que pusieron su granote de arena) con el lema de  Los amigos son algo especial que te ayudan a crecer como a envejecer. Con una especie de banderazo de salida que nos dio el nuevo presidente municipal en una visita rápida, la fiesta comenzó.

La verdad es que esta ha sido una experiencia gratísima y tan fuera de contexto que aún a más de una semana de transcurrido el evento, no logro definir el fenómeno afectivo que ahí compartimos en el Club de Leones, entre música suave y a un volumen excelente para platicar de todo lo que se nos ocurriera y escuchar las anécdotas de la infancia temprana, de la adolescencia y otras experiencias de la madurez. Lo extraordinario del caso es que coincidimos muchas generaciones de paisanos, dominando quizá aquellos que nacimos entre 1948 y 1960. Hubo asistentes de poco más edad y muchos jóvenes y lo que se vivió fue indescriptible: ¡Nos comportamos todos como amigos! Fue un derrame absoluto de endorfinas y buenos complementos, la consabida sacudida de polilla y el gusto total por encontrar camaradas de la infancia y la juventud que en algunos casos no habíamos visto en más de cincuenta años y a pesar de nuestros deterioros físicos propios de la edad, la alegría inusitada por la convivencia amistosa se dejó sentir como si siempre hubiéramos estado en contacto. Algunos tuvimos algunos exabruptos ríspidos y hasta violentos en la temprana edad, pero eso no existió en esos momentos o se tomaron como parte del anecdotario.

Al final, el mariachi hizo que la felicidad se desbordara y todos los recuerdos ahí acumulados pasarán a nuestras historias particulares como algo extraordinario y el convivio colectivo pasará a la historia como algo imperecedero para el grupo de asistentes y algunas generaciones venideras. Abrazos para todo.

Como colofón, rescataré un pensamiento que aparece en todas las religiones que he estudiado: Ama a tu prójimo como a ti mismo. ■

 

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Tel 492 109 4668.

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