“Sentí real el pálpito de tu oscura impresencia”.
José Ángel Valente
Arbolnegro es edificar la muerte, labrarla. Dejar caer el día en donde no caben sus oleajes, extirpar la luz de ángeles desnudos y fehacientes. Lápidas, nenúfar negro a las orillas del río que no existe; cúmulo de agua que nunca tuvo nombre, sólo el silencio que Dios otorga a los ahorcados. Sólo el silencio del pájaro apátrida que somos en la carne: primigenia sombra en mínima parte de la tierra.
Lo que nombra el árbol es el evangelio turbio del que existe, del que ama, del que llega a deshora a pronunciar una tiniebla y sus adentros.
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Arbolnegro es una llaga en la blancura
–lapidar una palabra hasta quebrarle el nombre–.
* Del libro Templo de la fiebre, de próxima publicación.