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viernes, 26 abril, 2024
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Autores, tradición y personalidad en Ramón López Velarde

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Por: Salvador Lira • admin-zenda • Admin •

La Gualdra 250 / Literatura / RLV

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A partir de 1916 se puede hablar de un invicto de la soledad y la melancolía: Ramón López Velarde. Sus dos poemarios publicados en vida, La sangre devota y Zozobra, bastaron para articular nuevos senderos en producción y pensamiento poéticos. Su obra y su inesperada muerte, en la edad más autocrítica de sus versos, han sido temática de referencias, análisis críticos y diversas tesituras, al extremo incluso de oficialistas.

En sus poemarios se percibe el conocimiento de la tradición, además de la certeza máxima de personalidad. Por ello, quizá no le hace justicia el comentario de Antonio Castro Leal al describirlo como gran poeta, pero no gran lector: “Creo que nunca pudo apreciar los méritos de una obra que no estuviera escrita en español, y, además, se rehusaba a leer a los grandes autores extranjeros en traducciones, declarando que sólo los leería en su lengua original, lo cual era condenarse a no leerlos nunca porque no tenía interés en el aprendizaje de los idiomas”.[1] Además de la formación lectora que se percibe en la obra de López Velarde, es menester mencionar que las ideas culturales, en su tradittio-traditione, pueden trasportarse por otros senderos artísticos pictográficos o musicales; incluso sentimientos de grupos colectivos. Ahí, la Revista Moderna y el cenáculo de sus escritores atisbaron dicho ambiente. Además, la poesía mexicana estaba teniendo una producción importante, al punto de consolidar por vez primera un movimiento literario. Por ello, quizá es injusta citada afirmación; pues López Velarde es parte de una sinergia poética entre su razón caminos ya iniciados por otros autores.

Sobre este elemento, dos figuras se resaltan en La sangre devota y en Zozobra de forma explícita e implícita. El primero es el héroe del Spleen parisino, Charles Baudelaire, en su afirmación por la raza caínica y la melancolía por una ciudad de placeres corporales y malignos, conformó un estereotipo del que autores de su tiempo imitaron. En el caso lopezvelardeano, se manifiesta en el poema de versos endecasílabos “Tenías un rebozo de seda…”:

(En abono de mi sinceridad

séame permitido un alegato:

entonces era yo seminarista

sin Baudelaire, sin rima y sin olfato.)

Allí se estipula los cuasi requisitos para el hambriento que aúlla en versos Decadentistas. El otro poeta es Rubén Darío, quien refrescó el sentido poético hispanoamericano, ya en su Azul o también en su panhispánico Libro de Salmos en alejandrinos. En “La doncella verde” se sostiene:

En la quieta impostura virginal de la noche

[…]

el mundo de Rubén Darío se contrista

por el cordial filósofo que sembró en el regazo

de América esperanzas, por el espectro artista […].

Las alusiones no son para nada gratuitas. Perfil, forma y sentido se develan en su expresión. Las personalidad, entre el sendero de los autores y tradición, se avizora en el conjunto de estas ideas y su silueta. López Velarde es el hambriento melancólico, el tigre soltero, el errante Caín que atesora la trasgresión. Por ello menciona:

Soy el mendigo cósmico y mi inopia es la suma

de todos los voraces ayunos pordioseros;

mi alma y mi carne trémulas imploran a la espuma

del mar y al simulacro azul de los luceros.

El ayuno y el eterno errar son puntos coincidentes de la Zozobra-Spleen. Él es el voraz de la carne que, en la imploración del nacimiento de Afrodita, nunca conocerá mar alguno. Y en el fondo, en su idea poética, el alejandrino y versos de arte mayor, que refieren también al albatros en su vuelo más pleno.

[1] Castro Leal, Antonio: “Prólogo”, en López Velarde, Ramón, Antonio Castro Leal (Ed.): Poesías completas y el minutero, Edit. Porrúa, México, D. F., 1ª edición 1953, 10ª edición 2000, p. xiii.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/gualdra_250

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