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viernes, 26 abril, 2024
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Los valores

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Por: JORGE HUMBERTO ARELLANO • admin-zenda • Admin •

A unas horas para que se desarrolle la jornada electoral del 5 de junio, me parece adecuado hacer algunas reflexiones acerca de lo que el voto significa en una sociedad que se presume democrática, al menos en lo que a la elección de sus gobernantes se refiere. El sufragio es un ejercicio de información, de conciencia, y apegado a la racionalidad de quien lo emite; si no lo es, al menos debería de serlo, porque un voto razonado sí garantiza el carácter democrático de un pueblo, y desde este punto de vista, funge como la herramienta que permite el acceso a mejores condiciones de vida, en cierto momento.

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Casi toda la información que circula en los diferentes medios de información hace énfasis en los atributos que el voto electoral debe de ostentar. En el fondo de los discursos se privilegia una especie de conciencia social fundamentada en los “valores”, éticamente concebidos. Los valores son cualidades, adjetivos, y es así que las sentencias: el cuadro es bello, el vestido es elegante y la herramienta es útil, describen la condición que se desprende de los gustos y maneras de percibir y utilizar las cosas. Hay quien dice que el valor equivale a lo que nos agrada, a lo deseado o al objetivo de nuestro interés, que evidentemente son estados psicológicos del individuo que intenta explicar cierta peculiaridad.

Lo que comúnmente se conoce como valores, en estos días, lleva cierto tinte de utilitarismo. Tal parece que en una sociedad institucional, en la que debe de privar un orden específico, toman una trascendencia monumental, y, entendidos desde la cualidad actitudinal y conductual, le aportan ese grado de funcionalidad requerido por las sociedades en su desarrollo. ¿Cómo se pretende generar una serie de reglas de convivencia pacífica y productiva, si no es mediante la adopción de ciertos valores inducidos hacia el grupo social? Es así como surge, en todas las modalidades de la interacción del hombre con su semejante, la idea de los valores, aplicable principalmente a la actividad laboral y política… por lo que  estos atributos deben de ser un producto de la razón del individuo, un ejercicio de la calidad moral de la persona inmiscuida en la comunidad.

De las relaciones democráticas, tanto entre los individuos como en las naciones surgen “las reglas básicas” que rigen el comportamiento individual y colectivo; entonces no es descabellado anticipar que en un ejercicio popular, al elegir algún gobernante, se deben poner en práctica una serie de particularidades tendientes a la deliberación adecuada a los fines colectivos, atendiendo a la Libertad, que supone la capacidad de autogobernarse dentro del contexto social, y en este caso, a elegir sin coacción alguna; la Igualdad, que garantiza que todos los ciudadanos posean los mismos derechos y obligaciones; la Civilidad, que envuelve cualidades de disciplina, tolerancia, autocontrol, cooperación y solidaridad; la Justicia, que a grandes rasgos implica “darle a cada quien lo que merece”; la Pluralidad, entendida como la capacidad de la persona para aceptar a sus pares, independientemente de sus condiciones intelectuales, económicas o sus tendencias hacia ciertas preferencias de carácter sexual o religioso; el Respeto queda definido bajo la sentencia “No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti” y se refiere a la cualidad de aceptar las propiedades o las formas de actuar ante cierta actividad humana, en cualquier ámbito; y la Solidaridad, que implica que los individuos se comprometan con su grupo de pertenencia en la construcción de proyectos comunes.

Se observa, pues, que los valores civiles, independientemente de cuál sea su origen, son adjetivos, y así como se ha especificado la Belleza de una obra de arte, la Elegancia de una mujer o la Utilidad de una herramienta, se puede hablar del Hombre libre, justo, plural, respetuoso o solidario. Una condición moral de la conducta del hombre, debe de fundamentarse en la capacidad racional del individuo, de ahí que no se citen en este momento las virtudes trinitarias que maneja la religión, al ser de carácter dogmático, ajenas a la tentación analítica y aceptadas de manera incondicional por el devoto. Los valores deben de ser un constructo en la individualidad y en función del uso de la razón, más allá de la imposición de normas legaloides, y efectivamente, aplicados a la elección del dirigente gubernamental del futuro inmediato de un pueblo, deben coadyuvar al progreso social, concebido desde todos sus ámbitos.

Quedaron atrás, en esos días de hartazgo mediático, los compromisos, que la gran mayoría coincide en que son carentes de sentido y simples discursos oportunistas focalizados hacia el fin de la consecución del poder, para dar paso al uso del derecho, inalienable, de votar por quien se prefiera. A fin de cuentas, los valores, como muchos otros conceptos de la vida cotidiana, o se aplican o se desprecian. El voto es un ejercicio libre, en el que se demuestra la calidad racional, moral y política de la persona, en la búsqueda de un gobierno “idóneo”. ■

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