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jueves, 25 abril, 2024
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Confianza en las instituciones: en un maligno callejón sin salida

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS •

La debilidad institucional es tan grave en México que se requiere una reforma profunda del Estado: revisar todo el entramado institucional que no funciona y reconstruir su arquitectura. Se debe partir de verlo todo como lo que es, un sistema. Mientras se parche un poco aquí y un poco acá, no va a funcionar si las correspondencias entre las diferentes áreas no se armonizan. Y son dos los nudos problemáticos que obligan a pensar de esta manera: la corrupción y la ineficacia. Es decir, el uso del poder público para fines privados y la nulidad en resultados de las políticas. Ambas cosas hacen pensar en lo que se ha llamado el Estado fallido.

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La misión misma del Estado ha sido desfondada. En la última ley sobre el primer problema señalado, y gracias a la sociedad civil organizada y a la academia, se logró que se visualice a la corrupción como un sistema. También en el caso de la impunidad, se logró (desde la reforma del 2009) avanzar a un nuevo sistema de justicia, del tradicional al sistema acusatorio adversarial (los llamados juicios orales), donde se espera el año entrante completar la transición. Sin embargo, en la reforma que tiene como fruto la ley del sistema anticorrupción hay ausencias o lagunas esenciales y en las evaluaciones del nuevo sistema de justicia, no se observan cambios considerables (el índice Global de Impunidad aplicado a México así lo deja ver).

El panorama parece un doble nudo gordiano imposible de resolver que inicia su truculencia en el sistema político: la clase política no pone las medidas que ya la academia señaló como soluciones, son los partidos políticos los que eliminan la división y autonomía de poderes, porque los legisladores de un partido obedecen a su Ejecutivo sin importarles la diferencia de poderes, y las complicidades entre los miembros de la misma facción política hacen que los órganos de fiscalización no actúen para cumplir su misión. Y sería justo esa clase política la encargada de generar las reformas que solucionaran tan gordo problema. No parece verosímil. ¿Estamos en un callejón sin salida hundiéndonos sin remedio? Nos resistimos a pensarlo así. Si volteamos a experiencias de otros países observamos el caso argentino que nos empapa de esperanza, de pensar en que se puede cambiar: en el 2001 hizo crisis la descomposición la clase política corrupta, la crisis económica se volvió insostenible y desapareció la confianza en las instituciones (decían: “que se vayan todos”). Y en el 2012, 10 años después, las instituciones estatales recuperaron mucha de su efectividad al enfrentar los problemas públicos, al mismo tiempo la percepción de confianza ciudadana y los índices de corrupción disminuyeron de forma importante. Un país que estuvo décadas sumido en vaivenes de dictaduras militares, en el 2012 presentaba un rostro democrático con muchos controles sociales funcionando. Con ello, pensamos, que el empoderamiento ciudadano que hizo posible la transición política en la Argentina hacia un ala de la izquierda peronista, generó una reacción en cadena que hizo posible recuperar al Estado. Sin que sea totalmente ejemplar, es una experiencia para mostrar que es posible salir de este callejón maligno.

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