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viernes, 26 abril, 2024
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Vera y Hölderlin: las paradojas en busca de la justicia

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS •

Las instituciones del Estado tienen una misión cada una, que se corresponde con el cumplimiento de los diversos derechos sociales. Pero si no cumplen  la misión para la que fueron creadas entonces se convierten en una carga: procuración de justicia que provoca impunidad, escuelas que no enseñan, hospitales que no tienen medicamentos, haciendas que no captan impuestos, cuerpos policiacos convertidos en delincuentes, programas del campo que desmontan la propiedad campesina, un Partido Verde que vota por la fractura hidráulica, representantes populares separados del pueblo, y un largo y paradójico etcétera que acaba con un sector público en manos de intereses privados. Todo se resume en anomia. Así las cosas, se ve con claridad, las instituciones se convierten en lo contrario de sí mismas. Son Instituciones Anversas. El obispo Vera traduce este último concepto en su afirmación de que son instituciones enemigas de la población.

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Por ello, este obispo heredero de Fray Bartolomé de las Casas, llama a un constituyente popular al margen de los partidos y las instituciones del Estado. Porque si estas son el problema, no pueden constituir la solución. Y le sobra razón en su diagnóstico sobre el comportamiento del Estado, también en la autoridad moral que tiene para ejercer dicha crítica, y no menos en sus reclamos implícitos producto de su contacto directo con las víctimas de la corrupción e ineficacia de los gobiernos. Un profeta es aquel de “anuncia y denuncia” las injusticias: justo eso es Don Raúl Vera; y aplaudimos que dentro de la Iglesia existan hombres de tal entereza y valor. Sin embargo, comentaremos algunos supuestos de su propuesta de nuevo constituyente.

Dice Hölderlin: “allí donde está el peligro, está lo que salva”. Frase muy del gusto dialéctico de Hegel. Así como el problema es paradójico (Estado privatizado), también la solución lo es. Un evento constituyente sin duda lo requerimos, y en eso es especialmente brillante el fraile dominico; sin embrago, la pregunta es, ¿ese evento es un congreso ciudadano sin asomo de la clase política? Pensemos: se han realizado los congresos constituyentes después de conflictos armados donde prácticamente no existen instituciones estatales funcionando. Como la Constitución de 1857 y de 1917, en nuestro país. Sin embargo, podemos pensar en eventos históricos parecidos a la transición a la democracia española después de la cruenta dictadura de Franco. Con un reclamo social intenso, la clase política tuvo que ceder a sus pretensiones de permanente control y generar un espacio para la renovación. Aun fuerzas lúgubres como el Opus Dei y las Falanges, tuvieron que aceptar el reconocimiento oficial del Partido Comunista y la legalización del divorcio. Y de su interior salió Alfonso Suárez que promovió los pactos (la Moncloa) que dio paso a la libertad de expresión y a los procesos democráticos. Como este tipo de procesos paradójicos, es posible pensar que en el propio Congreso Mexicano surja una fuerza de izquierda en pacto progresista con el suficiente apoyo social para generar un proceso de transición a la justicia en México. La ventaja de esta apuesta es que implica menos sangre que la vía del otro constituyente. Sin embargo, como no  somos la lechuza de Minerva, el transcurso histórico nos lo dirá.

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