Después de seis meses de ocurrido aquel funesto acontecimiento del asesinato de algunos jóvenes estudiantes y desaparecidos 43 por parte de fuerzas de seguridad pública, no se ha aclarado a cabalidad lo que realmente ocurrió ahí. Ese acto es altamente significativo porque revela la composición del poder político en este país. ¿Qué cosa revela este acontecimiento? En primer lugar la situación de la dominancia del secreto u ocultamiento de la verdad. A más de 24 semanas es increíble que no se tenga una versión clara y definitiva de lo que ahí ocurrió realmente: la narrativa oficial fue descalificada por científicos de la UNAM, y nunca fue respondida dicha descalificación, simplemente fue ignorada. Igual respuesta tuvo la indignación de miles de manifestantes de todo el país y el extranjero: amplísima fuerza social ignorada. El poder político sigue su camino sin detenerse a escuchar. Camina sordo. Y se prolonga el mismo signo, así como se oculta la verdad, se disimula la justicia. Y con ello queremos decir no sólo castigar a los culpables del atroz acontecimiento, sino la eliminación de las causas del mismo. Ir a las causas significa emprender radicales reformas en las estructuras del Estado en manos del crimen, la corrupción y la impunidad. Pero nada se hace. México transita en la negra oscuridad de la omisión de la justicia y la enajenación de la verdad.
Ahora bien, ¿cuáles son las consecuencias de la sordera y omisión estatal? Pues no es difícil saberlo: ¿qué ocurre cuando los agravios quedan abiertos y la rabia atorada? Hay dos posibles caminos para andar esta pregunta. Uno es la desesperanza radical: pensar que nada tiene solución, lo cual conduce a la inactividad aciaga que termina por descomponer más la situación; es decir, el primer sendero es condenar a México a la tierra de Dante, al infierno donde no hay esperanza. La segunda respuesta es una actividad crítica activa que inexorablemente chocará con los poderes que mantienen oculta la verdad y omisa la justicia, lo cual a su vez, si no existen conductos pacíficos para manejarlo (como el electoral), pues convertirá el choque en estallamiento.
Si el sistema no abre conductos institucionales, está invitando a la violencia. Y todo parece cerrado. Por ello es importante que la fuerza ciudadana abra posibilidades de reforma de todas las instituciones del Estado, porque esa es la garantía de la paz. Salir de la mexicanización de México (Papa dixit), o en otras palabras, hacer que aparezca la verdad, investigar por fuera de la siniestra ficción en que el Estado mantiene las cosas; y hacer que avance la justicia, entendida como el combate a las causas de hechos fatídicos como los de los jóvenes estudiantes de Guerrero. Cosa esta última que se antoja titánica. Usando el lenguaje de la literatura simbólica de Tolkien, diremos que México se ha convertido en Mordor, el país negro.
