■ Denuncian casos de secuestro, extorsión y homicidios; participan familias enteras
La marcha de ayer fue una marcha de historias. Tacoaleche volvió a ser el Tacoaleche de hace unos años, habitado por su gente. Las calles volvieron a sentir los pasos, los murmullos. La mayoría mujeres, pero también hombres y niños, jóvenes que dejaron en casa el miedo.
El dolor de la pérdida, el coraje compartido ante el robo del terruño y la necesidad de protección comunitaria fueron algunos de los sentimientos que impulsaron la toma simbólica del lugar. Las exigencias son claras: un alto a la violencia y un llamado a la comunión para enfrentar la inseguridad.
La localidad de Tacoaleche, que tiene alrededor de 9 mil habitantes, ya no es la misma desde hace un tiempo. Entre los participantes en la concentración había víctimas recientes de secuestro, extorsión, familiares de un desaparecido o de una persona que fue asesinada.
El caso más reciente y que fue detonante de la movilización ciudadana, organizada de boca en boca y a través de las redes sociales, fue el ataque sufrido por una pareja de estudiantes, en el que fue asesinado un alumno de la Escuela Preparatoria Federal de Zóquite y resultó herida una joven, quien cursa sus estudios de preparatoria en el plantel 11 de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ).
En silencio y con veladoras en la mano, los habitantes de esta comunidad, que se encuentra a menos de 30 minutos de la capital, empezaron a llegar al jardín principal desde las 6 de la tarde; la mayoría, con playeras blancas.
Conforme el contingente inicial caminaba por las calles, poco a poco la gente iba saliendo de sus casas para sumarse al grupo que, aproximadamente, llegó al centenar de personas.
“Mira, a ese de allá lo secuestraron y hasta hace unos días está libre; a esa muchacha, la de adelante, también le secuestraron a un hermano; esa otra señora es la mamá de Edith – joven de 18 años que está desaparecida desde el 4 de agosto del año pasado –; y esa casa de ahí es donde hace dos días mataron a Edgar – el estudiante asesinado el pasado miércoles –”, narró una mujer que avanzaba en la manifestación portando una manta, junto con otro compañero.
Al regresar al Jardín Zaragoza, un micrófono amplificó la voz comunitaria que exigía unión entre los pobladores para garantizar, a ellos y a sus familias, un ambiente de seguridad puesto que, entre otros señalamientos, subrayaron que la caseta de policía se encuentra vacía o no atiende los llamados.
Los recuerdos del Tacoaleche de hace unos años afloraron con nostalgia durante las intervenciones en la reunión y en las conversaciones posteriores. “Quiero que mi hijo crezca como yo crecí, en la calle, jugando sin el pendiente de si va a regresar bien o no”, dijo Elizabeth Esparza, ama de casa y madre de un niño de dos años.
Al concluir la concentración y mientras las personas se retiraban a sus casas, las camionetas tipo pick up se apropiaron otra vez de los alrededores del jardín y el lugar volvió a quedarse vacío; sólo el reflejo de la luz roja y azul de una patrulla que, ayer, sí vigilaba la zona.
