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jueves, 25 abril, 2024
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¡Qué vivan los estudiantes! Los de ayer, los de hoy

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

«2 de octubre no se olvida” y es verdad, no se ha olvidado. Año con año en todo el país se hacen manifestaciones en las que participan ya no sólo los hijos, sino los nietos de aquella generación que vivió el fatídico 1968. Anualmente se programa en espacios de lo más diversos la película Rojo Amanecer que da cuenta de lo sucedido aquel día en la plaza de las tres culturas, y a ella se suman algunas más como El bulto, o muy recientemente Tlaltelolco: Verano del 68. Cada octubre es también momento de retomar a Elena Poniatowska y su Noche de Tlaltelolco, libro que recoge los testimonios de quienes estuvieron ahí, y que sólo fue posible según la propia autora, por Raúl Álvarez Garín, fallecido hace unos días.

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A 46 años, la masacre está más presente en la memoria colectiva, que el 3 de octubre de aquel año cuando la mayor parte de la prensa callaba. Contra toda intención oficial, quizá incluso contra sus pronósticos, la fecha pasó a la historia como un día de represión y no como el “día soleado” que reportaba entonces Zabludovsky.

La hazaña no es menor, intensos volanteos, recorridos por todo el país narrando los acontecimientos, conmemoraciones, marchas, películas, libros, documentales, testimonios que no callaron, etcétera, hicieron posible que baste la enunciación de la fecha: 2 de octubre, para que se sepa de qué se habla.

El panorama para la juventud no es mejor que el de aquella época. Cuarenta años después de la matanza, en 2008, las cifras oficiales daban cuenta que de los jóvenes, 18.1 por ciento tenían rezago educativo; 44.7 por ciento no contaban con acceso a los servicios de salud, 68.0 por ciento no tenían acceso a la Seguridad Social; 18.1 por ciento presentaba carencia en la calidad y en los espacios en la vivienda; 19.1 por ciento no tenía acceso a los servicios básicos en la vivienda, y 22.0 por ciento tenía dificultades en el acceso a la alimentación1.

Los posgrados, la academia, la investigación, no constituyen esperanza alguna de movilidad social, sino cuando mucho política de contención para mantener ocupado a una fuerza de trabajo para la cual no se crearon las plazas necesarias. Frustración para el individuo, desperdicio para el colectivo que tira por la ventana el bono demográfico por el que atraviesa el país.

Unos cuántos consiguen trabajo, y si lo hacen será sin los derechos laborales más mínimos, a los que sólo ya conocen de oídas, casi como rumor: “cuentan que antes había Seguridad Social, que había algo llamado Infonavit, que las horas extras se pagaban aparte, etc”.

Para muchos ni siquiera eso fue opción. Un mundo les robó la posibilidad de estudiar o de trabajar, ¡y todavía tiene el descaro de llamarles “nini”!. En el más radical de los casos se les criminaliza por estar en el lugar equivocado, en el momento equivocado, por juntarse con “malas compañías”, por vestirse inadecuadamente o por escuchar música de esa que apologiza el crimen. “Matarlos en caliente” es la respuesta, sin averiguar, sin “perder tiempo”, que al cabo no pasará nada, si no hay un periodista extranjero que transmita sus suspicacias a Human Rights Watch. ¿Cuántos Tlatlayas habrá en México?

Sin embargo el espíritu de lucha sigue ahí, esperando la chispa adecuada. Cierto que no lo hace con la fuerza que quisiéramos, tampoco con la intensidad o la oportunidad, ¿pero qué sector lo hace? En 1999, la UNAM defendió la gratuidad de la educación, luego la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo defendió las casas de estudiantes, las universidades privadas le dieron el peor día de campaña al actual presidente. Hoy toca al Instituto Politécnico Nacional salir en defensa de su institución, de los planes de estudio que los forma como ingenieros y no como técnicos superiores, Se resisten a ser mano de obra barata para trasnacionales y a sacrificar materias humanísticas y administrativas por operativas, etc.

Por otro lado las Escuelas Normales Rurales en permanente lucha vivieron un duro golpe el fin de semana pasado en Ayotzinapan Guerrero, cuando tres de sus compañeros fueron asesinados aparentemente por la policía municipal, más de cuarenta de ellos están desaparecidos todavía, y se avizora una ola de represión peor de la que de por sí ya viven.

En ese contexto falta ver hasta donde permitirán los estudiantes de la Universidad Autónoma de Zacatecas la intromisión de Gobierno Federal con el pretexto de solucionar un problema económico que de antaño aqueja a nuestra Máxima Casa de Estudios.

Las luchas actuales no son huérfanas. Lo dicen las pancartas en las marchas del politécnico: “somos los nietos de los que no pudiste matar, hijos de los que no pudiste callar, alumnos de los que no pudiste comprar”.

A quienes la inmediatez del 68, y luego del 71 los convenció de la derrota tendrían que ver, que en el más pesimista de los análisis, quedó su semilla, y aunque parezca en el desierto, más temprano que tarde florecerá. ■

 

(Endnotes)

1              http://www.coneval.gob.mx/Medicion/Paginas/Medici%C3%B3n/Jovenes.aspx

 

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