La momiza es un término que nunca había escuchado, y es la palabra que se quedó grabada en mi mente de la charla que tuve con un taxista, de nombre Efraín, hace unos días, en la Ciudad de México; una persona de poco más de 60 años – calculo yo.
Don Efraín me platicó que era el sobrenombre que tenían las personas adultas, “las personas así como yo, dijo, en ese entonces los jóvenes éramos la chaviza y los viejitos como yo eran la momiza”.
Pero el término pasó a segundo plano en el devenir de la plática; la charla nos llevó a analizar la forma en cómo se conducían los jóvenes en aquella época.
Y continuó: “mi papá era una persona de rancho, a todo le ponía queso y crema; asimismo, era una persona dura que decía, que la casa se cierra a las 10 de la noche, esté quien esté, porque no es hotel”.
Me platicaba que él no podía salir en la noche a divertirse y tomar; no era como ahora, el día de hoy los chavos confunden la libertad con el libertinaje.
La charla me llevó a reflexionar varios puntos que hemos perdido como sociedad:
El principal de ellos es el respeto. Los jóvenes de ahora son los que mandan en casa, los papás van en segundo plano si de imponer reglas se trata.
La chaviza en general está más interesada en cómo divertirse que en como ocuparse.
La moda es traer pantalones rotos, dejar de bañarse y vestir desalineadamente. La presentación no importa, incluso las señoritas usan tenis todos los días de la semana.
En el caso de las señoritas, decía Don Efraín, antes veía uno a las mujeres de vestido, usaban medias y siempre buscaban verse bien; hoy en día utilizan pantalones sucios, tenis sucios y hablan con más majaderías que los hombres.
En este punto coincido plenamente, las señoritas han dejado de lado la feminidad, con cabello corto, un porte desaliñado y unos tenis sucios, -porque deben sentirse cómodas-, van ahora por la vida. Han dejado atrás el ritual del maquillaje, del peinado de salón y del porte de una dama que merece respeto y toda la admiración.
Hoy en día la gente lleva audífonos todo el tiempo, va escribiendo por celular o hablando por el mismo y ha dejado de lado el más sencillo de los modales, el saludar al llegar a algún lugar.
No interactuamos con los demás, hemos dejado la caballerosidad al recibir a una dama, entre más groserías y simpleza en el lenguaje es mejor.
Como dice la canción se ha dejado de amar a la antigua. Las cartas se quedaron atrás, la escritura en papel está prácticamente extinta y lo “horrores” de ortografía están prácticamente por donde quiera.
Este simple hecho es cultura. El mexicano no tiene tiempo para leer, en la política y en el gobierno no les interesa, porque los políticos sólo se dedican a robar, es más interesante hablar del futbol que del nuevo artículo de la revista Science.
Se ha dejado de ayudar al prójimo porque ahora no sabes quien te toque y más vale prevenir que lamentar.
Es mejor platicar en el Facebook que ir a tomar un café y charlar de frente. Las llamadas telefónicas son el último recurso para entrar en contacto con alguna persona.
Es un problema generalizado donde el estrés, la carga laboral y el tráfico desquician a una sociedad y a la persona.
El claxon es la mejor forma de decirle al de adelante que se mueva, y es el llamado de los padres para indicar a los hijos que ya llegaron a recogerlos.
La chica del aseo se convierte en tutora y madre sustituta de los niños.
La televisión y las tabletas electrónicas en el mejor entretenimiento de nuestros niños.
Los videojuegos son el perfecto regalo para recompensar los logros de los pequeños de la casa.
En sí, la sociedad debe retomar los valores, reconstituir la espiritualidad y fomentar la convivencia del ser humano con los demás habitantes del planeta.
De repente es importante dar un espacio y detener el andar de nuestra vida, analizar, sentir y disfrutar son placeres que debemos recordar. ■
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