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viernes, 26 abril, 2024
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Bordando ideas: del electorado indignado a las próximas elecciones

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Por: RICARDO BERMEO •

Los días previos de preparación para este día, 30 de agosto, incluyendo  el  4° Encuentro de organizaciones, nos han obligado a recapitular, lo hecho y lo por hacer. No abordaré ahora el tema, otros textos están disponibles.  Haré  una especie de excurso más libre, al hilo de lo abordado en esta serie,  pensando  en el imaginario democrático español  -griego-, y mexicano.

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Las dos sociedades de Europa del Sur, transitaron  por dictaduras militares, el franquismo,  en la primera,  y la dictadura de Metaxas, en la segunda. En las dos, después de la alternancia en el poder de los grandes partidos, con los efectos catastróficos que desembocaron en la crisis actual, y su gestión,  se trastocarían las coordenadas políticas y sociales heredadas de la fase anterior, (y aquí,  habría que introducir  la reflexión comparativa  con México), lo que estamos viviendo, es una fase donde las sociedades sometidas a un proceso  permanente de convulsiones sociales, económicas, políticas, producidas por el neoliberalismo, (esa “utopía en vías de realización de una crueldad y explotación sin límites”, según P. Bordieu),  recurren –también-   al uso intensivo de la  violencia, como una forma de dominación utilizada para dirimir las luchas por el poder diferencial entre las elites, donde éstas son hasta tal punto anómicas, que la violencia se fractaliza y se convierte en el modo de arreglar las diferencias: el modelo de amigo/enemigo, y los antagonismos sin freno, alimentados desde esa gestión de la  crisis,  conducen desde arriba a formas heterototalitarias. También, desde abajo, las poblaciones buscan liberar  su creatividad.

Llama la atención que  el problema de las víctimas de la justicia para quienes han padecido  injusticias atroces, crímenes políticos,  desapariciones forzadas,  tortura, encarcelamiento, exilio, etc., durante largos años, siga aún como una deuda social pendiente,  debido al  modo en que los militares  abandonaron  el poder,  dando lugar con las “transiciones” a formas de democracia liberal (representativa), que mientras duró el crecimiento económico y la zanahoria del consumismo,  siguieron  manteniéndose, gracias a un pacto social y político, que  ha  terminado por estallar.   Esas “transiciones”, ocultaron –impidiendo-  zanjar, una herida que sigue  abierta,  el de la verdad, la justicia,   la memoria, y la reparación integral  del daño, para quienes sufrieron la represión militar (el fascismo), los años de plomo, las guerras sucias. Hoy vivimos también, desde un imaginario social crítico –en formación-  el germen  de nuevas radicalizaciones democráticas, y gracias a la protesta y movilización ciudadana,  procesos instituyentes donde  se ha abierto, el tema del tratado de las injusticias que todas las victimas sufrieron, o sufren aún, convirtiéndose en un tema  permanente de la  reflexión y de la acción política.

La situación es tanto más compleja, cuanto los movimientos neofascistas, apoyados por  los sectores más recalcitrantes de las oligarquías en el poder, están aumentando sus bases sociales.  Debemos incluir, en este panorama los procesos de subjetivación, donde juega un  papel central, la exacerbación de  “identidades negativas”, por la vía del racismo, la xenofobia, la violencia contra los inmigrantes, etc. Hábilmente mezclados con formas de patriotismo antieuropeo,  y de asistencialismo  clientelar.

En México, tenemos  un denominador común con esas realidades, en otros sentidos  tan diversas  de la nuestra,  nosotros pasamos –aún- por una  situación de emergencia nacional,  los asesinatos y las desapariciones, junto a otros delitos, se cuentan por miles y miles, hemos sido –como sociedad- afectados brutalmente por ese choque traumático,  producido por  una violencia que ha rensamblado -con su impronta-  nuestro imaginario social. Apenas y  si hemos podido,  sobrellevar  esa vorágine destructiva, mientras simultáneamente constatamos el modo en que se ha  generado una  profunda  crisis de nuestros modelos identificatorios.  Las figuras antropológicas  creadas en el  México del 900, han sufrido una usura y  desgaste fortísimo,  el maestro y la maestra, el empresario, el obrero, el profesionista liberal, la enfermera, etc.,  sirven de débiles referentes, para una población masivamente arrojada a la marginación, la pobreza y la precarización,  algunos de cuyos segmentos viven en  el “bamboleo”, llevan sus vidas en los limbos de la paralegalidad, motivo por el cual, somos testigos, entre muchos otros signos,  de cómo se generan fenómenos  recientes y masivos  como  el del “movimiento alterado”, producción  cultural, donde se exalta la violencia exacerbada, la “vida loca” y la narcocultura.

Al mismo tiempo, observamos como emergen  múltiples iniciativas que apuntan a reconstruir nuestro dolor/país. En este horizonte, entidades como Michoacán, para 2015, apuntan hacia formas de reinvención política e innovación social, sobre las que volveremos.

La resiliencia democrática y la paz, con justicia y dignidad, se co-implican mutuamente, y nos exigen -también- transformaciones antropológicas, de profundo calado. Las personas víctimas de desapariciones forzadas o involuntarias,  nos muestran, desde el punto de vista de la sociedad que somos, un necesario camino por  recorrer, acompañándolas. ■

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