Los días previos de preparación para este día, 30 de agosto, incluyendo el 4° Encuentro de organizaciones, nos han obligado a recapitular, lo hecho y lo por hacer. No abordaré ahora el tema, otros textos están disponibles. Haré una especie de excurso más libre, al hilo de lo abordado en esta serie, pensando en el imaginario democrático español -griego-, y mexicano.
Las dos sociedades de Europa del Sur, transitaron por dictaduras militares, el franquismo, en la primera, y la dictadura de Metaxas, en la segunda. En las dos, después de la alternancia en el poder de los grandes partidos, con los efectos catastróficos que desembocaron en la crisis actual, y su gestión, se trastocarían las coordenadas políticas y sociales heredadas de la fase anterior, (y aquí, habría que introducir la reflexión comparativa con México), lo que estamos viviendo, es una fase donde las sociedades sometidas a un proceso permanente de convulsiones sociales, económicas, políticas, producidas por el neoliberalismo, (esa “utopía en vías de realización de una crueldad y explotación sin límites”, según P. Bordieu), recurren –también- al uso intensivo de la violencia, como una forma de dominación utilizada para dirimir las luchas por el poder diferencial entre las elites, donde éstas son hasta tal punto anómicas, que la violencia se fractaliza y se convierte en el modo de arreglar las diferencias: el modelo de amigo/enemigo, y los antagonismos sin freno, alimentados desde esa gestión de la crisis, conducen desde arriba a formas heterototalitarias. También, desde abajo, las poblaciones buscan liberar su creatividad.
Llama la atención que el problema de las víctimas de la justicia para quienes han padecido injusticias atroces, crímenes políticos, desapariciones forzadas, tortura, encarcelamiento, exilio, etc., durante largos años, siga aún como una deuda social pendiente, debido al modo en que los militares abandonaron el poder, dando lugar con las “transiciones” a formas de democracia liberal (representativa), que mientras duró el crecimiento económico y la zanahoria del consumismo, siguieron manteniéndose, gracias a un pacto social y político, que ha terminado por estallar. Esas “transiciones”, ocultaron –impidiendo- zanjar, una herida que sigue abierta, el de la verdad, la justicia, la memoria, y la reparación integral del daño, para quienes sufrieron la represión militar (el fascismo), los años de plomo, las guerras sucias. Hoy vivimos también, desde un imaginario social crítico –en formación- el germen de nuevas radicalizaciones democráticas, y gracias a la protesta y movilización ciudadana, procesos instituyentes donde se ha abierto, el tema del tratado de las injusticias que todas las victimas sufrieron, o sufren aún, convirtiéndose en un tema permanente de la reflexión y de la acción política.
La situación es tanto más compleja, cuanto los movimientos neofascistas, apoyados por los sectores más recalcitrantes de las oligarquías en el poder, están aumentando sus bases sociales. Debemos incluir, en este panorama los procesos de subjetivación, donde juega un papel central, la exacerbación de “identidades negativas”, por la vía del racismo, la xenofobia, la violencia contra los inmigrantes, etc. Hábilmente mezclados con formas de patriotismo antieuropeo, y de asistencialismo clientelar.
En México, tenemos un denominador común con esas realidades, en otros sentidos tan diversas de la nuestra, nosotros pasamos –aún- por una situación de emergencia nacional, los asesinatos y las desapariciones, junto a otros delitos, se cuentan por miles y miles, hemos sido –como sociedad- afectados brutalmente por ese choque traumático, producido por una violencia que ha rensamblado -con su impronta- nuestro imaginario social. Apenas y si hemos podido, sobrellevar esa vorágine destructiva, mientras simultáneamente constatamos el modo en que se ha generado una profunda crisis de nuestros modelos identificatorios. Las figuras antropológicas creadas en el México del 900, han sufrido una usura y desgaste fortísimo, el maestro y la maestra, el empresario, el obrero, el profesionista liberal, la enfermera, etc., sirven de débiles referentes, para una población masivamente arrojada a la marginación, la pobreza y la precarización, algunos de cuyos segmentos viven en el “bamboleo”, llevan sus vidas en los limbos de la paralegalidad, motivo por el cual, somos testigos, entre muchos otros signos, de cómo se generan fenómenos recientes y masivos como el del “movimiento alterado”, producción cultural, donde se exalta la violencia exacerbada, la “vida loca” y la narcocultura.
Al mismo tiempo, observamos como emergen múltiples iniciativas que apuntan a reconstruir nuestro dolor/país. En este horizonte, entidades como Michoacán, para 2015, apuntan hacia formas de reinvención política e innovación social, sobre las que volveremos.
La resiliencia democrática y la paz, con justicia y dignidad, se co-implican mutuamente, y nos exigen -también- transformaciones antropológicas, de profundo calado. Las personas víctimas de desapariciones forzadas o involuntarias, nos muestran, desde el punto de vista de la sociedad que somos, un necesario camino por recorrer, acompañándolas. ■