Todo parece indicar ser que atento como siempre a las necesidades que si bien cada día más exiguas acucian aún al vigoroso estado de Zacatecas, y optimizando como de costumbre, no importa cuán abundantes pudieran llegar a ser, los recursos a su disposición, se propone el dinámico Gobierno del Estado allanar un grave problema, de urgente y prioritaria resolución, consistente en la falta de un equipo profesional de futbol; ausencia cuya subsanación inmediata incidiría, qué duda cabe, en el mejoramiento cívico y moral de nuestra sociedad; por lo que considerando:
a).- que la ingesta masiva de “chetos”, “nachos” y “charritos”, convenientemente rociados con galones de cerveza y así mismo el reglamentario “desempance” redundaría no sólo en el bienestar físico y mental de los “aficionados” sino con la consiguiente formulación de los floridos homenajes orales en honor de las progenitoras de los visitantes no dejaría de estimular su creatividad lírica; b).- que en el caso de algún triunfo resonante, o peor aun y más frecuente (no hay que olvidar que se trataría un equipo subsidiado por Gobierno del Estado) de una humillante derrota, con la consecuente colisión de decenas vehículos motores conducidos por “aficionados” se incrementaría la actividad no únicamente de los talleres mecánicos y de hojalatería sino de los médicos ortopedistas y traumatólogos y, por qué no decirlo, de las agencias funerarias; c).- que los no improbables actos de vandalismo perpetrados por la turba encervezada en los alrededores del estadio incidirá, sin que por ello necesariamente se formen autodefensas, en la deseable unidad vecinal y familiar de las colonias del rumbo; etcétera. Por todo lo cual amén de lo que podría añadirse instamos a nuestro visionario gobierno a llegar al fondo de este gozoso asunto; pues al fin y al cabo que tantos son 500 o 600 millones de pesos, tomando en cuenta sobre todo que el deporte es salud.
Y siguen las buenas noticias: informa el procurador de la República que los desaparecidos ni son tantos ni son tales, sino se trata en realidad de individuos que so pretexto de ir por cigarros se fueron de parranda; o bien de versiones autóctonas de Wakefield, el personaje de Hawthorne que abandonó a su casa y alquiló habitaciones en la calle siguiente sin otra razón que la de ver qué cara ponía su esposa, a la que subrepticiamente vigilaba, y así hasta el día, veinte años después, en que tuvo a bien regresar; y que incluso él mismo (el señor procurador) ha localizado, vía telefónica, decenas de falsos desaparecidos. ¡Enhorabuena! ■
