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viernes, 26 abril, 2024
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Los trabajadores en la Revolución. 1914

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Por: Óscar Alzaga •

La Revolución mexicana duró mucho tiempo e involucró a todo mundo, lo que hizo un proceso complejo y difícil de interpretar en su más claro sentido político y social. Muchos estudiosos malinterpretan o minimizan los momentos estelares de ella, por ejemplo: Porfirio Díaz sale del país por el triunfo de los revolucionarios en Ciudad Juárez en 1911; Victoriano Huerta sale del país por los triunfos de Villa y la División del Norte, en particular en la Batalla de Zacatecas del 23 de junio de 1914, cuyo significado pasa para muchos inadvertido: rompe la columna vertebral del ejército federal, que fuera la base principal de la dictadura de Díaz y Huerta.

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Otros, mezclan el Plan de la Embajada de Estados Unidos con hechos secundarios de febrero de 1913, cuando en realidad fue un golpe de Estado ordenado por Taft, el presidente de EU, que se pacta en la embajada y ejecuta el porfirista Huerta. Para mantener los privilegios yanquis. El golpe de Estado siempre lo negó EU.

Otros estudiosos aseguran que no había capitalismo aquí en 1910, por lo cual fue escasa o nula la participación obrera en la revolución, ven como hechos aislados las huelgas de Cananea en 1906, Río Blanco en 1907 y ferroviarios en 1908, sin tomar en cuenta que la dictadura prohibía los sindicatos y la huelga, que castigaba con la cárcel y aún la muerte de los obreros.

En 1968 Alonso Aguilar en Dialéctica de la Economía Mexicana y otros estudiosos, señalan que el capitalismo devino como sistema dominante en las últimas décadas del siglo 19, pero no como el capitalismo clásico, sino como el que existió y existe: subdesarrollado y dependiente. Según datos oficiales en 1910 habían: 3.6 millones de campesinos, 906 mil obreros y 762 mil trabajadores en servicios (1). De la Peña ofrece otros datos de 1910: artesanos y por cuenta propia: 1,448 miles, explotados directos: 2,128 miles, proletariado industrial: 254  miles, proletariado agropecuario: 1,585 miles (2).

En resumen, predominaban los asalariados. Los campesinos, dice el mismo autor, eran 1,450 miles. En el norte predominaban los jornaleros agrícolas asalariados y en el sur los campesinos cuyo despojo de tierras era reciente, como los zapatistas. En el norte era distinto. Ya entonces había 85 mil mineros, 28 mil ferroviarios, 11 mil electricistas y 102 mil textileros, los cañeros y azucareros eran 39 mil, etc. Por eso no extraña que en las fuerzas revolucionarias del norte, noroeste, noreste y centro predominaran en sus filas los asalariados urbanos y agrícolas.

Los historiadores son dados a analizar a los políticos importantes de la historia y las contradicciones secundarias entre ellos, poco cuentan el papel del pueblo y el de la lucha en que participan, las grandes batallas de la revolución, las épicas y heroicas –bellísimas- luchas revolucionarias de los asalariados, las del pueblo.

La épica batalla de Zacatecas, la más grande contra la dictadura.

De enero a junio de 1914 se sucedieron uno y otros triunfos de la División del Norte, casi sin descanso llegan a Zacatecas, mientras tanto el pueblo se levanta en armas: Zapata toma Chilpancingo, Cuernavaca, Milpa Alta, Xochimilco y Cuajimalpa, cercando la Ciudad de México. Por su parte, Obregón, Carranza y otros avanzan en sus zonas. Nunca tanta gente en México tomó las armas como en 1914.

Las fuerzas de la dictadura se concentraban en Zacatecas, y antes en la Comarca Lagunera –Lerdo, Gómez Palacio, San Pedro de las colonias y Torreón-, donde fueron destruidas por Villa. Dejando en la plaza militar de Zacatecas lo último y más importante, en donde se apoderaron de cerros y fortalezas para resistir a Pancho Villa y la División del Norte. De todas las narraciones de ese día 23 de junio, ni una como la épica del general  Ángeles:

En el desarrollo de la acción, qué corrección y qué armonía, en la colaboración de la infantería y la artillería. (…) Y volvía a ver la batalla en un ataque de frente de las dos armas en concierto armónico, la salida al sur tapada, y la reserva al este, para dar el golpe de mazo al enemigo en derrota.

Y sobre esa concepción teórica que resumía en grandes lineamientos la batalla, veía acumularse los episodios que más gratamente me impresionaron: la precisión de las fases, el ímpetu del ataque; el huracán de acero y lomo; las detonaciones de las armas multiplicadas al infinito por el eco, que simulaba un cataclismo; el esfuerzo heroico de las almas débiles para marchar encorvadas contra la tempestad de la muerte; las muertes súbitas y trágicas tras las explosiones de las granadas; los heridos llenos de espantos que con terror ven venir la implacable muerte; los heridos heroicos que, como Rodolfo fierro, andan chorreando sangre, olvidados de su persona, por seguir colaborando eficazmente en el combate; o los heridos que de golpe quedan inhabilitados para continuar en la lucha y que se alejan tristemente del combate, como el intrépido Trinidad Rodríguez, a quien la muerte sorprendió cuando la vida le decía enamorada “no te vayas, no es tiempo todavía”. Y tantas y tantas cosas hermosas. Y finalmente, la serena caída de la tarde, con la plena seguridad de la victoria que viene sonriente y cariñosa a acariciar la frente de Francisco Villa, el glorioso y bravo soldado del pueblo. Diario de batalla de Felipe Ángeles.

Nadie como Villa ha recibido mas ataques de la burguesía, ni nadie como él afectó más las haciendas porfiristas.  ¿Sería mucho afirmar que la Revolución la hicieron los trabajadores y los campesinos; mucho menos los héroes oficiales de la historia? ■

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