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viernes, 26 abril, 2024
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Bordando ideas sobre un modelo educativo posible (sexta parte)

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Por: RICARDO BERMEO •

Para continuar bordando ideas sobre un modelo educativo posible, después del paréntesis dedicado a los apuntes de los diálogos entre Kathryn Bomberger y las organizaciones de la sociedad civil, en Monterrey, sobre el tema Retos y desafíos de la búsqueda de personas desparecidas, (mismo título del evento al que acudimos invitados por CADHAC: ver texto: 18/01/2014). Con todo (reconociendo que la elucidación sobre… “La escuela que queremos” es una tarea –colectiva e individual- urgente en estos tiempos de oscuridad), hemos generado sin buscarlo explícitamente, con el paréntesis abierto en torno a las desapariciones (27 mil personas), la irrupción de un tema, que tiñe tan sombríamente la situación que vivimos cotidianamente, donde (además) fenómenos sociales emergentes, como el de… las autodefensas en Michoacán, para solo mencionar “uno” de ellos, -a la vez múltiple, complejo-, al grado de poner en crisis nuestros esquemas teóricos (y, mostrando que la política no puede derivarse de la ontología). En efecto, como relacionar, por un lado, la violencia y la guerra, con sus desgarramientos, sufrimientos, vidas cegadas, y sus cientos de miles de trayectorias sociales truncadas, para quienes se convierten en víctimas directas -e indirectas- de los antagonismos entre lo legal y lo ilegal (o, paralegal), con sus enjuegos anómicos, incluyendo el aumento constante de las violaciones a los derechos humanos. ¿Cómo los relacionamos, con aquellos otros fenómenos que consideramos ubicados en un polo antinómico? el de una significación imaginaria social, que si bien no termina por encarnar en la vida social, transformándola -profundamente- en el sentido marcado, si parece permear la historia en curso con un querer/poder/construir una paz con justicia y dignidad…. ¿acaso no es la historia: creación? En suma, visto desde la perspectiva del tema que nos ocupa. ¿Qué tipo de educación estaríamos realizando, y que tipo de educación queremos?

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Si de verdad asumimos las encrucijadas que se prefiguran ante nosotros, analicemos entonces la hoja de ruta actual, cuya irracionalidad se traduciría en un horizonte de violencia ascendente… A menos que, mientras el cielo cae sobre nuestras cabezas, al ritmo de las convulsiones sociales que pueden, -razonablemente preverse-, nos decidamos, por emprender (–desde lo local y desde lo global: sin olvidar la enigmática cuestión de las escalas-) un cambio -de gran calado- en nuestra “hoja de ruta”, capaz de ofrecer no las falsas ilusiones de un “estado ideal” al que finalmente arribaríamos, irrisorio ante la complejidad y gravedad de los desafíos qué, como humanidad enfrentamos. En lo personal, la pienso -más- desde el sentido de la promesa refrendada en lo cotidiano, mediante nuestras solidaridades imaginantes, procurando avanzar retomando en la propia ciudadanía, el poder -socialmente extensivo y expansivo- de participar en las decisiones que afectan nuestras vidas, incluyendo (dándoles “voz”) como actantes mediante “artilugios” creativos, a quienes vienen -generacionalmente- después de nosotros (y, siempre, con la mira puesta en crear las instituciones que vuelvan efectiva la orientación de los “grupos plurales de sobrevivientes” hacia el bien común).

¿Cuáles son desde esta perspectiva las tareas que habría que realizar para que la educación que queremos, nos permita transitar por la hoja de ruta que algunos designan desde hace tiempo como “La Gran Transición”?

Es evidente que necesitamos construir “modelos educativos” (paidea para una democracia real ya), resignificando las referencias estatales y de mercantilización financiarizada, retomando de manera profunda el movimiento de autoinstitución explícita, permanente, reflexiva de la sociedad que somos, lo cual implica -entre muchas otras cosas, una apuesta decidida (-definitiva-) por la escuela como espacio público-democrático, (“desescolarizándonos” progresivamente). Ello nos exige entender el concepto de democracia en la compleja pluralidad y articulación de sus significados, como escribe Christian Laval, evitando -por ejemplo- considerar la democracia como “burguesa”, ignorando que se trata de una creación humana compleja, expresada en las formas de democracia contestataria (contested democracy), que atraviesan la modernidad.

Para pensarlo juntos, mencionaré, de Laval, los rasgos centrales de la escuela democrática. A) La democratización de los conocimientos, lo que implica un colectivo de maestros (estudiantes y padres de familia), “portadores de valores democráticos” y capaces de construir conocimientos compartidos. B) La gestión democrática de las escuelas, siempre condicionada por la democratización de los conocimientos, impidiendo -así- que se vuelvan “islas” formalmente democráticas al servicio de intereses profesionales y/o particulares. C) La escuela democrática, tiene como finalidad que los ciudadanos retomen -en sus propias manos- la capacidad de participar en las decisiones que afectan nuestras vidas. “La democracia política y social, se basa hoy en la democratización de los conocimientos, del mismo modo que la finalidad democrática de la enseñanza pasa por la organización democrática de las escuelas”. El divorcio entre estos elementos, está, para Laval, en la base de la crisis de la educación. El reto, construir una “corriente alterna”, mostrando en la práctica, la escuela que queremos.

http://debats.cat/sites/default/files/debats/pdf/laval0505.pdf

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