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viernes, 26 abril, 2024
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Morena en sus primeros pasos

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Este pasado domingo 10 de noviembre el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) logró lo que ningún otro partido ha hecho para su fundación, veinte asambleas estatales con un mínimo de 3 mil asistentes en cada una.

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Con ello, Morena consiguió uno de los requisitos más difíciles para convertirse en partido político, dio pruebas de su presencia nacional, su capacidad de movilización y demostró que tiene fuerza en lugares tan disímiles como Campeche, Guanajuato o el Distrito Federal.

Ningún partido de los actualmente registrados pasó por un proceso similar: el PRI nació en el poder y ahí se mantuvo setenta años, hasta que la alternancia fragmentó el poder antes concentrado en el presidente, en poderes más modestos y bien repartidos entre gobernadores constituidos en señores feudales. No fueron tan malos tiempos, en muchos estados donde no gobernaba el PRI, gobernaban los priístas, aunque con otros colores.

Por su parte el Partido Acción Nacional aunque nació en la oposición, tuvo la fortuna de estar protegido por bolsillos poderosos y grandes intelectos conservadores en los tiempos del general Lázaro Cárdenas.

El Partido de la Revolución Democrática en cambio fue el cauce pacífico para el enojo que produjo el fraude electoral de 1988. Sin embargo, a pesar de la fuerza que le dio origen, su registro legal se obtuvo gracias a que el Partido Mexicano Socialista (PMS) se lo cedió.

Con la vida de más de 600 militantes en la conciencia, durante años el PRD la voz de sectores sociales desprotegidos. Sus legisladores incluso cedían parte de su salario para mantener defensas legales de presos políticos, al menos eso me cuenta un viejo amigo encarcelado por la huelga de la UNAM a principios de este siglo.

¿Cómo es que pasó de eso a convertirse en un gobierno represor?, ¿en qué momento el PRD se convirtió en el mejor aliado del PRI para el aumento de impuestos? Esas tristes preguntas sin respuestas atormentan hasta hoy a muchos de quienes dieron a ese partido lo mejor de sí. Algunos de ellos se encuentran hoy en Morena preguntándose cómo evitarán que este partido repita esa historia.

Hasta ahora no hay respuesta definitiva, sólo modestos esfuerzos por evitarlo. Se han tomado medidas para ello: se fijó en los estatutos que los cargos en Morena (por ejemplo presidente de comités ejecutivos municipales, estatales o nacionales) no podrán recibir salarios, que quien ocupe un cargo público de elección popular en nombre de ese partido tendrá que dejar su salario en un alto porcentaje para el funcionamiento de Morena, etc.

Todo esfuerzo resulta pequeño para una tarea tan complicada, pero se hace, y se hace en buena medida gracias a que en Morena tienen un lugar protagónico liderazgos morales e intelectuales indiscutibles como el de Armando Bartra, Elena Poniatowska o Paco IgancioTaibo II. Y se hace también porque en esa dirección empujan militantes activos que tienen en sus historias personales, familiares o comunitarias grandes ejemplos de lucha, de sacrificio, de convicción y de dignidad.

No hay garantías, sin embargo. Son muchos los riesgos: por principio el que el vacío que dejan los que no se quieren ensuciar las manos –de dinero dirán unos, de trabajo, dirán otros- sea llenado por los caza-partidos, por los ambiciosos vulgares (como los llama Andrés Manuel) que buscan las posiciones de poder para enriquecerse. Luego el riesgo de caer en el eterno juego de la izquierda, ese que se resume en el viejo chiste de que de una reunión de tres izquierdistas salen cinco partidos; el riesgo de perderse en las diferencias y olvidar las coincidencias. La homogeneidad de pensamiento es afortunadamente imposible, y Morena no puede aspirar a ser un partido de disciplina vertical, sino más bien a crear consensos y acuerdos a pesar de las diferencias. Algo ha logrado al respecto, pero el camino es largo y se hace al andar.

El avance es significativo y no es poco lo que ha costado, Morena lleva ya en su historia la muerte de varios de sus militantes, la más reciente es la de Ygnacio López Mendoza, alcalde de Santa Ana Maya, Michoacán, que militaba en Morena. López Mendoza murió asesinado, aparentemente por no pagar cuota al crimen organizado. Su pueblo recordará que entre sus últimas acciones sostuvo una huelga de hambre con la que logró recursos para su municipio.

Si Morena no olvida su nacimiento llegará a buen destino. Por ahora puede celebrar que son cientos de miles quienes se agrupan para luchar por su proyecto de nación.
Que esos miles además luchen de manera pacífica y por cauces legales es para celebrarlo todos, los que compartimos sus ideales y los que no. ■

@luciamedinas

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