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jueves, 25 abril, 2024
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E–book

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Por: JUAN JOSÉ ROMERO •

Los primeros inconvenientes que enfrentaron los editores en el e–books fueron la protección de la propiedad intelectual y la retribución por la compra, en el mundo digital, de una obra con derecho de autor. Sin embargo, en la actualidad estos inconvenientes ya no lo son tanto. Los formatos más populares de lectores digitales están cifrados, lo que limita la piratería y brinda una alternativa eficiente para que autores y editores sean retribuidos por cada descarga. Como parte de la protección a los derechos de autor, no se pueden imprimir desde una PC. La descarga de un libro a una computadora o a una tableta portátil se hace desde un modem integrado. Cuando se acaba de leer un libro, se tiene la posibilidad de borrarlo para crear espacio para otro, pero la obra sigue siendo propiedad del usuario desde el momento en que la adquirió en la red. Se puede descargar de donde se quiera. Sólo es cuestión de identificarse con un passport y se podrá bajar el título del libro deseado.

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Pero los beneficios del e–books son muy superficiales hasta este momento. Cuando se viaje ya no habrá que preocuparse por llevar un título. Se pueden cargar cientos de títulos en los aparatos de Apple o Microsoft y todos los que se quiera en una laptop. Como las iPad y los lectores portátiles tienen retroiluminación, es posible leer un e–books sin molestar al que duerme al lado. A quien se fatigue cambiar de página, sólo con oprimir una tecla evitará tal cansancio. Será permisible cambiar el tamaño de la caja y el estilo de la tipografía. Se tendrá la opción de consultar el diccionario integrado, que permitirá la búsqueda de la definición de cualquier palabra desconocida para el lector. También se podrán rastrear palabras o pasajes que hayan gustado, además de tomar notas y subrayar virtualmente. Tal vez el atributo más loable de esta nueva tecnología podría resumirse en la mítica nostalgia que alguna vez Borges plasmó en uno de sus relatos: volver a conformar una nueva biblioteca de Alejandría, tan asombrosa como para abarcar todos libros de la existencia humana, que reúna todos los libros jamás publicados, jamás escritos.

Mas sospecho que las desventajas del e–book actual sobrepasan sus aparentes virtudes. Además que leer en una pantalla, aunque sea en la nítida iPad con pantalla retina, resulta cansado, estos aparatos de lectura usan pila. Si ésta se agotara en una parte interesante de la lectura, sería incómodo esperar a recargar la batería para poder continuar. Por otra parte, resultan un pesado estorbo: pese a que la iPad más novedosa del mercado tiene más versatilidad que una laptop, aún no puede competir a la liviandad del libro impreso. Con la llegada del e–book no solamente cambiaría aquello que soporta físicamente a la escritura, sino también se practicaría una nueva forma de manipular los textos. En un libro virtual el lector tiene el poder de decisión y el sometimiento sobre lo escrito. En un e–book el usuario puede realizar cantidad de operaciones al texto: anotar, copiar, recomponer, desmembrar, mover. En ese instante el lector abandonará su papel y se convertirá en coautor. La delgada línea que existe en el libro impreso entre la lectura y la escritura, entre aquél que escribe y aquél que lee, dejará de subsistir ante una realidad totalmente diferente: en el e–book el lector se convierte en un autor más del texto, texto que seguramente será producto de la coautora participación de muchas manos. El lector se encontrará con la posibilidad de formar nuevas obras a partir de otras tantas que habrá de mutilar. Es cierto que no se quemarán bibliotecas como acontece en la novela de Bradbury, pero sucederá algo que no es menos terrible: la integridad de la forma y la estructura del texto cambiarán radicalmente.

Sin embargo, las enunciaciones anteriores aún no dejan de ser simples conjeturas. Hace unos meses, el editor Alejandro Zenker hacía la siguiente reflexión en su cuenta de Facebook: «El mundo del libro y la lectura está transformándose con mucha rapidez. Si cabía duda, hoy una larga conversación vía Skype con un colega de España la disipó. Llevo más de 15 años hablando de lo que hoy estamos viviendo y de lo que vendrá. Lo interesante es que la ciencia viene a reafirmar las tendencias. Se está dando una transfiguración del lector y la lectura. La impresión digital no es más que una herramienta para la transición. Prevalecerá el e–book». En México, Zenker es un referente en cuanto al libro y las nuevas tecnologías, empero, como el resto de los tecnólogos de la industria editorial, desafía a una realidad análoga que no ha sido superada por su versión digital. La sospecha que hace suponer que el libro digital es una simple versión del libro impreso deriva en la siguiente hipótesis: el nuevo paradigma del libro, hasta este momento, no radica en una supuesta versión digital, denominada e–book; su verdadera evolución está en la digitalización de sus procesos que derivan en una impresión inmejorable en sus dos mil años de existencia, comprobables únicamente en el soporte creado por los chinos hace ya profusas centurias: el papel. Y este nuevo paradigma radica en tres procesos relacionados con el libro: la tipografía digital, la fotocomposición y la autoedición, circunstancias tecnológicas que volverán es reescribir la historia como en otrora lo hiciera la imprenta y la pólvora. ■

Correo electrónico: [email protected]

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