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domingo, 19 mayo, 2024
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Zacatecas en 1936: jóvenes en el crimen, jóvenes braceros, jóvenes en el estudio

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

  • Historia Y Poder

Las muchedumbres sentían alivio cuando a los asesinos se les metía a la cárcel o simplemente se les fusilaba o lapidaba y eran las gavillas y eran los clanes del crimen los que asolaban pueblos enteros sin control y en la costumbre estaba la usura, el chantaje político, la bota militar y la profanación de los derechos civiles a costa de lo que fuere.

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Los menores infractores en 1936 en las ciudades de Zacatecas, Ojocaliente y Fresnillo superaba toda calamidad y espanto, pues aumentaban a la cifra  de ser siempre una juventud con hambre, sin control alguno y en donde la hipocresía era  la puerta más natural con que se les abría el porvenir hacia los campos de la muerte.

En los reportes con  que cuentan los magníficos archivos históricos de nuestra ciudad, enormes en su caudal de información y a detalle, se da cuenta de cómo las autoridades municipales y estatales recababan la estadística de los delitos y su aumento prominente en dichas ciudades.

Ya lo habían advertido en 1589 los jesuitas Pedrito Mercado y Martin Salamanca en la necesidad de que la juventud zacatecana tuviera constante servicios pastorales y religiosos para que se aplacaran de sus ímpetus de mundo y tuvieran mediante talleres, ocupación constante y no el descuido lacerante que les permitió en convertirse en grandes criminales temidos y enloquecidos en su afán de dañar, hurtar, esquilmar y robustecerse en la ignominia.

Gracias al repunte  de la actividad minera, muchos dueños de minas destinaban parte de sus ganancias a que las autoridades emplearan a los jóvenes en el estudio, las artes o la ocupación sensata, pero ganaba la rapiña y el caos durante centurias y en los tres primeros decenios del siglo 20 que había generado el conflictivo asunto de la guerra cristera en Zacatecas, la Toma sangrienta, la victoria pírrica de ambos bandos.

El gobernador de ese entonces era el militar Félix Bañuelos- quien pese a no ser zacatecano pues había nacido en el estado vecino de Jalisco-, impuso métodos que intentaron frenar el descontrol que su predecesor Matías Ramos había desatado con la inutilidad de las políticas amigueras que solo favorecía a familiares y su mafia; Bañuelos logró  destinar amplios recursos para la construcción de cárceles, además de propiciar y  entrenar escuadrones de la muerte que ejecutaban sin ningún procedimiento legal a quien se le encontrara con las manos en la masa.

Y eran, en su mayoría, jóvenes. La juventud zacatecana siempre la más lista para el hurto, el saqueo y el no pensar en las consecuencias que ello atraía: penas y llanto de sus padres, desolación en sus hogares y el engaño de que convencidos de su infracción, serian en adelante, ya en el gobierno de don Pánfilo Natera en los cuarentas, gente de bien y de provecho. Y poco de ello se aprovechó sin tener idea de que estallaban guerras mundiales y crisis aún peores que los obligó al destierro y a trabajar de braceros en los Estados Unidos de Norteamérica.

La mayoría optó por el trabajo y el estudio y hoy esas generaciones son las que sostienen todo progreso o atraso, columnas verticales de la construcción de las nuevas ciudades que son motivación a no repetir más errores.

Memoria viva la de nuestro Zacatecas implacable. ■

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