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sábado, 27 abril, 2024
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Volver y repetir, la magia de las historias conocidas

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Por: MALIYEL BEVERIDO •

La Gualdra 318 / Literatura

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Acabo de ver la nueva versión cinematográfica de Asesinato en el Expreso de Oriente. Leí la novela un par de veces (tal vez es tiempo de que lo haga otra vez), también vi en varias ocasiones la versión de Sidney Lumet, con Albert Finney en el papel de Poirot, y la versión para televisión en la que David Suchet interpreta al detective; la de Carl Shenkel, con Alfred Molina, no la he visto, y leí que existe incluso un juego para PC. Pero no voy a hablar de la intriga -los hechos, los sospechosos, las pruebas, la solución-, ni de la sutileza de la autora o del ingenio del que provee a sus personajes. Tampoco quiero debatir acerca de las virtudes y defectos de esta nueva versión o de las cualidades y defectos de Kenneth Branagh.

Estando en el cine me puse a reflexionar acerca de este gusto por ver distintas versiones de una película, o volver a verla varias veces, o releer un libro, o coleccionar ediciones del mismo, etc. ¿Por qué regresamos a algunas historias?

De niños nos gusta que nos cuenten el mismo cuento, lo reclamamos una y otra vez, aunque lo sepamos de memoria hasta el último detalle. Esperamos oírlo de nuevo tal como lo hemos conocido y si quien hace la lectura se equivoca, retoca o trastoca algún detalle –por impericia o sólo para probarnos- reaccionamos inmediatamente. Lo mismo que, más tarde, ante versiones teatrales, cinematográficas, radiofónicas o televisivas detectamos los cambios, las anomalías y los señalamos, a veces como un acierto, pero las más de las veces como un fallo.

Claro, la literatura es revelación, es descubrimiento, es un mundo posible dentro de este mundo imposible, entonces ¿por qué regresamos a algunas historias?

Ya sea que seamos aficionados, apasionados o estudiosos de la literatura vamos por el camino hallando con entusiasmo nuevos autores y distintos textos, pero en alguna parte conservamos esa historia, ese fragmento aprendido de memoria que nos sirve de referente en nuestros cabotajes.

Nuestros favoritos pueden ir cambiando; una temporada serán unos cuentos, otra será una novela, luego unos versos, o la preferencia se apegará a un género. De jóvenes podemos leer novedades sin pausa, pero llegará un momento en que volvemos la vista a alguna lectura. ¿Por qué regresamos a algunas historias?

Con la edad –creo- vamos otra vez, como en la infancia, prefiriendo las historias conocidas. Releemos mucho.

La humanidad tiene mitos fundadores que se repiten de generación en generación, y a pesar de que hemos perdido muchísimas de nuestras tradiciones orales, el impulso de regresar a algunas historias es, me parece, mucho más que una cuestión de usanzas.

Cada cual tendrá su razón, sus motivos, pero debe haber un por qué que nos une a tantos. Tal vez sea que una ficción literaria, por aterradora que sea, no obstante se desarrolle en un mundo de leyes contrarias a las del nuestro, aun cuando sea una obra abierta, así tenga finales alternativos o por el contrario nos refiera con pormenores al universo ingobernable de la vida real, pertenece a un plano o una realidad determinada y restringida. Sí, la literatura como tal es infinita, pero las historias a las que volvemos tienen una extensión limitada, y aunque tengan montón de interpretaciones posibles, y elucidaciones distintas en cada lectura, en la repetición hay cierta tranquilidad, en la repetición hay cierto control.

Dentro de la barbarie en la que vive no sólo este país sino el planeta entero, buscamos la seguridad de algo confiable que sólo una historia conocida (aunque termine mal) nos puede dar. Ese cuento que nos arrulla, esa novela que nos estimula, ese poema que nos mece en sus versos recurrentes. Regresamos a la literatura porque nos protege del desasosiego, porque nos provee de una idea de propiedad, de herencia transmitida o de hurto sutil, una idea de pertenencia también, de acto comunitario. Volvemos a la historia que nos atrapa y nos entregamos a ella, al mismo tiempo que la sentimos exclusivamente nuestra la sabemos inclusiva y múltiple.

Así es la magia de la repetición; la escena memorable es memorizada, las palabras con las que es descrita quedan grabadas, y nos acogemos a su abrigo porque hacen esta vida más amable.

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_318

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