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sábado, 27 abril, 2024

La primera escuela

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte •

Desde hace muchos meses, las noticias aciagas se han venido repitiendo en todos los rincones del estado y muchas partes del país. Además de la violencia incontenible, que ya de por sí es lamentable, las inconveniencias y atroces decesos que ha causado la pandemia, la violencia familiar se ha disparado a cifras poco vistas, o al menos, documentadas, en los últimos años.

Mucha de esta violencia, puede ser atribuible a los largos períodos de hacinamiento que la gente ha tenido que soportar como consecuencia del aislamiento colectivo, lo que parecería explicable, pero no por ello justificable. Y no puede decirse que esto ocurre porque la gente sea malvada o tenga bajos instintos. Tampoco puede decirse que no haya apoyo por parte de autoridades o de las gestiones que el estado hace para prevenir este tipo de circunstancias a través de campañas informativas utilizando los medios de comunicación masiva y muchos otros intentos que se han repetido a lo largo de muchos años y varios sexenios, pero salta a la vista que, ante los hechos, los resultados no son nada halagadores.

Por una parte, se tiene la tradición añeja de la mano dura al interior del hogar, por otra, ante el hacinamiento la familia está expuesta a la información donde, para vender, la prensa hace apologías de la violencia y de las noticias negativas o banales, la proliferación de programas y series de televisión de corte violento, y, por último, la costumbre colectiva de los video juegos. Además, el estado aporta su costal de arena con la tendencia creciente de combatir la violencia con violencia. Todos estos factores, y otros que no se mencionan, porque la lista es larga, forman el caldo de cultivo donde la agresión y la violencia sientan sus reales a partir de procesos de aprendizaje por imitación y otros de corte subliminal que dan origen a los innumerables episodios de disgusto rudeza que surgen en el hogar y luego se trasladan al barrio, a los centros educativos, las empresas y los escenarios institucionales.

Pero, así como se aprende a comportarse con rudeza, también pueden aprenderse los episodios constructivos y de convivencia civilizada, comenzando desde la intimidad del hogar. Lo que ha pasado es que no se han aplicado las estrategias adecuadas. Para empezar, nadie enseña a los padres y a los hijos lo que significa desempeñarse bajo estos roles. Tampoco se aprende que hacer en situaciones de conflicto o de posible confrontación. Los entrenamientos prematrimoniales tienen que ver más con chambonerìas de corte tele novelesco o de tipo religioso; pero, en esencia nadie se prepara para ser un buen conyugue y mucho menos, como hacerle para ser buenos padres.

Es necesario diseñar estrategias efectivas que incidan en el comportamiento privado de las familias, en las que se asegure de que efectivamente los miembros de las mismas aprendan fórmulas eficaces para desarrollar un comportamiento que tienda a fortalecer las relaciones interpersonales positivas de forma efectiva. No es tarea fácil, pero tampoco es imposible. Lo importante es diseñar y aplicar procedimientos que conduzcan a resultados factibles. Inicialmente pueden diseñarse y aplicarse proyectos piloto en diferentes partes del estado. Existen los medios para hacerlo y, al menos en el caso de Zacatecas, el sexenio apenas comienza. Deben, de inicio, experimentarse programas estructurados para tal efecto. Las instituciones educativas y de gobierno pueden hacer una mancuerna armónica que conduzca a los primeros resultados iniciales satisfactorios y desde este punto, comenzar a crecer. Si se demuestra voluntad política y se logra armonizar una actividad multidisciplinaria interinstitucional, contando con personal adecuado previamente capacitado para que un proyecto de tal envergadura no quede en simples palos de ciegos.

Entonces sí se podría decir que el hogar es la primera escuela y que, afianzando la educación indispensable, desde ahí puede proyectar a cada uno de sus miembros hacia un futuro promisorio y ser un gran aporte para la sociedad.

Por último, no debo dejar de mencionar la pena colectiva que embarga a la ciudad de Zacatecas, la zona conurbada, el estado de Zacatecas y sobre todo a la comunidad universitaria de nuestra Alma Mater, la Universidad Autónoma de Zacatecas por la sensible y lamentable pérdida de uno de los personajes históricos más importantes de los últimos tiempos, el licenciado Jesús Manuel Díaz Casas, exrector de la UAZ y un político prominente del estado. Nuestras condolencias a su familia, sus amigos e infinidad de alumnos y colaboradores que guardan gratos recuerdos sobre su persona. En lo particular, tuve la oportunidad de tratarlo hace cuarenta y cinco años cuando recién me gradué de la Universidad Veracruzana y siendo él el rector, me dieron la oportunidad de aplicar uno de los primeros programas de capacitación para profesores universitarios. Recientemente, tuve el privilegio de convivir con él y el grupo de la Reserva Nacional de Talentos (RENATA) en tertulias llenas de imaginación creativa y buen humor, donde el Lic. Díaz Casas era un gran animador con su vasta experiencia, anecdotario y excelente sentido del humor. Descanse en paz, el irrepetible maestro.

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